El Comercio del dolor, es el título del nuevo libro puesto a circular por la periodista especializada en comunicación en salud Altagracia Ortiz Gómez.
En la obra, de 266 páginas, la acuciosa periodista narra las vicisitudes que viven los pacientes al momento de requerir atenciones médicas, en medio de un sistema de salud altamente comercializado, agravado por la indolencia de un ejercicio cada vez más deshumanizado.
Este es el segundo libro que pone a disposición del país la periodista Ortiz, siendo el primero publicado en el 2015 bajo el título “En Cuidados Intensivos, una visión crítica al sistema de salud dominicano”, donde narra las condiciones críticas de la atención sanitaria.
En su reciente obra, destaca que cuando el modelo del comercio se replica en el área de la salud sin que la piedad y solidaridad estén presentes, se está ante una acción deplorable y despiadada.
Dice Ortiz que incluso en medio de la pandemia del COVID -19 y la emergencia sanitaria surgió el comercio del dolor con prácticas especulativas en la venta se insumos, pruebas, vacunas, medicamentos y otros productos.
Al referirse a la deshumanización, destaca el tráfico de influencia, servicios deficientes, desprecio a la condición de pobreza, aglomeración, largas esperas y quejas en medio de miradas indiferentes y colaboradores que transmiten sus frustraciones a los más vulnerables.
Un gran tormento
En sus palabras dirigidas a los presentes, la periodista Ortiz destaca que en sus años de ejercicio ha visto con gran desolación que el sector salud, en la medida en que se ha modernizado y se ha llenado de máquinas, ordenadores, especialistas y hermosos edificios, se ha vuelto menos humano.
Dice que el peor tormento de los dominicanos hoy es enfermarse, no sólo por lo que implica la pérdida de la salud en sí, sino por los laberínticos caminos que hay que recorrer en un sistema cuyo motivo principal es hacer dinero.
Afirma que no hay dudas de que el tema de la salud es uno de los principales desafíos que tenemos hoy. “Los dominicanos nos hicimos más pobres cuando los enfermos dejaron de ser pacientes y se convirtieron en clientes”, señala.
Dice que cada vez que se muere un paciente aquejado de la enfermedad de la pobreza, muere con él la sociedad dominicana y mueren con él todos los discursos, todas las políticas y todos los maquillajes que le pusieron a los centros hospitalarios.
Palabras de Altagracia Ortiz
Buenas noches
Antes que nada, quiero aprovechar este momento para agradecer la presencia de cada uno de ustedes. Un verdadero logro en un Santo Domingo convertido en un caos, por el tránsito.
Quiero agradecer a todos, pero varias personas fueron pieza clave para hacer realidad este libro.
La doctora Altagracia Guzmán, me motivo a escribir sobre la deshumanización del sistema, el doctor Rafael Mena, siempre estuvo atento y colaborador. Leonora Ramírez cuidó cada detalle en la calidad del libro y Mariel Acuña se fajó en el diseño, lo mismo que al artista Wilson Morfe.
Gracias César Herrera, Sergio Sarita Valdez y Alicia Ortega.
Vianco hizo revisiones a los temas. Mi esposo, hizo revisiones de los conceptos médicos y Doris Pantaleón, siempre atenta a detalle, Águeda Domínguez, siempre colaboradora. Aníbal Sánchez, Johnson Ogando y Nadhia Féliz, muchas gracias por todo.
Sobre el libro
En mis años de ejercicio periodístico he constatado, con el alma rota y con el dejo de desolación que se llevan los reporteros cuando cargan las historias tristes de la sociedad, que el sector salud, en la medida en que se ha modernizado y se ha llenado de máquinas, ordenadores, especialistas y hermosos edificios, se ha vuelto menos humano.
Desde hace años, a los dominicanos nos han prometido una solución, pero nos han regalado una crisis permanente. La ley de seguridad social, la ley general de salud y todo el marco normativo que se desprende de ellas ha apuntalado la injusticia y la desigualdad como nunca antes y nos han convertido en víctimas y, en muchos casos, en parias.
El peor tormento de los dominicanos hoy es enfermarse, no solo por lo que implica la pérdida de la salud en sí, sino, por los laberínticos caminos que hay que recorrer en un sistema cuyo motivo principal es hacer dinero.
Visto así, no hay dudas de que el tema de la salud es uno de los principales desafíos que tenemos hoy. Y estemos preparados, que un día no muy lejano la Plaza de la Bandera de nuevo se va a llenar de esperanza, de reclamos y de consignas; se va a llenar de un pueblo sediento de justicia y sediento de equidad. ¡Y su tema será la salud!
