En un hecho poco habitual, el Ministerio de Defensa ruso reconoció el martes 26 de noviembre que varios misiles habían "alcanzado sus objetivos" e informó que dos militares rusos habían resultado heridos y un radar dañado en dos ataques con Atacms en la región de Óblast durante el 23 y 25 de noviembre últimos. En este lugar, la intensificación de los combates es motivo de preocupación, y la constante presencia del ejército ucraniano genera descontento.

Por Anissa El Jabri, enviada especial a Kursk

Bolsas vacías en mano, dos mujeres se presentan en el punto de ayuda humanitaria de Rusia Unida, el actual partido político en el poder. Una de ellas, refugiada en Kursk desde que estallaron los combates en agosto, con grandes ojeras, y un marcado agotamiento físico y mental.

"Solía trabajar en una planta frigorífica en un pequeño pueblo no muy lejos de los combates. Mucha gente que conozco volvió allí por su cuenta; asumiendo el peligro que esto significa, para poder sustentarse. Corren riesgo de pisar accidentalmente una mina o de encontrarse en medio de disparos. Hay explosiones todo el tiempo, la guerra es terrible. Yo no volvería. Tengo dos hijos." Esta mujer calificó su situación de refugiada de guerra como difícil: "Aquí no tengo trabajo y tengo que alquilar un piso. Tienes que valerte por ti misma. Es duro". Convencida de que sólo se iba por unos días, esta damnificada, que prefirió no dar su nombre, se mostró convencida de que no pasará las fiestas de fin de año en su casa, que aún no ha sido dañada por el conflicto.

"No se anticipó nada"

En otro punto de auxilio, nos cruzamos con otro hombre que se detuvo por un momento ante el cartel que indicaba que las puertas estarían cerradas aquel día. Sus familiares más cercanos resultaron gravemente heridos en otoño, y este protestaba con un suave murmullo cargado de emoción, como si estuviese reviviendo los acontecimientos que describía en aquel momento. "Los ucranianos llegaron rápidamente, y nadie nos avisó; no se anticipó nada, no hubo previsión ni evaluación de la situación. Los que pudieron se fueron", dijo. "Pero mi madre y mi hermana son inválidas, así que no tuvimos tiempo suficiente. Mi hermana resultó herida y acabó en el suelo a consecuencia del impacto, inconsciente, mientras todo volaba por el aire. Ella sigue internada en cuidados intensivos. Las heridas de mi madre fueron leves, pero mi hermana está muy mal… ¿Por qué ocurrió esto? ¿Cómo pudo haber pasado? ¿Por qué se involucran países extranjeros?". Un enojo que esta víctima dirigió a todos, sin distinción de responsabilidades.

Señal del tenso clima que se vive en el lugar, el circo que oficia de centro neurálgico de la ayuda humanitaria desde el verano pasado, y lugar donde se recibía con orgullo a la prensa para mostrar durante las 24 horas del día la organización de los voluntarios, la entrega de alimentos, la ropa, y las donaciones procedentes de todo el país, ya no recibe a periodistas.

El 10 de noviembre también se realizó una manifestación que no había sido autorizada en la plaza central de la ciudad, a la que asistieron un centenar de personas. En una Rusia cada día más cerrada, la protesta desencadenó la rápida respuesta de las autoridades. El cabecilla fue multado, y en un hecho insólito, durante una reunión pública a la que asistió el Ministro de Construcción, enviado desde Moscú, dos jefes de los distritos de Sudsha y Kórenevo, fueron considerados responsables de la falta de apoyo a los ciudadanos en el momento de las evacuaciones y luego de las mismas. El nuevo gobernador anunció la expedición de certificados de propiedad; se trata de una prueba para que los residentes puedan demostrar que han perdido su vivienda como consecuencia de los combates y que les permitiría comprar otra en cualquier lugar de Rusia.

