Pablo González era un reportero atípico: trabajaba para un pequeño diario regional español y, sin embargo, podía costearse coberturas al alcance sólo de grandes medios y tenía acceso a fuentes privilegiadas rusas. Pablo González era también Pavel Rubtsov, un espía ruso que, fungiendo como reportero, infiltró a la disidencia rusa hasta colarse en la mayor intimidad.

Por Xavier Colás, desde Tallin

Pablo González fue siempre un periodista extraño. Escribía en un pequeño periódico regional del norte de España, pero aun así participaba en caras coberturas internacionales sólo al alcance de los grandes medios. Tenía opiniones muy contrarias a Ucrania y cercanas al relato del Kremlin, pero año a año fue intimando cada vez más con disidentes rusos exiliados o de visita en el extranjero. Hablando ruso perfecto y teniendo fuentes sobre el terreno, con frecuencia publicaba noticias falsas que sólo le hubiesen colado a un novato. Usaba tarjetas de crédito rusas que no eran suyas. Vivía con su novia en Polonia, pero tenía una esposa en Bilbao. Y, aunque atesoraba un pasaporte ruso, no se lo dijo a casi nadie y hasta preguntó a disidentes rusos cómo obtener un visado que no necesitaba.

Buena parte de estas sombras empezaron a despejarse el 28 de febrero de 2022, en los primeros días de la invasión a gran escala de Ucrania. Mientras el mundo miraba sobrecogido la destrucción de ciudades que Pablo González había recorrido como enviado especial, él era detenido en Polonia.

Las autoridades polacas lo acusaron de espiar para Rusia. En sus dispositivos electrónicos encontraron informes elaborados por él sobre multitud de miembros de la oposición. También correspondencia con sus jefes e incluso datos robados de ordenadores que no le pertenecían. Semanas antes había sido interrogado en Ucrania durante su última cobertura. Allí le copiaron el contenido de su teléfono, pero González siguió actuando con normalidad.

Los agentes polacos difundieron el nombre que figuraba en su pasaporte ruso: Pavel Rubtsov. Muchos conocidos suyos lo escucharon por primera vez. El gobierno español le prestó asistencia consular, pero siempre evitó hacer comentarios en su defensa.

Pablo o Pavel

Los servicios de inteligencia tienen un término: ‘leyenda’. Es la biografía ficticia de un oficial de inteligencia, en la que las mentiras están enmascaradas por hechos veraces. Una coartada que engloba años, con recuerdos fingidos y parientes inventados.

Pero González-Rubtsov no tuvo que fingir ser español: en realidad nació en una familia de inmigrantes de España. Su abuelo, Andrés González Yagüe, fue evacuado a la URSS cuando era niño durante la Guerra Civil Española. La hija del exiliado Yagüe, María Elena González, se casó con el soviético Alexey Rubtsov.

Su hijo, Pavel Rubtsov, nació en Moscú en 1982. Tras su divorcio, ya con la caída del Muro de Berlín y en medio del colapso de la URSS, María se trasladó a España con su hijo y cambió su nombre legal a Pablo González Yagüe. Esa doble identidad sería años después, junto con el idioma, un gran activo a ojos de los servicios secretos rusos.

González-Rubtsov ocultaría más tarde el hecho de que había utilizado dos nombres desde la infancia. Obtuvo un pasaporte ruso en 2016, pero también lo mantuvo en secreto. Con frecuencia compartía fotos de sus viajes por la extinta Unión Soviética. Pero por alguna razón apenas divulgaba que visitaba regularmente a su padre en Moscú.

El periodista extraño, el espía seductor

Entre sus colegas siempre sorprendió que un ‘freelance’ como él manejara suficiente dinero como para realizar coberturas que involucran estancias largas en hoteles, varios billetes de avión y equipos de grabación.

En la primavera de 2023, la publicación Agentsvo, citando dos fuentes cercanas a la investigación, habló en detalle sobre los informes que Rubtsov envió al GRU, el servicio de espionaje del ejército ruso. Escribió en ellos sobre sus conocidos, sobre todo gente del círculo de la opositora rusa Zhanna Nemtsova y sobre lo que estaba sucediendo en las conferencias europeas. A algunas de ellas fue invitado gracias a la relación que cultivó con ellos. Además, viajó por Rusia en el mismo avión que un mando del espionaje ruso en el GRU (incluso compraron los billetes juntos).

Según la investigación, Pablo González (o Pavel Rubtsov) habría espiado para el Kremlin desde abril de 2016 a febrero de 2022, cuando fue arrestado en la frontera polaca.

