En la región autónoma de Sinkiang (noroeste), China ha llevado al extremo la vigilancia masiva. En una nueva investigación, la ONG Human Rights Watch ilustra cómo, gracias a una sofisticada tecnología, la policía rastrea todos los movimientos de los uigures y otras minorías turcas y musulmanas en nombre de la lucha antiterrorista. Maya Wang, investigadora sobre China de Human Rights Watch, explica los métodos utilizados por las autoridades.

Por Heike Schmidt

RFI: ¿Prueba su nueva investigación que en Sinkiang basta con escuchar suras del Corán en el teléfono para que te detengan?

Maya Wang: Así es. Hemos analizado científicamente una base de datos que utiliza la policía. Por supuesto, llevamos documentando crímenes contra la humanidad cometidos en Sinkiang desde 2017. Sabíamos que se detenía y encarcelaba a personas sólo porque sus teléfonos contenían predicaciones islámicas. Pero esta nueva investigación demuestra que las autoridades consideran que grabar predicaciones y recitar el Corán es peligroso y extremista. Lo hemos identificado en una de sus bases de datos oficiales, y ahora entendemos cómo funciona la vigilancia.

¿Qué hay en esta base de datos de las autoridades chinas a la que han podido acceder?

Examinamos una lista de 50.000 archivos calificados de violentos o extremistas por la policía. El 9% de estos archivos incluyen contenido violento, escenas sangrientas como degollamientos. El 4% contiene llamamientos a la violencia. Pero sigue siendo una proporción muy pequeña. Más de la mitad, el 57% para ser precisos, son simples textos religiosos, incluidas recitaciones del Corán, que no son extremistas ni violentas.

A los ojos de la policía china, ¿qué significan exactamente los términos "violento" o "extremista"?

Este es precisamente el problema en China y, en particular, en Sinkiang: el gobierno chino dice que lucha contra el terrorismo y el extremismo, pero estos términos están definidos de forma muy vaga. A menudo, no se trata de difundir contenidos violentos o extremistas, ni de hacer llamamientos a la violencia. Si criticas al gobierno, te pueden acusar de extremista. Las leyes antiterroristas están redactadas de forma extremadamente vaga en China. Pero en Sinkiang, las autoridades van más allá de estas leyes y a menudo actúan ilegalmente. Bajo la bandera de la lucha antiterrorista, casi todo se considera terrorismo.

¿Puede decirse que el teléfono inteligente facilita el espionaje totalitario de los ciudadanos?

Esto es lo que demuestra nuestro estudio. El teléfono inteligente se ha convertido en la mejor forma de vigilar a la población. Lo chocante de nuestro estudio es también el alcance y la rapidez con que la policía es capaz de analizar todo el contenido de los teléfonos. En Urumqi, la capital (3,5 millones de habitantes), han examinado 1,2 millones de teléfonos nada menos que 11 millones de veces en sólo nueve meses. Imagínese cuántos agentes harían falta si esto tuviera que hacerse manualmente. Sería casi imposible, pero la tecnología permite comprobar el contenido del móvil muy rápidamente. La historia de Sinkiang demuestra por qué la vigilancia es problemática. Se puede reprimir a una sociedad con medios técnicos simples y sofisticados. Cada vez, el Estado da un paso más. Con cada paso, se erradica aún más la libertad de una forma muy intrusiva.

Human Rights Watch pide una investigación internacional e independiente en Sinkiang, pero ¿cómo convencer a China para que la acepte?

El pasado octubre, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU quiso aprobar una resolución para debatir la situación en Sinkiang. Pero fracasó porque demasiados Estados estaban en contra. Pero esperamos que en las próximas sesiones, que comienzan en junio, gobiernos como el de Francia tomen la iniciativa de pedir una resolución, de debatir y establecer un mecanismo para examinar los abusos de China contra los derechos humanos, especialmente en Sinkiang. Es factible, sólo es cuestión de que haya voluntad de hacerlo en el Consejo de Derechos Humanos.