Sin embargo, a muchos de los evacuados les sigue resultando muy difícil proyectarse y pensar en el después.  Alexandre Novikov, estudiante de la ciudad y responsable desde agosto de la oficina de distribución de ayuda humanitaria en Kursk en representación de quince movimientos de oposición contrarios al Kremlin, los ve "desfilar" varias veces por semana. "La gente no puede solventarse porque no tiene medios", comentó. "Sólo piensan en protegerse del frío en sus camas o comprar su propia comida con los escasos medios que disponen. Hasta ahora habían estado bien, algunos han ahorrado toda su vida para tener una casa y animales, y con esta guerra todo eso ha desaparecido… Otros ya ni siquiera tienen familia".

Según Novikov, el paso del tiempo hace aún más difícil el proceso emocional. "Al principio, llegaban en estado de shock, emocionalmente destrozados, pero pensaban que regresarían rápidamente a sus hogares, porque algunas autoridades locales les decían que podrían volver pronto. Creyeron esto durante el primer mes. Pero luego, poco a poco, empezaron a darse cuenta de que desalojar a las fuerzas ucranianas de la zona fronteriza iba a llevar tiempo".

Los desaparecidos en la zona de combate

Además, se enfrentan a la delicada situación de los desaparecidos en la zona de combate. A mediados de septiembre, el jefe de la diplomacia ucraniana, Andriï Sybiga, invitó a la ONU y al Comité Internacional de la Cruz Roja a visitar el área de la región rusa de Kursk ocupada por Ucrania, alegando que este país "está dispuesto a facilitar su trabajo y a demostrar su respeto por el derecho humanitario internacional en este territorio", según un mensaje difundido a través de X. La respuesta del Kremlin había sido inesperadamente rápida y hasta sarcástica al respecto. El portavoz de la presidencia rusa calificó el comentario de "pura provocación", lo que demostró la sensibilidad de las tensiones ante esta situación y del seguimiento de las altas esferas. El viernes 22 de noviembre, 46 personas fueron repatriadas por primera vez. Hasta la fecha se han emitido unos 6.000 pedidos de búsqueda.

La presencia continua de los soldados de Kiev y el aumento de la tensión también han impactado en los habitantes de Kursk. A diferencia de Belgorod, una ciudad guarnición en la que los ataques hicieron pasar la opinión pública de la indiferencia a un mayor apoyo al gobierno. En Kursk; la ofensiva de agosto pareció haber provocado un repliegue ante las decisiones del Kremlin.

"Al comienzo de la operación militar especial, quienes la apoyaban pensaron que ésta sería rápida y que se desarrollaría según lo previsto. Un año después, cuando los grupos de sabotaje comenzaron a entrar en la región de Belgorod, muchos habitantes de la región de Kursk, entre ellos vecinos, no estaban contentos", explicó Alexandre Novikov. "Muchos esperaban una respuesta firme, que este conflicto dejara de prolongarse; que hubiera un golpe fuerte y decisivo en algún lugar, y que se pusieran en orden las cosas. La tercera etapa de este cambio de postura se produjo cuando la región de Kursk fue atacada directamente, primero con bombardeos, y luego con una invasión seguida de la ocupación del territorio. Este sector de la población, aquellos partidarios activos de las decisiones del gobierno, creo que ahora son menos", agregó.

"En cuanto a las personas que siempre han estado a favor de la paz, siguieron estándolo. Pero, sobre todo, muchos de los que estaban indecisos se han unido a ellos. Y esta tendencia aumenta claramente con el tiempo. Cada vez son más los que dicen, de una forma u otra que hay que acabar con todo esto", concluyó el estudiante.

En una Rusia sumida en casi tres años de guerra, las encuestas deben tomarse con cautela. Sin embargo, el último sondeo del Instituto Russian Fields, difundido a principios de noviembre, destacó que el apoyo a las negociaciones de paz nunca había sido tan alto en el país: el 54% se manifestó estar a favor, mientras que el 36% siguió apostando a la continuación de las hostilidades.