Con ocasión de los seis meses de la guerra de Israel contra Hamás, Mariano Aguirre, analista de cuestiones Internacionales y autor de 'Guerra Fría 2.0′ (Icaria editorial, Barcelona, 2023), evoca en este artículo para RFI los retos que plantea esta delicada situación, la cual se ha agravado dese el ataque iraní contra Israel el fin de semana. 'El peligro de una compleja confrontación regional es muy alto', dice.
 

Desde que comenzó la denominada guerra de Gaza, una gran preocupación ha sido el peligro de extensión del conflicto a otras partes de Oriente Medio. Hasta ahora prevaleció la cautela de las partes. Esto ha cambiado radicalmente en las últimas dos semanas.

El 1° de abril pasado, Israel llevó a cabo un ataque contra el consulado de Irán en Damasco que causó siete muertos y varios heridos. Entre los fallecidos estaban Mohammad Reza Zahedi, un alto comandante de la Guardia Revolucionaria de Irán, y su segundo, el general Mohammad Hadi Hajriahimi, y otros cinco oficiales. Zahedi tenía una larga experiencia de trabajo y coordinación con Hezbolá, Hamas y otros grupos armados apoyados por Irán, y con el gobierno de Siria. Las hostilidades entre los dos países son constantes desde hace décadas.

El 13 de abril Irán contestó con un lanzamiento masivo de drones y misiles sobre Israel. El 99% fueron interceptados, como era tecnológicamente previsible, por Israel, Estados Unidos, el Reino Unido, Francia y Jordania. Esto es un éxito para Israel.

Por su parte, Irán ha dejado saber que se da por satisfecho. En este juego militar y diplomático ambos gobiernos actúan mostrándose firmes ante sus sociedades y tratando de disuadir al contrario para que no cruce líneas rojas que lleven a la guerra. 

Coalición de intereses

El gobierno israelí ha anunciado que continuará con la guerra en Gaza por largo tiempo, y que lanzará un ataque sobre la ciudad de Rafah, en la frontera con Egipto, donde se hacinan 1.5 millones de desplazados palestinos. Los aliados, incluyendo a Estados Unidos, lo desaconsejan (aunque Washington, Berlín y Londres no suspenden sus transferencias de armas a Israel), y Egipto teme que cientos de miles de palestinos entren en su territorio. 

Como respuesta al ataque de Hamas del 7 de octubre pasado en Israel en el que murieron asesinadas 1200 personas y otras 253 fueron secuestradas, el gobierno del primer ministro Benjamin Netanyahu lanzó la ofensiva en Gaza que ha costado la vida de alrededor de 33.000 civiles, más de 70.000 heridos, y un número indeterminado de desaparecidos (bajo los escombros del 62% de todas las viviendas de la franja).  El 75% de los 2.3 millones de habitantes de Gaza está desplazado forzosamente; hay crisis alimentaria; la infraestructura educativa ha colapsado; y solo 10 de los 26 hospitales que había operan parcialmente. El Banco Mundial y la ONU explican en un informe que "el nivel de destrucción en Gaza no tiene precedentes". La reconstrucción tomaría años, y costaría 18.500 millones de dólares.

Pese a las críticas, las recomendaciones de la Corte Internacional de Justicia para evitar el delito de genocidio, la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU pidiendo un alto el fuego, y la presión de familiares de rehenes israelíes para que se priorice la negociación sobre la guerra, Israel mantiene el curso de la misma.

Menachem Klein, profesor en la Universidad Il Ban (Israel), considera que hay una coalición de intereses israelíes en continuar la guerra. Al primer ministro Netanahu le espera un juicio por corrupción cuando termine la operación en Gaza. Por su parte, al ministro de Defensa Yoav Gallant y a la cúpula militar les interesa que se prolongue el conflicto para no tener que responder por los fallos que le permitieron a Hamas entrar en Israel.

A la vez, los lideres de los partidos Sionita Religioso y del Poder Judío, Bezalel Smotrich e Itamar Ben Gvir, que gobiernan en coalición con Netanyahu, quieren que la guerra prosiga en Gaza y se extienda a Cisjordania con la esperanza de acabar con el nacionalismo palestino.

En la sociedad israelí hay discrepancias sobre si priorizar la destrucción de Hamas o la devolución de los rehenes a casa. Pero es extendido el consenso en contra de que exista un estado palestino junto a Israel y considerablemente alto en favor de la guerra y acabar con las amenazas externas. El ataque del 13 de abril, el primero que Irán lanza sobre Israel, ha revivido el trauma vivido por la sociedad israelí a partir de las matanzas del 7 de octubre, y la dramática situación con los rehenes.

Neutralizar a Biden

El gobierno de Netanyahu estudia ahora cómo responder a Irán. Washington le ha manifestado su férreo apoyo, pero sugiriendo de que se inhiba de lanzar un contra ataque que podría causar una guerra generalizada en la región.

La estrategia de Netanyahu es implicar a Estados Unidos a su lado en un eventual conflicto mayor en Oriente Medio, y que Joe Biden deje tanto de criticarlo por la guerra en Gaza como de insistir en revivir la "solución de los dos estados". El ataque iraní le sirve para probar la lealtad de Washington, y pone al presidente en un aprieto en el año electoral: si no apoya a Israel contra Irán será duramente atacado por el Partido Republicano.

Pero la situación se puede descontrolar. Una tentación para Netanyahu desde hace décadas es destruir la infraestructura del programa nuclear iraní. (Israel cuenta con armamento nuclear). La organización político-militar Hezbolá, que gobierna parte del Líbano, podría responder en nombre de Teherán, abriéndose un frente en el que ha habido enfrentamientos desde octubre pasado, y una guerra en 2006. Para los radicales del gobierno israelí, esta sería la oportunidad de librar una confrontación en la que esperan contar con Occidente y los gobiernos de países árabes suníes, enemigos de Irán. Otros miembros del gabinete israelí consideran excesivo tener frentes en Gaza, con Irán, con Hezbolá, y con los Hutis (grupo armado yemení apoyado por Irán). Hamas, por su lado, vería con satisfacción que el ataque del 7 de octubre y la guerra de Gaza han provocado una violenta crisis regional.