Tras la masacre de Múnich en 1972 y el boicot por países africanos de los Juegos Olímpicos de Montreal en 1976, en 1980 el evento deportivo sufrió una nueva polémica, con unos 60 países que decidieron no mandar atletas, siguiéndole el paso a Estados Unidos para protestar contra la intervención militar de la URSS en Afganistán. Este es el sexto de una serie de artículos sobre Juegos Olímpicos y geopolítica, que RFI publicará hasta los Juegos de París 2024.
Por la redacción de RFI en inglés
Sin duda, a los antiguos filósofos griegos les habría gustado esta ironía: un político que toma partido con la esperanza de evitar la politización. En 1980, el presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, propuso que los Juegos Olímpicos se celebraran permanentemente en Grecia para evitar que el acontecimiento fuera presa de una administración a la deriva.
Aparte de que el país no disponía de la infraestructura necesaria para organizar una versión moderna de su antiguo evento, el Comité Olímpico Internacional (COI), presintiendo un deseo de reducir sus poderes, rechazó la opción. Estados Unidos, sorprendido, encabezó un boicot de 60 países a los Juegos de Verano de 1980 en Moscú para protestar contra la invasión de Afganistán por la Unión Soviética.
Cuatro años más tarde, los Juegos de Los Ángeles fueron boicoteados por la Unión Soviética y 14 países del Bloque del Este, debido a supuestos problemas de seguridad y a la histeria antisoviética en Estados Unidos. Visto desde el prisma de las sofisticadas costumbres modernas, fue una provocación de muy mal gusto. Hoy reina un caleidoscopio de matices.
Poco más de un año después de que el presidente Vladimir Putin ordenara a las fuerzas rusas entrar en Ucrania a través de Bielorrusia, el COI afirma que los atletas rusos y bielorrusos deberían poder competir bajo un estandarte neutral en los Juegos de París 2024, incluso si continúa el conflicto en Ucrania. Al COI le llueven insultos del dirigente ucraniano Volodimir Zelenski.
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Una táctica sopresa
Siempre ha sido así. La agresión militar soviética fue la razón ostensible del boicot en 1980. Ahora le toca a Rusia mostrarse beligerante. Pero la indignación de antaño era un poco más premeditada. Carter era consciente de la creciente amenaza de un posible segundo mandato presidencial del ex actor reconvertido en gobernador de California, Ronald Reagan.
También quería mostrar su firmeza para compensar el impasse en el caso de los rehenes estadounidenses retenidos desde el 4 de noviembre de 1979 en la embajada de Estados Unidos en Teherán.
La incipiente angustia de Carter y su táctica desconcertaron a los grandes cerebros del Kremlin. "Por lo que sabemos y por lo que yo puedo decir, los soviéticos no previeron que la invasión de Afganistán fuera un problema para los Juegos Olímpicos", comenta Bob Edelman, profesor de Historia rusa e Historia del deporte en la Universidad de California en San Diego.
"Se trataba de ex estudiantes que habían estudiado en Rusia y en la Unión Soviética y que ahora estaban haciendo un trabajo muy deficiente a la cabeza del nuevo Afganistán. Así que los soviéticos intervinieron para calmar la situación, no necesariamente para tomar el control del territorio afgano. No esperaban que hubiera problemas. De hecho, la cuestión nunca se planteó", explica.
Una sorpresa, de hecho, ya que 29 países, en su mayoría africanos, rehuyeron los Juegos Olímpicos de Montreal 1976 debido a la negativa del COI a prohibir la participación de Nueva Zelanda después de que el equipo de rugby de ese país realizara una gira por Sudáfrica a principios de ese año, desafiando los llamamientos de la ONU para que se impusiera un embargo deportivo a la Sudáfrica de la era del apartheid.
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"La ingenuidad no es una mala forma de expresarlo", añade Edelman: "Fundamentalmente, el deporte no era la principal preocupación de los dirigentes soviéticos, por lo que el vínculo no era muy fuerte para ellos, a pesar de que invirtieron muchos recursos y energía política en el deporte olímpico".
"Fue un fiasco miserable"
Quizás los dirigentes seguían deslumbrados por la preeminencia soviética en Montreal, donde los atletas ganaron el mayor número de medallas de oro y encabezaron el medallero general. Otra gran actuación en suelo soviético sería una maravilla propagandística.
Al final, Carter se hundió en el atolladero. Su administración tuvo que presionar a sus aliados para que se retiraran y también tuvo que lidiar con negativas rotundas a plegarse a la línea estadounidense.
Carter es la encarnación de la torpeza. Envió al ex boxeador Muhammed Ali a África para convencer a las naciones de ese continente de que no participaran en el evento. Herido por esta condescendencia, el líder tanzano Julius Nyere no se reunió con Ali durante su visita de tres días y envió a tanzanos a competir en Moscú.
"Fue un fiasco miserable", dice Edelman, y prosigue: "Ali no se había preparado para ello. Y, por supuesto, la pretensión y los supuestos fundamentales también eran erróneos".
