En su último día en Francia, el papa Francisco concluyó su visita a la ciudad de Marsella con una multitudinaria misa. En esta celebración religiosa pidió a los europeos que sean responsables con los migrantes, y que superen el "fanatismo de la indiferencia". Una consigna que ha venido pidiendo desde su llegada al país galo, el viernes pasado.

Las calles mediterráneas de la ciudad portuaria resonaron de aplausos cuando el papa Francisco se dirigía a la misa programada a las 4 de la tarde, hora local, en el Velódromo de Marsella. De acuerdo con las autoridades francesas, unas 60 000 personas acompañarían a Francisco durante su último día en Francia.

"Venimos de lejos, pero era importante estar aquí, porque estaremos en comunión con toda la comunidad religiosa, católica", dijo a la AFP Aurea Dias Neto, una mujer de 52 años nacida en Santo Tomé y Príncipe, pero residente en el centro de Francia.

Este viaje de dos días de Jorge Bergoglio a la segunda ciudad más grande del país galo, tenía el objetivo de clausurar los Encuentros Mediterráneos entre jóvenes y obispos de los países ribereños.

La indiferencia, una enfermedad europea

Por la mañana, Francisco pidió una "responsabilidad europea" para enfrentar el "fenómeno migratorio" tras denunciar la víspera el "fanatismo de la indiferencia" hacia los migrantes. "Quien arriesga su vida en el mar no invade, busca acogida", reiteró.

Desde su llegada a Francia, el papa no ha dejado de reiterar que los migrantes arriesgan su vida atravesando el Mediterráneo, tras huir de guerras, de la miseria, y de los impactos del cambio climático.

Su viaje tiene lugar días después de que se cuenta la llegada de más de 8 000 migrantes en la pequeña isla italiana de Lampedusa, tras cruzar el Mediterráneo. En este mar alrededor de 28 000 personas han desaparecido desde 2014 en su intento de alcanzar Europa desde África, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

Desde su elección como sumo pontífice en 2013, una de sus prioridades ha sido alertar sobre las tragedias de los migrantes en el Mediterráneo, en Centroamérica, en Oriente Medio, y ha pedido alrededor del mundo que sean recibidos en las mejores condiciones humanas, con dignidad.

En el caso francés, Francisco denunció el discurso de odio de los grupos políticos de extrema derecha que se expresan de los movimientos migratorios como si se tratara de “una invasión”. Por esta razón, pidió que las autoridades hablen de un proceso de “integración” de los extranjeros, y no de “asimilación”, un término propio de la derecha.

Sus nuevos llamados se producen en un contexto cada vez más hostil para estos exiliados en Europa: Francia advirtió que "no acogerá" ningún migrante de Lampedusa.

Polémica laica

El presidente francés, Emmanuel Macron, conversó este sábado una media hora con Francisco, con quien evocó la cuestión migratoria. Además, el mandatario francés le expuso sus planes sobre la ayuda activa a morir que debe presentar "en las próximas semanas". El papa había advertido poco antes contra la "perspectiva falsamente digna de una muerte dulce".

La oposición de izquierda criticó la presencia de Macron, junto a su esposa Brigitte, en la misa, al considerar que "pisotea" la neutralidad religiosa.

"Yo considero que mi lugar es asistir. No iré como católico, sino como presidente", se defendió la semana pasada el mandatario centrista, quien será el primero desde Valéry Giscard d’Estaing en 1980 en asistir a una misa papal.

Antes de regresar a Roma, el Papa habría de reunirse brevemente con el mandatario francés.

Con AFP