Mientras que el presidente argentino Javier Milei se declara oficialmente miembro de esta filosofía política, que consagra la libertad, las ideas libertarias también son sostenidas por el fundador de Telegram, Pavel Durov, y el imprevisible jefe de X y SpaceX, Elon Musk. RFI examinó más de cerca esta ideología, que tiene una fuerte presencia en Estados Unidos pero es difícil de precisar.

Por Aurore Lartigue

“Libertario”. El término aparece regularmente en los medios de comunicación. Recientemente, se ha aplicado al misterioso jefe de Telegram, Pavel Durov, procesado por Francia por no haber moderado suficientemente ciertos debates en su servicio de mensajería. Aunque no está claro si él mismo se declara miembro de esta corriente de pensamiento, es en nombre de la sacrosanta defensa de las libertades individuales que el fundador del “Facebook” ruso, Vkontakte, mantiene desde hace años un tira y afloja con el gobierno de Vladimir Putin.

Hay que reconocer que esta filosofía política, muy arraigada en Estados Unidos, es poco conocida en otros lugares como Francia. Tal vez porque, por un lado, está “la lógica y la teoría de esta ideología”, que parece bastante simple sobre el papel, y, por otro, “la práctica y la aplicación, sobre las que no siempre estamos de acuerdo”, reconoce Vadim Asadov, presidente del pequeño Partido Libertario Francés (PLIB), que cuenta con un millar de afiliados.

Descendientes del liberalismo

“Haz lo que quieras con lo que tengas, con los que estén de acuerdo”. Esta es la frase que se utiliza a menudo para resumir la base de este pensamiento. “La idea es que puedes vivir tu vida como quieras siempre que respetes los derechos de los demás. Eso significa tolerar los diferentes estilos de vida y puntos de vista de otras personas y respetar todas las formas de libertad”, explicó a RFI Ian Vásquez, vicepresidente del Cato Institute, el mayor think tank libertario estadounidense, situado a pocos metros de la Casa Blanca. Nada debe interponerse en el camino de esta libertad y, por tanto, debe protegerse de toda forma de coacción. En consecuencia, el papel del Estado debe reducirse a un mínimo estricto y centrarse en la protección de los derechos de los individuos, en primer lugar el derecho a la propiedad, que consideran esencial para la libertad.

Aunque a menudo se cita el nombre del economista francés de mediados del siglo XIX Frédéric Bastiat cuando se habla de libertarismo, esta ideología hunde sus raíces en el liberalismo clásico de pensadores como John Locke y Adam Smith. Olivia Leboyer, autora de una tesis en Ciencias Políticas y especialista en liberales, resume: “Un libertario es un liberal que defiende posiciones radicales, que pueden llegar hasta el anarquismo”. Como reacción al auge del socialismo y del intervencionismo económico, “esta ideología resurgió con más fuerza en los años 40, y fue realmente en los 60 cuando el libertarismo surgió como corriente y luego se convirtió en partido en 1971 en Estados Unidos”, explica la especialista. Fue allí donde se sentaron las bases teóricas con Robert Nozick y Anarchy State and Utopia en 1974, y la llamada corriente anarco-capitalista de Murray Rothbard en 1973 [uno de los fundadores del Cato Institute, nota de la redacción], con The Libertarian Manifesto”.

Partidarios del más puro liberalismo económico, los promotores del libertarismo hacen gala de una fe absoluta en el libre mercado como fuerza autorreguladora, que consideran el mejor medio para fomentar la innovación y la prosperidad. “Con la globalización, la brecha entre los más ricos y los más pobres del mundo se ha reducido considerablemente si nos fijamos en la mayoría de los indicadores de bienestar humano, desde el acceso al agua potable hasta las tasas de mortalidad infantil”, argumenta Ian Vásquez, quien cree que es precisamente el acceso al libre mercado lo que ha hecho posible este milagro.

