El nuevo ejecutivo está compuesto por 39 ministros con una división paritaria entre géneros y un mayor acento en la derecha. Destaca la presencia de un peso pesado de la derecha, Bruno Retailleau al frente del ministerio del Interior. El Gobierno de Barnier nace debilitado paralmentariamente y dependiente del no veto de la ultraderechista Le Pen. Uno de sus primeros retos será la presentación de los presupuestos de 2025.

Francia ya tiene un nuevo gobierno tras días de ajustes y tensiones entre el nuevo primer ministro, Michel Barnier y el presidente, Emmanuel Macron. La constitución del nuevo ejecutivo llega dos meses y medio después de las elecciones legislativas del pasado 7 de julio y tras un bloqueo inédito de tres grandes bloques en la Asamblea, ninguno con mayoría suficiente. Pese a que la coalición de izquierdas consiguió llegar primera con mayoría simple, el nuevo gobierno está anclado en el centroderecha, sellando un pacto entre el hipercentro del presidente y Los Republicanos de Barnier. Sin embargo, la elaboración del gabinete ha sido complicada. En un primer momento el primer ministro trató de imponer un número elevado de ministros de su partido, Los Republicanos, en carteras de peso. El miércoles por la noche, en una reunión en el Elíseo, Macron rechazó su propuesta y abrió un nuevo pulso que se resolvió el jueves por la vía rápida. 

El nuevo Gobierno está compuesto por 39 ministros con una división paritaria entre géneros. Solo 19 de esos ministros serían de pleno ejercicio, y de ellos 8 son mujeres. Completan la lista 15 ministros de ejercicio y otros 5 secretarios de estado, rangos inferiores.  La mayoría de las carteras han quedado en la órbita del hipercentro de Macron y sus socios centristas como el MoDem pero Los Republicanos arrancan una importante presencia. Destaca la presencia de un peso pesado de la derecha, Bruno Retailleau al frente del ministerio del Interior. Durante los disturbios en los suburbios de París en 2023, Retailleau, adalid del "orden y la firmeza", habló de una "regresión hacia los orígenes étnicos" en estas zonas.El primer consejo de ministros tendrá lugar el próximo lunes a las 15 horas. 

Varios miembros del último gobierno repiten como Sébastien Lecornu (Defensa) y Rachida Dati (Cultura) o cambian de cartera como Jean-Noël Barrot (canciller), Catherine Vautrin (Territorios) y Agnès Pannier-Runacher (Ecología). Macron también ha nombrado a la polémica senadora Laurence Garnier, –opuesta al matrimonio igualitario y a blindar el aborto en la Constitución– como secretaria de Estado de Consumo, pese a sonar inicialmente en la cartera de Familia.

El Gobierno de Barnier nace debilitado paralmentariamente y dependiente del no veto de la ultraderechista Le Pen que podría activar el botón rojo y hacer valer sus 126 diputados y 11 millones de votos cuando considere. La paradoja de hacer un cordón republicano para excluir a la ultraderecha de Reagrupamiento Nacional del poder para, más tarde, necesitar la aprobación de Le Pen para no ser censurado ha sido una de las grandes críticas con las que arranca esta nueva etapa política que muchos analistas consideran que acarreará grandes sobresaltos. 

 

 

Larga secuencia política 

Macron adelantó en junio las elecciones legislativas previstas en 2027, a raíz de la victoria del partido de extrema derecha de Marine Le Pen en los comicios al Parlamento Europeo, pero sus resultados complicaron todavía más la situación.

La coalición de izquierdas Nuevo Frente Popular (NFP) ganó los comicios con 193 diputados, pero Macron rechazó nombrar a su candidata a primera ministra, la economista Lucie Castets, al considerar que podría caer rápidamente en una moción de censura. En su lugar encargó a Barnier, un veterano político de 73 años, un gobierno de "unidad" que, contando los diputados de la alianza del presidente, de LR y otros diputados de centro, quedaría muy por debajo de la mayoría de 289 diputados y a merced de la extrema derecha.

Macron, cuyo mandato termina en 2027, ya viró a la derecha en enero su gobierno, con Gabriel Attal al frente, pero, con Barnier, lo ancla mucho más en este espectro político, en un contexto en que Europa se derechiza también en cuestiones migratorias.

Uno de sus primeros retos será la presentación de los presupuestos de 2025, cuando Francia incumple los límites de déficit y deuda públicos fijados por las normas europeas, sin subir los impuestos a las clases medias y mejorando los servicios públicos, como prometió.