El francés Émile-Armand Benoit es techador de profesión. En 2015 fue elegido "Meilleur Ouvrier de France" y es uno de los artífices de la rehabilitación de Notre-Dame de París tras el voráz incendio de 2019. Como un verdadero alquimista, transformó el plomo en ornamentos con los que adornó los tejados y la aguja principal de la catedral parisina que está siendo inaugurada este fin de semana de diciembre 2024. Con él estuvimos en marzo pasado, en las alturas de una catedral todavía envuelta en un enjambre de andamios.  

Por François-Damien Bourgery

Es bastante inusual, al escribir un retrato, encontrarse con alguien tumbado en una cuneta. Este miércoles de marzo, Émile-Armand Benoit trabaja duro en el claustro de la sacristía de Notre-Dame, donde se guardaban los tesoros de la catedral hasta el incendio del 15 de abril de 2019. El pequeño edificio contiguo al coro se salvó, pero los años han mordisqueado lentamente su tejado de piedra, que necesita ser impermeabilizado. Con una máscara especial sobre su rostro, el artesano soldaba las planchas de plomo con la meticulosidad de un cirujano que sutura una herida.

Para poder acercanos a él, primero debimos seguir un curso de concienciación sobre el plomo, pasar por el vestuario para cambiarnos de ropa, ponernos ropa interior y mamelucos desechables, un par de botas y un casco, y atravesar dos puertas de seguridad. La entrevista es cronometrada. Los obreros de Notre-Dame van contrarreloj para devolver el edificio al público; nuestro hombre tiene otras cosas en la cabeza, muy alejadas a responder a las preguntas de un periodista. No obstante, aceptó hablar en medio del fragor de los trabajos.

Cinco años después del incendio que la devastó, la catedral sigue rodeada de andamios. Sólo su aguja vuelve a perforar de manera visible el cielo de París. Destruida por el fuego, la obra del arquitecto Eugène Viollet-le-Duc ha sido reconstruida de forma idéntica. Y es allí, a más de 90 metros de altura, donde nos hubieramos encontramos con Émile-Armand Benoit si hubiéramos venido un mes antes ya que es el responsable del equipo encargado de instalar el tejado, así como los ganchos y "grand ducs" que lo subliman. El jornalero tiene una doble competencia. Además de techador, es ornamentalista. Como un alquimista, transforma el plomo en ornamentos con los que adorna los tejados.

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El nacimiento de una vocación

Émile-Armand Benoit creció al pie de otra catedral: la de Amiens, a una hora al norte de París. Tiene dos hermanas pequeñas y unos padres que dirigen un restaurante gastronómico. "Así es como me formé", admite este treintañero con cara de actor y sonrisa hollywoodense. "Mi padre no tuvo una gran educación, pero siempre quiso estar en lo más alto. Un día, en una fiesta del pueblo, uno de sus amigos, techador de profesión, lo inició en el trabajo con plomo. Y me dijo: 'Coge mis herramientas y toma el plomo y arréglatelas'. Así que me puse a golpear un trozo de plomo y, de una sola plancha, produje una cabeza de caballo sobre una matriz de bronce ".

Émile-Armand tenía 14 años y esta iniciación fue una revelación. "Si me hubiera hecho trabajar con zinc, quizá no me habría interesado tanto".

A pesar de ser un buen alumno, abandonó los estudios generales y optó por la formación profesional de techador. Su decisión sorprendió a la mayoría de sus profesores, que ya lo veían estudiando medicina o derecho. En Francia, la formación profesional suele considerarse una salida para los alumnos con dificultades o desventajas. Sus padres, en cambio, respetaron su desición, con una condición. "Mi padre me dijo: 'Serás techador, pero no solamente'. No quería que este oficio fuera un pasatiempo o simplemente una forma de ganarse la vida. Quería que desarrollara mis habilidades, que llevara las cosas al límite".

El joven aprendió a trabajar con distintos metales y se formó como ornamentalista en una empresa de restauración de monumentos históricos. Allí perfeccionó su visión espacial, su sentido del gesto y su capacidad para dar vida a los materiales. Descubrió la "pasión" por esta profesión y la sensación de libertad que te da cuando estás encaramado a los tejados. En 2015 se presentó al examen Meilleur ouvrier de France, símbolo de excelencia en el oficio. Para los techadores, el examen consiste en presentar la maqueta de un tejado del tamaño de un coche Smart, hecho con los distintos materiales utilizados en Francia -pizarra, tejas, plomo, cobre, zinc y tejas de madera- de forma armoniosa.

Émile-Armand trabajó hasta 70 horas por semana en el proyecto durante tres meses.Pero cuando llegó el momento de presentarlo, tuvo dudas. Después de dedicarle tanto tiempo a su maqueta, sólo veía sus defectos. Pero aprobó el examen y eso significó un punto de inflexión en su vida. "Cuando te nombran Meilleur ouvrier de France, la percepción de los demás cambia ", observa. Ya no eres un simple techador, eres alguien en quien pueden confiar. Ya no necesitas que te recomienden".

El sabor del plomo

El 15 de abril de 2019 estaba elaborando un presupuesto cuando un amigo le envió una foto de la catedral en llamas. Al principio pensó que era un fotomontaje. Recibió una segunda, subió a la azotea de su edificio, desde donde podía ver la columna de humo, y finalmente encendió su televisor. Sintió "un gran nudo en el estómago ". A diferencia de miles de curiosos, no corrió al lugar. No tenía ningún deseo de hacerlo, como tampoco quería ver las imágenes de la tragedia.

Para entonces, Émile-Armand había creado su propia empresa. Se dedicaba a la construcción y a la rehabilitación de tejados de edificios de estilo Haussmann. Pero echaba de menos los monumentos históricos y trabajar con el plomo. Quería volver a su primer amor. Se lo confió a un amigo que le propuso venir a "divertirse un poco" en las buhardillas del castillo de Dampierre, en Yvelines. "Fue entonces cuando redescubrí la necesidad de trabajar con el plomo todos los días ", explica.

Una cosa llevó a la otra, y aquí está, en lo alto de la aguja de Notre-Dame, "feliz y un poco preocupado ", como abrumado por la envergadura del proyecto. Es una obra fuera de lo común en todos los sentidos: el tamaño, el número de empresas que trabajan en ella, las grúas…".

Durante los primeros días, admiró el paisaje desde lo alto de la catedral. Luego, muy rápidamente, la perdió de vista. "No importa si nieva, llueve o hace viento, hay que seguir adelante. Como jefe de equipo, tengo que pensar en todo para todos. Es un trabajo física y psicológicamente exigente".

Después de tres meses "muy, muy intensos " en las alturas de Notre-Dame, Émile-Armand Benoit regresó al taller, aliviado con la posibilidad de tomarse un respiro antes de encarar la fase final del trabajo de rehabilitación en el segundo semestre 2024, para que todo esté listo antes de la reapertura del 8 de diciembre.