Bielorrusia celebra este domingo unas elecciones presidenciales en las que el resultado está fuera de toda duda: Alexander Lukashenko volverá para un séptimo mandato de cinco años. Tras las elecciones de 2020, en las que su poder parecía tambalearse ante unos resultados controvertidos, el hombre fuerte del país reforzó su control a costa de una represión sin cuartel que le valió las sanciones de Occidente. Alexander Lukashenko reaccionó acelerando su acercamiento a una Rusia también sometida a sanciones desde 2022.

Por Anissa El Jabbri

Sin controles de equipaje ni pasaportes, sin personal de seguridad visible: en Minsk, a la llegada de un vuelo procedente de Moscú, el paso es fluido. Es la última consecuencia concreta del acercamiento entre Rusia y Bielorrusia: desde el 11 de enero de 2025, los dos países se reconocen mutuamente los visados, lo que permite a los viajeros extranjeros circular libremente entre ambos países. La idea se remonta a… 2017.

La cooperación económica entre estos dos aliados, cuyas relaciones han sido a veces turbulentas, recibió un impulso el 9 de septiembre de 2021. En una rueda de prensa en el Kremlin, Vladimir Putin y Alexander Lukashenko anunciaron la firma de un paquete de “28 programas” para reforzar la “Unión Rusia-Bielorrusia”, una alianza política y económica que se remonta a 1999 y que llevaba tiempo estancada. En aquel momento, el Jefe de Estado ruso declaró que estos programas pretendían “unificar la legislación rusa y bielorrusa en diversos sectores económicos” y “construir mercados financieros y energéticos unificados”.

Desde entonces, los dos aliados han sido objeto de sanciones occidentales y la cooperación económica se ha estrechado aún más. Basta con leer los documentos oficiales bielorrusos y rusos: la frase “sustitución de importaciones” lo dice todo.

Por decirlo claramente, Bielorrusia y Rusia comercian cada vez más en sectores clave como la industria y la maquinaria agrícola, que se han visto obstaculizados por las sanciones occidentales. Un símbolo particular de ello es BelAZ, orgullo nacional de Bielorrusia, que produce el tractor más grande del mundo, utilizado en minería y otras industrias. El pasado noviembre, BelAZ abrió un centro de asistencia técnica en Murmansk. Este importante puerto del Ártico ruso es también la cabeza de puente de una región en la que se extrae níquel, cobre y carbón. Los medios de comunicación rusos se hicieron eco ampliamente de su llegada, así como de la cobertura regular y abundante de todos los acontecimientos relacionados con la cooperación entre ambos países, tanto a nivel estatal como empresarial. Cuando RFI se puso en contacto con ellos, BelAZ, al igual que otras empresas bielorrusas, guardó silencio o se negó a responder.

Sin embargo, un vistazo a las estadísticas oficiales bielorrusas muestra que Moscú es un actor clave: las empresas rusas, dice, se convirtieron -con diferencia- en los principales inversores del país en el primer trimestre de 2024, con algo más del 57% del mercado. En cuanto a la inversión bielorrusa en el extranjero, el 91% se dirige a Rusia.

Minsk aún conserva algunos vínculos con Europa

Bielorrusia ha conservado algunas de las marcas extranjeras que abandonaron el mercado ruso tras el inicio de la guerra en Ucrania, y aún mantiene vínculos con Europa en ciertos segmentos de su mercado nacional. En las calles de la capital, Minsk, no se ve la avalancha de coches chinos que han copado la mayor parte del mercado de automóviles nuevos, como ha ocurrido en Rusia en los últimos dos años y medio. Aquí, la gran mayoría de los coches siguen siendo europeos: Volkswagen, Mercedes, Renault, Peugeot, Skoda y Citroën. Más marginal: en el sector de la ropa, algunas cadenas mantienen una discreta presencia en dos centros comerciales de Minsk, entre ellas la marca española Zara.

Esto da lugar a un movimiento poco habitual, sobre todo los fines de semana: viajes de compras entre Rusia, Bielorrusia y Rusia, a menudo sólo para pasar el día. Una madre visiblemente acomodada de San Petersburgo, con su marido y sus hijas pequeñas a cuestas, atareada con cinco bolsas llenas hasta los topes, nos cuenta: “La primera vez que vine a Bielorrusia fue hace un mes por trabajo. Ahora estamos aquí para pasar el día. Volamos de ida y vuelta y decidimos ir al centro comercial, porque en San Petersburgo, donde vivimos, ya no tenemos estas marcas. Compramos ropa escolar y de trabajo, zapatos y un poco de todo para nosotros y los niños… En definitiva, es cierto que no es especialmente barato, y no tuvimos mucho tiempo, 1h15. En fin, ya me tengo que ir, hay que darse prisa, ¡el taxi nos espera para el aeropuerto!”.

Los habitantes de la capital ya están acostumbrados a este vaivén. Una mujer que encontramos en el aparcamiento del centro comercial nos explica: “Los rusos vienen mucho a estas tiendas cuando hay promociones, rebajas o se suceden los días festivos en Rusia. En estos casos, te puedes encontrar en tiendas de marcas europeas, con una proporción de 30 rusos por cada 10 bielorrusos. Antes, rusos y bielorrusos iban de compras a los países bálticos y a Europa. Ahora vienen a nosotros para lo mismo”.

McDonald’s abandonó Bielorrusia en otoño de 2022, poco menos de seis meses después de salir de Rusia, ganándose de paso el sarcasmo de Alexander Lukashenko: “Nosotros también sabemos cortar un trozo de pan por la mitad y meter dentro un trozo de carne, patatas fritas y ensalada”. Y de hecho, al igual que Rusia, Bielorrusia también ha desarrollado su propia franquicia. En Minsk, se llama “Mak.by” y está situada en el mismo local que la cadena estadounidense, decorado de la misma manera. Y ofrece los mismos menús.