"En 1980, los países africanos dijeron a los estadounidenses: ‘¿Dónde estabais en 1976 cuando los necesitábamos?’ Y, por supuesto, en aquella época, Estados Unidos no era suficientemente crítico con el apartheid", recuerda Edelman.
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Gran Bretaña: "Se lo perdieron"
Mientras los tanzanos tenían luz verde para irse, Gran Bretaña, bajo el liderazgo de Margaret Thatcher, recién instalada al frente del gobierno conservador, estaba dispuesta a apoyar a Estados Unidos. Una votación en la Cámara de los Comunes apoyó el boicot por 315 votos a favor y 147 en contra.
Pero la Asociación Olímpica Británica desafió al gobierno y ofreció a los atletas la posibilidad de competir o quedarse en casa. Wilbert Greaves, uno de los cerca de 200 británicos que viajaron a Moscú, afirma que no tuvo reparos en ir. "No fue una decisión difícil", recuerda este hombre de 66 años: "Eran mis primeros Juegos Olímpicos y, el año anterior, había pasado la mayor parte del tiempo recuperándome de una fiebre glandular".
"Así que quería demostrarme a mí mismo que podía recuperar mi nivel de forma. Una vez clasificado para los Juegos, ya estaba. El equipo estaba formado y yo iba a ir. No pensé en nada más", expresa. Alcanzó las semifinales de los 110 metros vallas y llegó a la misma instancia en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984.
"Los atletas que eligieron ir a los Juegos y ganaron medallas, las ganaron por méritos propios", insiste. "Y todos los que no estuvieron allí… se lo perdieron. Así es como yo lo veo", añade Greaves, que ahora trabaja en el sector de la hostelería. "He tenido experiencias en la pista en Moscú y Los Ángeles, y entre bastidores en los Juegos Olímpicos de Londres, Río y Tokio. Y cruzando los dedos, espero estar en París en 2024″, concluye.
¿Qué será de los rusos en París 2024?
La incertidumbre sigue asolando los preparativos sobre quién estará exactamente en la capital francesa para la suntuosa ceremonia inaugural a orillas del Sena, el 28 de julio, y la clausura de los JJ.OO., el 11 de agosto.
A pesar de que el COI dictaminó que rusos y bielorrusos pueden participar como neutrales, la ministra francesa de Deportes, Amélie Oudéa-Castéra, dijo en marzo de 2023 que el Gobierno de Emmanuel Macron podría denegar la entrada a atletas de esos países. "Las recomendaciones del COI son un paso que no prejuzga lo que haremos para París 2024″, añadió.
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"Es el COI el que tiene la última palabra, es el COI el que determina las condiciones de participación de los atletas. Por otra parte, está claro que el jefe de Estado de la nación anfitriona tendrá una voz que se oirá en las deliberaciones del COI", prosiguió.
World Athletics, dirigida por el británico Sebastian Coe, compañero de Greaves, impuso una prohibición a los atletas rusos y bielorrusos poco después de que comenzara la ofensiva rusa e incluso después de que el COI tomara medidas que no dieron muestras de suavizar su postura.
"La muerte y la destrucción que hemos presenciado en Ucrania durante el último año, incluida la muerte de unos 185 atletas, no ha hecho sino reforzar mi determinación a este respecto", declaró Coe.
"Herramientas de la política"
El ministro de Deportes ruso, Oleg Matytsin, se mostró previsiblemente indignado por la decisión de World Athletics. "Consideramos inaceptables estas restricciones politizadas. Los Juegos Olímpicos deben seguir siendo neutrales y las federaciones internacionales deben dar a todos los atletas más fuertes en su deporte el derecho a competir", declaró Matytsin. Y ahí están las eternas líneas de fractura. Hace 43 años, los administradores deportivos lucharon con los políticos por la supremacía de los Juegos de Moscú.
París está en medio de las disputas. "Si la política decide quién puede participar en una competición, entonces el deporte y los atletas se convierten en herramientas de la política", declaró el jefe del COI, Thomas Bach, en el Foro Político del Ruhr, celebrado en Essen (Alemania), en marzo de 2023. "Entonces es imposible que el deporte transfiera sus poderes unificadores", prosiguió.
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"Nos enfrentamos a un dilema. Sentimos, sufrimos y comprendemos al pueblo y a los atletas ucranianos. Por otro lado, como organización mundial, tenemos una responsabilidad con los derechos humanos y la Carta Olímpica. Estos dos textos no autorizan un aislamiento tan total de personas con pasaportes específicos", insistió Bach.
Es perdonable que una treintena de naciones hayan escrito al COI para decir que Rusia y Bielorrusia pueden volver al redil internacional poniendo fin a las hostilidades en Ucrania. Los soviéticos se quedaron en Afganistán, los Juegos Olímpicos de 1980 siguieron adelante y lo mismo ocurrirá con los de 2024, con la polémica que los acompaña.
"Los Juegos son un objetivo privilegiado para la intervención política", afirma Edelman. "Mucha gente está pendiente de los Juegos. Los políticos quieren llamar la atención. Es una buena manera de hacerlo… para ellos, es un día más en la oficina", concluye.