Zhanna Nemtsova, hija del disidente asesinado Boris Nemtsov, a quien conoció en Bruselas en 2016 en un acto vinculado a la Fundación que ella dirige con el nombre de su padre, fue objeto prioritario del espionaje de Pablo González.

Llegó a tener una relación sentimental con ella, y así extrajo correos de un ordenador viejo que ella tenía en casa. Se trataba de ‘mails’ de su padre. Según explicó el entorno de Nemtsova tras una entrevista con ‘El Mundo’, los correos no tenían gran valor, pero el hecho de que apareciesen en el dispositivo de Pablo González "es muy significativo".

Entre la información que tenía en sus dispositivos había informes sobre disidentes como Ilya Yashin, a quien conoció en una mesa redonda organizada en Madrid por un think-tank. Yashin conoció a Pablo González en uno de sus viajes por Europa. Se cayeron bien e incluso fueron juntos al fútbol y de compras. “No creo que extrajese de mí nada significativo, sino más bien un perfil psicológico”, explica Yashin, que está convencido de que el leve acento que tenía al hablar ruso era fingido. “Tal vez no tuvo acceso a nada crucial, pero muchas cosas que nos parecen superficiales para el espionaje ruso son muy importantes”, argumentan desde la fundación de Zhanna Nemtsova.

El intercambio

Durante el tiempo que Pablo González permaneció en la cárcel polaca, se convirtió en un símbolo para algunos sectores izquierdistas que lo presentaron como una víctima de la represión de la libertad de expresión por no ajustarse al discurso ‘mainstream’ crítico con Rusia.

El 1 de agosto tuvo lugar en Ankara un intercambio a gran escala de prisioneros entre la Federación Rusa y los países occidentales. Como parte del intercambio, Rusia liberó a 16 personas, entre ellos los presos políticos Vladimir Kara-Murza, Ilya Yashin, Oleg Orlov y otros; y también los periodistas estadounidenses Evan Gershkovich y Alsu Kurmasheva; así como ciudadanos alemanes condenados a diversas penas en Rusia y Bielorrusia. Diez personas regresaron a Rusia: agentes de los servicios especiales rusos, sus dos hijos, unos ciberestafadores y el sicario del servicio de seguridad FSB Vadim Krasikov. Junto a ellos Pablo González también 'volvió' a Rusia, y no ha reivindicado su inocencia. No ha regresado a España ni ha hablado con medios españoles. Sus partidarios han pasado de hacer campaña por él a guardar silencio.

Páblo González, recibido junto a otros espías, por Vladimir Putin

El último servicio

Dos semanas después del intercambio de prisioneros entre la Federación Rusa y Occidente, las autoridades polacas presentaron por fin cargos de espionaje de manera pública y oficial. En Varsovia su liberación es un asunto controvertido porque Polonia no consiguió la liberación de ninguno de sus ciudadanos presos en Rusia o Bielorrusia: fueron terceros países los que se beneficiaron.

El último escándalo sobre su figura está relacionado con la información a la que tuvo acceso por el hecho de estar detenido. Justo antes de su entrega a Moscú pudo leer todas las pruebas recabadas durante la investigación, incluso las confidenciales. La oposición polaca denuncia que así se le hizo un ‘regalo’ para que prestase un último servicio a Moscú antes de abandonar Europa.

Fuentes cercanas a González confirman que ejerció su derecho a familiarizarse con el material del proceso, tal y como está estipulado en el Código Penal. Así lo reconoció el portavoz de la Fiscalía al medio ‘Rczeczpospolita’. Es probable que esos expedientes de la investigación incluyeran información valiosa para la Inteligencia rusa", señaló Piotr Niemczyk, ex alto cargo de la Inteligencia polaca, en declaraciones difundidas por ‘El Independiente’.

En España, la esposa de Rubtsov-González, Oihana Goirien, todavía, incluso después del intercambio de espías por presos políticos, sostuvo en una entrevista que su marido es un periodista corriente. Pero el día después del intercambio —una jornada histórica en la que Vladimir Putin recibió a los rusos liberados a pie de pista en el aeropuerto y estrechó incluso la mano de González— el director del Servicio de Inteligencia Exterior (SVR) de Rusia, Serguei Naryshkin, comentó sobre el regreso de los espías rusos: “Nos reunimos con nuestros colegas, están en su tierra natal y necesitarán descansar un poco. Y seguir trabajando”.