Los libertarios, por su parte, rechazan cualquier idea de redistribución y se oponen ferozmente al sistema del impuesto sobre la renta. “La cuestión de la justicia social está completamente alejada de sus mentes”, señala Olivia Leboyer. “Creen que cada cual es dueño de su propiedad y que el talento y el mérito son personales, de modo que un jugador de baloncesto que gana mucho dinero gracias a su talento no tiene por qué redistribuirlo entre quienes no son tan competitivos”.

Ideas que seducen en Silicon Valley

No es de extrañar, pues, que en los últimos años Silicon Valley, con su culto al rendimiento, se haya convertido en una incubadora de ideas libertarias. Tecnologías como las criptomonedas y el blockchain, que propugnan un sistema monetario libre de control estatal, redes que permiten a las personas comunicarse libremente, escepticismo ante la regulación estatal… Además de la libertad para emprender e innovar sin cortapisas que reivindican las start-ups, muchos de los valores del mundo tecnológico resuenan naturalmente con los de los libertarios.

Mientras Peter Thiel, fundador de PayPal, se declara libertario, a Elon Musk, que empezó en la empresa de pagos en línea, también se le atribuyen a menudo ideas libertarias. Cuando compró Twitter [ahora X], el CEO de Tesla dijo que quería proteger la red de la censura y convertirla en un bastión de la libertad de expresión. También es muy crítico con la intervención gubernamental. Pero su libertarismo parece más oportunista que teórico. Por ejemplo, no ha escatimado en dar a sus empresas miles de millones de dólares en subvenciones para producir coches eléctricos.

Olivia Leboyer también señala que la filosofía libertaria se basa en el deseo de “desarrollar al máximo las capacidades del individuo”, de “ir más allá de los límites”, un enfoque “futurista” que se puede encontrar en ciertos proyectos de Elon Musk, que quiere establecer colonias humanas en otros planetas e implantar chips para potenciar nuestras capacidades cerebrales con su empresa Neuralink.

La ideología libertaria tiene mucho que atraer a estas mentes disruptivas. En 2023, uno de los mayores inversores de Silicon Valley, Marc Andreessen, publicó un “manifiesto de tecnooptimismo” que no pasó desapercibido. Citando a autores cercanos al pensamiento libertario como Friedrich Hayek y Milton Friedman, desarrollaba su convicción de que las nuevas tecnologías son el principal motor del progreso y la solución a los problemas de la humanidad.

Inclasificable

En Francia, las ideas libertarias tienen dificultades para difundirse, admite Vadim Asadov, presidente del PLIB, fundado en 2016. En las últimas elecciones legislativas de 2024, los dos candidatos presentados apenas obtuvieron un centenar de votos cada uno, es decir, entre el 0,2 y el 0,3% de los sufragios.

Pero incluso en Estados Unidos, a pesar de esta visibilidad en el debate público, hay que decir que a los representantes de este movimiento les cuesta abrirse paso en las urnas. En las últimas elecciones, el Partido Libertario obtuvo solo el 1,2% de los votos nacionales, es decir, alrededor de 1,8 millones de votos. En 2016, su candidato, Gary Johnson, batió un récord para el partido al superar… el 3%.

Este año, Oliver Chase, de 39 años, ha sido designado candidato presidencial. Aunque no tiene ninguna posibilidad contra los dos colosos, Donald Trump y Kamala Harris, podría sin embargo ser un aguafiestas en algunos estados, como lo fue durante las elecciones al Senado de 2022 en Georgia, precipitando una segunda vuelta entre los dos principales contendientes.

Lo que probablemente no facilita la comprensión de los libertarios es que son difíciles de clasificar en el clásico espectro político izquierda-derecha. “La derecha es más liberal en lo económico, pero pretende regular la vida de las personas y defender los valores conservadores a través del Estado, mientras que la izquierda quiere regular la economía pero está a favor de una mayor libertad de la sociedad. Nosotros nos situamos en algún punto intermedio”, explica Vadim Asadov, del lado francés. “Uno de nuestros antiguos presidentes del Instituto Cato solía resumir nuestro pensamiento diciendo que el Estado debería mantenerse alejado de los consejos de administración y de la alcoba. Hoy, tanto la derecha como la izquierda quieren que el Estado intervenga en tu vida. Sólo que no se ponen de acuerdo en qué aspectos”, coincide Ian Vásquez.

