En Saint-Pierre-en-Auge (Normandía), municipio agrícola con un pasado industrial, la Agrupación Nacional (AN) se ha impuesto en las elecciones europeas con un 42% de los votos. Y en esta ciudad pobre, las ventas de garaje proporcionan ingresos suplementarios a las familias que luchan por hacer frente a la subida de los precios. Hace unos días, se celebró una de ellas en la plaza principal de la ciudad.

Por Laurence Théault

En un perchero, vestidos de flores, un chaleco de punto y algunas camisas algo gastadas. Sobre la mesa, pequeños electrodomésticos y muñequitos con pompones que se vendían a 50 céntimos la pieza. Con una pensión de 900 euros al mes, Mado nunca pierde la oportunidad de montar un puesto en una feria.

"Si voy a un mercadito es por algo. No puedo permitirme comer fuera, ir al cine o salir, ni siquiera a la piscina. Mi única salida es ir a una feria de usados para ganarme un dinerito", dice.

Un hombrecillo de ojos claros se acerca y negocia el precio de una camisa. Cinco euros es mucho. "Cuando miras el alquiler, la electricidad, el gas… Yo vivo con 800 euros más o menos, con prestaciones. Pero por lo demás, no tenemos mucho". A sus 57 años, Franck cobra ahora una prestación por invalidez, pero se ha agotado trabajando en la granja de champiñones de Orbec, a 40 kilómetros de aquí. "Ya no trabajo. Me he roto la espalda", explica.

Mado tiene una pensión escasa y Franck una pequeña pensión de invalidez, “así que la venta de garaje ayuda un poco". Estos dos electores confían en Marine Le Pen. "Este partido nunca estuvo en el poder. La cosa no puede ir a peor. Esa es mi opinión", dice Mado.

La venta de garaje, una economía de supervivencia

Jordane ha extendido vasos de cerveza, vajilla y libros infantiles delante de su vieja furgoneta gris. Marine Le Pen la ha conquistado. "Marine no es Jean-Marie. Lo que quiere hacer es ayudar a la gente. Es alguien cercana a la gente, desgraciadamente no como el Gobierno actual. No utiliza palabras difíciles y va directa al grano", explica Jordane.

Con el pelo dañado por la tintura, esta mujer de 37 años vive con muy poco dinero y se priva de todo. "Hoy en día, me cuesta comprar en un McDonald’s para los niños. Tengo un hijo discapacitado y no puedo trabajar porque no tengo a nadie que se ocupe de él. Es un adolescente, no es independiente, no puede llegar a casa solo”, dice.

Así que todo está calculado. "Primero pagamos las facturas y guardamos el dinero para las compras del mes. Intento ahorrar un poco cada mes, aunque sean cinco o diez euros. Después de cinco o seis meses, puedes darte un capricho, ir al zoológico o algo así, porque has conseguido ahorrar un poco. Pero hace unos años esto no era así", añade la joven.

Así que, ya sea para vender el precioso espejo de tu abuela o para comprar una blusa de tres euros, para estos residentes, la venta de garaje es una economía de supervivencia.