Muy debilitado por las disputas en el seno de su partido político, el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, anunció esta semana que dejaría su cargo, así como el de líder del Partido Liberal de Canadá.

Por Pascale Géricolas, corresponsal de RFI en Quebec

Cuando derrotó al líder conservador Stephen Harper en 2015, todo parecía ir bien para el hijo del ex primer ministro Pierre Eliott Trudeau. Encarnaba el optimismo y anunciaba un futuro soleado. A dirigentes de todo el mundo les gusta dejarse ver con este carismático líder de 43 años, siempre dispuesto a hacerse selfies con los transeúntes.

Diez años después, la imagen del antiguo prodigio de la política se ha desvanecido considerablemente. Al hacer demasiadas promesas de gran alcance, ha decepcionado a quienes creían en la sociedad diversa, igualitaria y sostenible que ensalzaba. Su partido nunca había estado tan bajo en las encuestas. Justin Trudeau ha dejado a un país profundamente dividido en una posición de debilidad frente al feroz apetito de Donald Trump por engullir a su vecino del norte. A pesar de todo, destacan algunos de sus logros. Basta pensar en la legalización del cannabis, el programa nacional de guarderías y la prestación por hijo a cargo, que ha sacado de la pobreza a más de 400.000 familias.

“Su proyecto político respondía a las necesidades de un electorado muy diverso: la clase media, los aborígenes y los pobres”, señala Thierry Giasson, profesor del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad Laval. “Mostró claramente su deseo de ayudar a la gente”, dice. El politólogo recuerda que en varias ocasiones el gobierno de Justin Trudeau acogió a personas que huían de zonas en guerra.

Bajo su mandato, más de 100.000 sirios encontraron refugio en Canadá. Del mismo modo, casi 300.000 ucranianos han obtenido visados de emergencia para instalarse en un país donde esta diáspora ha desempeñado un papel importante desde finales del siglo XIX.

Un país abierto a los demás

El énfasis en la captación de recién llegados ha sido una de las puntas de lanza de los tres mandatos sucesivos del Primer Ministro.

En 2017, su tuit “Bienvenidos a Canadá” hizo furor entre los refugiados frente a la campaña “América primero” de Donald Trump. Durante varios años, decenas de miles de personas utilizaron Roxham Road, una carretera rural en desuso al sur de Montreal, para llegar a Canadá. Una auténtica brecha en la frontera entre Estados Unidos y Canadá.

En 2022, Canadá experimentará un crecimiento sin precedentes de un millón de habitantes, en gran parte gracias a los inmigrantes. Sin embargo, provincias como Quebec advierten a las autoridades federales de la carga que los recién llegados suponen para unos servicios públicos de sanidad y educación cada vez más mermados.

Justin Trudeau, por su parte, ha hecho de la inmigración prácticamente un dogma como principal fuente de crecimiento y productividad de Canadá. En 2023, sin embargo, decidió cerrar Roxham Road y dar un giro de 180 grados.

Ante la grave crisis de la vivienda, agravada por la falta de inversiones a lo largo del tiempo, el gobierno endureció su política de inmigración. El número de personas admitidas disminuyó y los inmigrantes se enfrentaron a obstáculos cada vez mayores en el mercado laboral. Un duro reconocimiento del fracaso.

Con el tiempo, Justin Trudeau fue criticado a menudo por su incapacidad para adaptarse a la realidad sobre el terreno. En enero de 2022, permitió que un movimiento de camioneros opuestos a las medidas sanitarias se manifestara durante tres semanas en Ottawa. La capital del país se paralizó, para consternación de los vecinos. Pero quizá sea la lucha contra el cambio climático la que mejor ilustra su falta de rumbo.

Conformar a todos

Como signatario del Tratado de París, Canadá introducirá en 2018 un impuesto sobre el carbono para poner precio a la contaminación. Al mismo tiempo, sin embargo, el Gobierno está gastando miles de millones de euros en comprar y ampliar un enorme oleoducto. Una iniciativa que permitirá duplicar las exportaciones de petróleo a Asia.

“Justin Trudeau tardó tanto en actuar en este asunto – objeto de una guerra política entre las provincias de Columbia Británica y Alberta – que no tuvo más remedio que comprar esta infraestructura”, explica Frédéric Boily, profesor de Ciencias Políticas en el Campus St-Jean de la Universidad de Alberta. Sin embargo, el retraso del proyecto ha puesto en su contra a los partidarios del desarrollo de los recursos naturales, que representan la mayor parte de las exportaciones canadienses.

Muchos consideran que el primer ministro ha sido incapaz de elegir entre los intereses de la industria de los combustibles fósiles, fuertemente subvencionada, y la lucha contra los gases de efecto invernadero, impulsada con grandes discursos.

Decepción entre las Primeras Naciones

El balance de Justin Trudeau en lo que pretendía ser una gran reconciliación con los pueblos aborígenes también es desigual. A pesar de la promesa de garantizar el acceso generalizado al agua potable, todavía hay procedimientos judiciales pendientes. Y pocas medidas concretas han seguido a una vasta investigación sobre el asesinato y desaparición de mujeres aborígenes, a pesar de que se lanzó a bombo y platillo.

En retrospectiva, el ex profesor de teatro parece haber tenido dificultades para dotarse de los medios necesarios para lograr sus ambiciones. Canadá siempre ha apoyado verbalmente a Ucrania, sin ayudarla realmente en el plano militar. Y tras haber prometido dar a su país un papel más importante en la escena internacional, el Primer Ministro no consiguió garantizarle un puesto en el Consejo de Seguridad.

Sin embargo, es a su electorado al que este campeón de la diversidad integral, ya sea en términos de género, cultura o sexualidad, quizás haya decepcionado más. El coste de los alimentos, la vivienda y la energía: los canadienses quieren respuestas claras a sus preguntas. Evidentemente, las están obteniendo del Partido Conservador, aunque su programa económico esté lejos ser completo. Según los sondeos, este partido podría ganar una amplia mayoría de escaños cuando lleguen las elecciones, probablemente en primavera. Las esperanzas y promesas de la era Trudeau podrían llegar a un abrupto final.