’El antiamericanismo en Francia fue lo que me llevó a escribir este libro', dice la periodista Elsa Vidal, jefa de la redacción en ruso de RFI, con ocasión de la publicación de su libro ’La fascinación rusa. Política francesa: treinta años de complacencia hacia Rusia'. En su retrato poco elogioso de la diplomacia francesa, Vidal destaca el rol del ex presidente François Hollande, que 'salvó a Francia de una gran vergüenza: la de haber visto a Ucrania derrotada gracias a los buques de guerra franceses'.  Una entrevista de Nathalie Amar.

RFI. Antes de evocar el retrato que usted hace de la diplomacia francesa hacia Rusia en los últimos 30 años, que no es muy amable, por decir lo menos, quisiéramos hacerle una pregunta sobre la actualidad rusa. En particular, por la conmoción causada por la muerte de Alexei Navalny, el viernes pasado, en una cárcel del Ártico, donde estaba detenido en condiciones terribles. Se multiplican, por supuesto, las reacciones indignadas. En Francia, el embajador ruso fue convocado al Ministerio de Asuntos Exteriores. Emmanuel Macron escribió un mensaje en X, antes Twitter: "En la Rusia actual, se envía a los espíritus libres al gulag y ahí se los condena a muerte". ¿Piensa usted que la muerte de Navalni puede marcar un cambio en la relación entre Francia y Rusia?

Yo espero que esta muerte, que transforma a Navalni en un ícono y en un mártir, permita hacer entender a muchos hasta qué punto la brutalidad forma parte del corazón mismo del sistema político ruso. Espero que esta muerte sirva para dejar claro de una vez por todas esta realidad.

RFI. Nada ha cambiado, sin embargo, a pesar de los asesinatos de grandes figuras que han criticado el régimen de Putin, como la periodista Anna Politkovskaya (2006) ni la defensora de derechos humanos Natalia Estemirova (2009) ni el político opositor Boris Nemtsov (2015). ¿Por qué ésta vez sí podría producirse un cambio?

¿Tal vez por la guerra en Ucrania? Para que pueda producirse un cambio hay que tomar en cuenta el contexto de la guerra. En particular, la brutalidad que hemos podido ver, los crímenes de guerra que se han cometido. Es este contexto que el asesinato político de Navalny puede cerrar de manera más duradera la puerta a esa política que sugiere que, pase lo que pase, siempre debemos entendernos a largo plazo con Rusia. Y esto porque, en ocasiones, consideramos a ese país como inevitablemente victorioso; en otras, como un país vecino con el que inevitablemente tendremos que entendernos, es decir, como si existiera una especie de pendiente natural que nos llevaría a concluir alianzas de forma natural con Rusia.

RFI. Hay un discurso de Macron que tuvo el efecto de una bomba dice usted en su libro. Estamos al principio de la guerra, no han pasado seis meses del conflicto, y el presidente francés advierte contra la tentación de "humillar a Putin" y de albergar un "sentimiento de venganza" hacia ese país. En ese momento, al mismo tiempo, ya se han descubierto las atrocidades cometidas por los soldados rusos en Bucha y en Herpin. ¿Por qué esas palabras de Macron causaron tanto revuelo?

Ese discurso dejó atónitos a los aliados de Francia, especialmente a los países de Europa Central y Oriental que han pagado caro el precio de su cercanía con Rusia. Hay una cronología de los hechos que torna esa declaración poco entendible. Después de casi seis meses de guerra y el descubrimiento de los crímenes de guerra de la ocupación rusa en algunas regiones ucranianas, Macron vuelve con un discurso antiguo y extremadamente tradicional. Es exactamente el tipo de discurso que tenía Jacques Chirac cuando Rusia estaba llevando a cabo una guerra particularmente brutal en Chechenia. Chirac decía claramente en este entonces que nunca había que humillar a Rusia ni exponernos a su ira.

En mi libro, hablo de una "larga marcha" hacia Ucrania por parte del actual presidente francés. Por eso espero que la posición muy firme del Elíseo en este momento no sea una mera reacción a los acontecimientos. Espero que sea una posición que va acompañada de una línea directriz política que permita hacer entender a Rusia que su agresión contra Ucrania ha cambiado en su contra, y de forma duradera, el panorama político en Europa.

RFI. ¿Por qué Francia tiene esta "fascinación rusa"?

Es la nostalgia de la grandeza perdida de Francia y, a la vez, la nostalgia por el Imperio, el estatuto imperial que Rusia ha conservado o busca recuperar. Y también una fascinación por el hombre fuerte, el hombre providencial, encarnado hoy en Putín. La fascinación rusa que inspira a muchos franceses es por la figura de este hombre desinhibido que es capaz de levantarse y enfrentar a Occidente.

RFI. ¿El anti-americanismo francés también ha contribuido a esta fascinación rusa? El anti-americanismo como una forma de protegerse de la influencia de Estados Unidos.

Sí, realmente el antiamericanismo es estructurante en Francia. Esto fue lo que me llevó a escribir este libro. A menudo, cuando planteaba preguntas a mis interlocutores políticos sobre su visión de la política que deberíamos tener hacia Rusia, me respondían: "No, primero hablemos de los Estados Unidos y de los crímenes de guerra. Primero hablemos de Irak, de Afganistán". Yo estaba obligada a responderles que eso es muy interesante y tiene por supuesto su lugar en el debate internacional, pero mi interés era Rusia. Para ellos, sin embargo, era menos pertinente.

RFI. Usted analiza las presidencias francesas desde 1958, cuando se inicia la denominada Quinta República. Son ocho presidentes incluyendo al actual. Para Usted, hay una excepción, un presidente que no sigue esa línea que venimos evocando: el socialista François Hollande. Al mismo tiempo, es un momento particular cuando Hollande llega al poder porque estamos en plena guerra en Siria (Rusia apoya al régimen de Bashar el Assad) y al comienzo de la invasión rusa de Crimea. Hollande no tiene la fascinación por Rusia ni por Putin que tienen sus predecesores. ¿Por qué?

Hollande es el único presidente que fue lúcido sobre la situación rusa y absolutamente impermeable a las técnicas de desestabilización de Putin. En una entrevista que le hice al ex presidente socialista, él me describió el “cóctel” de Putin y luego me explicó que muy rápidamente hizo saber hasta qué punto ese cóctel le resbalaba. Esto se explica tal vez porque su ADN político, la postura del Partido Socialista, era la desconfianza hacia las prácticas soviéticas, en particular, las estalinistas. Hollande fue el presidente que salvó a Francia de una gran vergüenza: la de haber visto a Ucrania derrotada gracias a los buques de guerra franceses que Nicolas Sarkozy se había apresurado a venderle a Rusia.