Yendo cada día a los centros de atención públicos y privados los reporteros podemos verificar cuán desvalida está la sociedad dominicana, cuán enferma se encuentra y cuán echada al menos está.
Por dos décadas he tenido la oportunidad de mirar a la sociedad a los ojos, de verla caer y tratar de levantarse; la he visto morirse de impotencia cada día en una pobre cama de hospital y hasta en clínicas del sistema. Y muchas veces he tenido que escribir una crónica, entre lágrimas y llena de una rabia contenida, al ver morir a un ser humano por falta de un insumo elemental, o por descuido del sistema o porque sencillamente no tiene dinero en el bolsillo.
Los dominicanos nos hicimos más pobres cuando los enfermos dejaron de ser pacientes y se convirtieron en clientes. Nos construyeron una ilusión de modernidad que terminó siendo un espejismo. La falsa modernidad amplió las brechas económicas y sociales en el sector salud, e hizo surgir dos nuevas categorías: los pacientes ricos y los pacientes pobres.
Con pena y vergüenza hay que decir que cuando un quebranto de salud llega a una familia, hay que salir a mendigar y apelar a la caridad pública y salir a dar lástima por los medios de comunicación para que alguien se apiade de nosotros y nos haga el favor apoyarnos con un tratamiento, con un procedimiento, o con una intervención y con un medicamento.
En el peor de los casos, las familias sin recursos tienen que postrarse en las cunetas de un hospital a esperar con impotencia y con los brazos cruzados, la muerte segura de su pariente y a llorarlo antes de tiempo y a verlo partir sin poder hacer nada. Esa es la estampa que le vamos a regalar a la posteridad.
Cada vez que se muere un paciente aquejado de la enfermedad de la pobreza, muere con él la sociedad dominicana y mueren con él todos los discursos, todas las políticas y todos los maquillajes que le pusieron a los centros hospitalarios y a las clínicas.
Este libro es un llamado a cambiar, o quizás sea una plegaria y un grito desesperado por el respeto a la vida y a la condición humana, esa condición que cada día rueda por los peores lodazales de nuestra sociedad. No se trata de lastimar a nadie, no es un grito de resentimiento, es esencialmente un llamado a propiciar cambios y transformaciones.
El periodismo a veces es una denuncia y a veces, una esperanza, pero siempre es esa mirada necesaria sobre la sociedad, sobre sus grandezas y sus miserias, y es una forma de auditar las tristezas que pare la desigualdad. De esa mirada ha nacido este libro.
¡Muchas gracias!
El acto
La puesta en circulación fue celebrada en la Sala Aída Cartagena Portalatín, de la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña. Contó con una nutrida participación de autoridades y personalidades del ámbito de la salud y de la comunicación del país.
El prólogo fue escrito por el destacado cardiólogo dominicano César Herrera y la contraportada, el reconocido patólogo Sergio Sarita Valdez.
La periodista Alicia Ortega hizo la presentación del libro, y la autora Altagracia Ortiz Bosch explicó el origen de esta obra.
Sobre la autora
Altagracia Ortiz Gómez es una periodista dominicana, oriunda de Chinguelo, una comunidad rural de San Francisco de Macorís, ubicado en la cordillera septentrional. Hija de Juan Bautista Ortiz Duarte y Ana María Gómez. Estudió Comunicación Social en la Universidad Au tónoma de Santo Domingo (UASD), tiene post grado en Comunicación y Salud, y estudios diversos sobre el sistema de salud. Es autora de En cuidados intensivos, una visión crítica al sistema de salud y coautora del texto Las Mujeres de Febrero. Ortiz está casada con el doctor Carlos Manuel Féliz Cuello y es madre de Nadhia Karlina, Haydee Estefanía y Carlos Manuel Féliz Ortiz. Abuela de Estela. Desde hace 26 años labora en el diario Hoy, donde ha cubierto diferentes fuentes, trabajó en el desaparecido vespertino La Noticia y ha trabajado como consultora para empresas públicas y privadas en materia de salud en República Dominicana. También es productora y conductora de televisión. Premio Periodismo Rafael Herrera, por investigaciones sobre falsificaciones médicas. Ha sido reconocida por el Colegio Médico Dominicano, Trabajadores Cañeros, Cooperativa de Herrera, Sociedad de Urología, Sociedad de Cardiología y Comisión Nacional de Lactancia Materna.