Elliott Erwitt, figura destacada de la agencia Magnum, se distinguió por sus fotografías a menudo divertidas, impregnadas de una profunda ternura por las especies humana y animal. Falleció el miércoles 29 de noviembre, informa el New York Times. Tenía 95 años.

Por François-Damien Bourgery

Se lo apodaba "el Doisneau americano" por su capacidad para captar momentos de gracia. Algunos lo llamaban "fotógrafo total" por su talento polifacético. Él se definía simplemente como un "fotógrafo aficionado" en el sentido literal de la palabra, que significa "el que ama". Elliott Erwitt amaba bulímicamente, siempre con el mismo sentido del humor. Durante casi 80 años, lo fotografió todo, en todas partes, desde las playas de Río hasta la feria de artículos eléctricos de Moscú, desde exposiciones caninas hasta platós de cine, centrándose en sus contemporáneos, a los que observaba a través de su cámara con ojo bromista y benévolo.

En el ocaso de su vida, cuando un periodista de The Guardian le preguntó qué era lo que más le gustaba de la vida, respondió: "La gente, y los perros. Erwitt sentía la misma ternura por la especie canina, omnipresente en sus fotos. Los perros", decía, "son modelos perfectos: suelen ser amables, no se quejan y no piden copias de las fotos".

Los visitantes de la retrospectiva de este año en el Museo Maillol de París fueron recibidos a la entrada de la exposición por un extraño retrato en blanco y negro captado a ras de suelo. Junto a un par de piernas gigantescas que parecían pertenecer a un gran danés, se encontraban las piernas calzadas de una señora que sujetaba a un pequeño chihuahua con correa y llevaba un gorro de lana con un pompón. La foto, tomada en Nueva York en 1974, podría haber resumido la obra de Erwitt en pocas palabras.

El momento decisivo

El fotógrafo franco-estadounidense se ha distinguido a lo largo de su inmensa carrera por sus composiciones insólitas y su agudo sentido del instante decisivo, ese fragmento de segundo teorizado por Henri Cartier-Bresson que constituye el alma de una fotografía. Como un carterista, Elliott Erwitt sabía robar con ligereza la originalidad de una escena aparentemente banal para arrancar una sonrisa a su público. Una sonrisa deslumbrada ante este beso, captado en el espejo de un retrovisor en una playa californiana al atardecer. Divertido por el dedo acusador señalado por Richard Nixon en el pecho de un Nikita Jruschov impasible. "Una imagen es buena si tiene estas dos cualidades: composición y contenido, pero también magia", solía decir. Para él, esta magia estaba ante todo en el blanco y negro. El color se reservaba para los encargos. El color es una cuestión profesional", explica. Mi vida ya es bastante complicada".

Nacido Elio Romano Erwitz en París en 1928 de padres rusos, Elliott Erwitt pasó su infancia en Milán antes de emigrar a Estados Unidos vía Francia en 1939. Creció en Hollywood, donde en su adolescencia se interesó por la fotografía, que estudió en el Los Angeles City College. Después se trasladó a Nueva York, siguió cursos de cine en la New School for Social Research y viajó por Europa. Viajó a Francia e Italia, equipado con su fiel Rolleiflex, que pronto cambió por una Leica.

La aventura Magnum

En 1953, tras cumplir el servicio militar, se incorporó a la agencia Magnum, apadrinada por Robert Capa. Rápidamente adquiere experiencia. En 1957, se convierte en miembro del consejo de administración. Dos años más tarde, se convierte en Vicepresidente de la agencia para Europa, luego en Presidente durante un año, antes de volver a serlo de 1966 a 1969. Con él, Magnum diversificó sus actividades, abriéndose a la publicidad y a los encargos de empresas. "El trabajo comercial no es malo en sí mismo", respondía a los que condenaban este giro.

Paralelamente a su trabajo en Magnum, siguió una carrera como fotógrafo independiente. Era la edad de oro de la prensa ilustrada. Políglota -hablaba cuatro idiomas-, Elliott Erwitt viajó por todo el mundo para Life, Look, Collier’s y Paris Match. Se lo puede encontrar en Cuba con el Che Guevara, en Nevada con Marilyn Monroe, en Nueva York en la limusina de Andy Warhol, en Japón, Polonia, Siberia… Todos estos viajes son oportunidades para alimentar su obra personal. En los años 70, realiza también varios documentales y, una década más tarde, 18 películas cómicas para la cadena de televisión HBO.

Fotógrafo de calle, retratista, fotoperiodista y publicitario, Elliott Erwitt también se dedicó a la fotografía contemporánea, inventando un personaje para la ocasión: André S. Solidor, nacido en 1962 en Grand Citron, Guayana Francesa, partidario del retoque y los colores saturados. Casado y divorciado cuatro veces, padre de seis hijos y dueño de ocho perros, Erwitt reconoce haber trabajado hasta el final para pagar sus facturas. Siempre con la vista puesta en otra parte. Viajar es muy importante", dice. “Hay que salir de casa. En casa no hay mucho que hacer”.