Rafah, una gran ciudad del sur de la Franja de Gaza, ha quedado prácticamente vacía. Casi toda su población, alrededor de un millón de personas, se ha visto obligada a huir. Rafah está bajo las bombas israelíes, y el Estado hebreo afirma que la ciudad es el último bastión de Hamás. Lea el relato de un residente de Rafah que quería quedarse en casa hasta el final, pero finalmente se resignó a marcharse cuando los tanques israelíes entraron en su barrio.
Mohamed era el último miembro de su familia que quedaba en Rafah. Su padre, su madre, sus hermanos y hermanas se habían marchado. Se refugiaron con unos parientes en el centro de la Franja de Gaza, lejos de la operación terrestre israelí en curso en el sur del enclave. Decidido a quedarse al principio, el joven tuvo que enfrentarse a los hechos. “Quedarme sería firmar su sentencia de muerte”, afirma.
Sami Boukhelifa, corresponsal de RFI en Jerusalén, habló con él. “Acabo de marcharme. Fue una locura. Había disparos por todas partes en las calles. Salí corriendo. Ya no era posible permanecer en Rafah. Los drones disparaban a cualquiera que estuviera en la calle”, aseguró.
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Drones mortales
Mohamed deja atrás una ciudad fantasma. La incursión israelí comenzó hace más de tres semanas, en la parte oriental de Rafah. “Los tanques llegaron al oeste de Rafah. Tuve que marcharme, no porque tuviera miedo de las tropas sobre el terreno, sino por los drones. Son mortales. No sólo están ahí para vigilar: pueden disparar munición real, disparar misiles y lanzar bombas”, dijo.
Además de Rafah, el norte del enclave también está bajo el fuego de la artillería israelí: Ciudad de Gaza, Beit Lahia, Beit Jala, el ejército dice haber apuntado a 50 objetivos en toda la Franja de Gaza en los últimos días.
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