En 2024, China registró un crecimiento económico del 5%. Se trata del ritmo más lento desde hace tres décadas, sin contar el periodo Covid, mermado por la brusca ralentización del consumo. La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca ha agitado el espectro de una guerra comercial.
En China, el sector inmobiliario, pilar tradicional de la economía, está en crisis. Esta ralentización lastra los resultados económicos del país. A pesar de las medidas de estímulo, el consumo sigue siendo tímido, señal de la persistente preocupación por la seguridad del empleo y los ingresos futuros, explica nuestra corresponsal en Pekín, Clea Broadhurst.
En 2024, el PIB de China alcanzará los 134.908 billones de yuanes (17.867 billones de euros), según las estimaciones oficiales de la Oficina Nacional de Estadística (ONE) publicadas el 17 de enero. Eminentemente política y cuestionable, la cifra oficial del PIB es, sin embargo, objeto de gran escrutinio, dada la envergadura de la segunda economía mundial. Pero la cifra final está “a menudo sujeta a ajustes estratégicos para reflejar objetivos internos”, advirtió a principios de semana François Chimits, economista del Instituto Mercator de Estudios sobre China.
Otro punto de alerta es la deflación, que frena el gasto de los hogares y la inversión. Las últimas cifras muestran una producción industrial robusta, pero las ventas al por menor tienen dificultades para mantener el ritmo. El desempleo aumenta, reflejo de una economía desequilibrada.
Para 2025, Pekín promete aumentar su apoyo presupuestario y continuar con sus medidas de estímulo al consumo, como la reciente ampliación de las subvenciones para ayudar a los hogares a sustituir sus electrodomésticos. Pero, ¿bastarán estas medidas para dar la vuelta a la situación?
La desaceleración china tiene repercusiones mundiales. Como segunda economía mundial, China influye en el comercio, los precios de las materias primas y las cadenas de suministro. Esta ralentización también pone de manifiesto retos fundamentales: la deuda de los gobiernos locales, el envejecimiento de la población y la mayor dependencia de los paquetes de estímulo, todo lo cual plantea interrogantes sobre la estabilidad del país a largo plazo.