En la práctica, esto da lugar a veces a sorprendentes cócteles ideológicos. En general, los libertarios están a favor de la inmigración, la liberalización de las drogas y en contra del control de armas.

Pero para Matt Zwolinski, profesor de filosofía en la Universidad de San Diego y coautor de The Individualists. Radicals, Reactionaries, and the Struggle for the Soul of Libertarianism, si “el Partido Libertario es considerado por la mayoría de la gente seria como una broma […], eso no significa que el libertarismo no haya tenido influencia: en un sistema electoral como el de Estados Unidos, las ideologías radicales ganan influencia no ganando elecciones, sino cambiando las ideas de los grandes partidos”.

“Desde este punto de vista, las ideas queridas por los libertarios han disfrutado, dice el especialista, de grandes éxitos en los últimos cincuenta años: la legalización de facto de la marihuana, una importante desregulación del sector del transporte, una expansión significativa del libre comercio internacional, mayores libertades para las personas LGBTQ, el fin del servicio militar obligatorio, importantes reducciones de los tipos impositivos marginales, etc.”.

Muy consciente de sus limitaciones en las urnas pero de su poder de influencia, el Partido Libertario invitó a los dos principales candidatos a su convención nacional el pasado mes de mayo. Sólo asistió Donald Trump. Desde los años 80, el liberalismo económico se ha vuelto más atractivo para los votantes conservadores, y los libertarios se inclinan hacia los republicanos. Tras presentarse a las elecciones presidenciales de 1998 bajo la bandera del Partido Libertario, Ron Paul, activista de los derechos civiles y feroz opositor a la Patriot Act y a la intervención militar extranjera, ha sido dos veces candidato a la nominación republicana. Estas conexiones no impidieron que Donald Trump, demasiado autoritario y proteccionista para su gusto, fuera fuertemente abucheado durante su discurso.

Javier Milei, ¿un libertario en el poder?

¿Vendrá la salvación del extranjero? El año pasado, la elección de un autoproclamado libertario a la presidencia de Argentina reavivó las esperanzas de los promotores del movimiento. “En su campaña, Javier Milei abogó por un cambio de paradigma en Argentina, volviendo a la tradición liberal clásica de hace más de 100 años, que hizo de Argentina uno de los países más ricos del mundo”, se entusiasma Ian Vásquez, del Cato Institute.

El presidente argentino, economista de formación, está desregulando a paso redoblado. Aprobada a finales de junio, su “ley ómnibus” debería permitirle desmantelar organismos federales y privatizar una docena de empresas estatales. Sus primeros golpes con restricciones a la información pública, o su negativa a compensar a los jubilados por la pérdida de poder adquisitivo frente a la inflación, ya han llevado a decenas de miles de argentinos a las calles. Para los libertarios, a veces tachados de utópicos o “hippies de derechas”, es la prueba de que sus ideas pueden gobernar.

Pero, ¿es Javier Milei realmente un libertario? La pregunta se ha planteado a menudo. En algunas cuestiones sociales, como el aborto, a las que se opone firmemente, sus posiciones parecen a primera vista contrarias a una visión libertaria. “Sobre el aborto, no hay un punto de vista único”, asegura el vicepresidente del Cato Institute, que explica que la mayoría de los libertarios son “proabortistas”, en nombre sobre todo de la libertad individual sobre el propio cuerpo.

“No todos los libertarios coinciden en las ideas centrales de su filosofía”, comenta Matt Zwolinski. “Algunos adoptan una actitud más bien liberal y progresista en cuestiones sociales, mientras que otros adoptan una postura más conservadora. En una cuestión como el aborto, por tanto, no hay una respuesta libertaria”, explica el especialista en pensamiento libertario, al tiempo que concluye: “quizá sea esperar demasiado de una teoría suponer que es capaz de responder a todas las preguntas”.