Carlos Gutiérrez/CONNECTAS*
Este 2024 será histórico, porque más de la mitad de la población mundial elegirá a sus gobernantes. Más de 70 países celebrarán elecciones, entre ellos los más poblados, como Rusia, México, Bangladesh, India, Estados Unidos, Indonesia, Pakistán y Brasil. También habrá elecciones en el Parlamento Europeo y en Reino Unido.
Además, este año terminará el llamado súperciclo electoral que comenzó en 2021 en Latinoamérica. El Salvador elegirá a su presidente el 4 de febrero, mientras que Panamá lo hará el 5 de mayo. República Dominicana se sumará el 19 del mismo mes, y México, el 2 de junio, Uruguay el 27 de octubre, mientras Venezuela aún no ha definido fecha. Costa Rica, Perú, Brasil y Chile tendrán comicios municipales.
“Con tantas elecciones, la adrenalina que nos generarán a los que nos dedicamos a esto de la consultoría política va a ser constante”, dice Ramón Ramón Sánchez, consultor en tecnopolítica y comunicación en Latinoamérica y España. Por su parte, el periodista Gerardo Lissardy, en un texto publicado por la BBC, apunta que este año electoral latinoamericano “modificará el mapa de poder en la región, aunque esta vez quizás menos de lo que aspiran algunos opositores”.
Inaugurará el año El Salvador, donde Nayib Bukele buscará la reelección, a pesar de que la Constitución de ese país no permite esa figura. Sin embargo, en forma insólita, la Corte Suprema de Justicia y el Congreso permitieron que el presidente tuviera una licencia de seis meses para dedicarse a su campaña electoral.
Lissardy considera que las encuestas muestran a Bukele como “claro favorito para ser reelecto, con intenciones de voto superiores a 60%”. No obstante, el presidente “es acusado por críticos de haber concentrado el poder del Estado en su figura, controlando a la Justicia y al Congreso, y de violar derechos humanos para aplastar a las pandillas que sembraban terror en el país”, añade.
Para la politóloga y socióloga Carolina Ovares-Sánchez, “la reelección en El Salvador es solo un camino más en esta senda autoritaria a la que Bukele está llevando a su gobierno”. Explica que ha ganado buena parte de su capital político por su “muy buen manejo” en redes sociales. Ello, aunque efectivo, resulta criticable porque él y su equipo comunican lo que hace su gobierno, pero atacan a quienes “no hacen lo que ellos quieren que hagan”, dice la experta.
La siguiente elección tendrá lugar en República Dominicana, donde el presidente, Luis Abinader, también buscará la reelección y según algunas encuestas es el favorito, con más del 50% de las intenciones de voto. En Panamá, el proceso está lleno de incertidumbre porque el expresidente Ricardo Martinelli, que aparece como el candidato más fuerte, enfrenta un proceso legal por lavado de dinero.
La mexicana es otra de las contiendas más esperadas debido a que el país vive altos niveles de violencia y porque, por primera vez, compiten por la presidencia dos mujeres. Hasta ahora, las tendencias favorecen a Claudia Sheinbaum, la candidata de Morena, el partido en el gobierno.
Ramón Sánchez ha sido asesor de varios candidatos en este país y de prácticamente todas las tendencias políticas. Piensa que en esta elección se dará un “uso poco ético de la inteligencia artificial”, con filtraciones, difusión de videos inventados y hasta generación de noticias falsas. En gran medida, dice, esto será “porque ninguna de las dos candidatas es capaz de ilusionar al votante”.
En Uruguay esperan que la coalición de izquierda Frente Amplio pueda llevarse la elección y con ello recuperar el poder. Mientras tanto Venezuela, para algunos analistas, presenta el escenario más complejo, debido a que en octubre María Corina Machado obtuvo un amplio margen en las elecciones primarias, pero el Gobierno las desconoció y la inhabilitó para ejercer cargos públicos. Por esta razón, se espera que Nicolás Maduro vuelva a ser reelecto y con ello continúe en el poder, como lo ha hecho desde hace más de una década.
El otro proceso electoral que mantendrá en vilo al planeta es, sin duda, el de Estados Unidos. En un artículo publicado en CNN, la analista Frida Ghitis señala que en noviembre se sabrá “si la caótica presidencia de Trump, con sus rasgos autoritarios, fue solo un trastorno temporal en la historia”, o si la presidencia de Joe Biden “no supone más que una pausa de cuatro años en el descenso de Estados Unidos hacia el aislacionismo autoritario”.
De regresar a la presidencia, describe Ghitis, Trump tendría un gobierno extremo “en múltiples frentes”. Recuerda que el expresidente “ha prometido utilizar el Departamento de Justicia para buscar venganza contra sus oponentes políticos, debilitando las instituciones estadounidenses, socavando la democracia y coqueteando con la dictadura”. En caso de que Biden sea reelegido, “las posibilidades de restaurar la estabilidad mundial son mucho mayores. Pero están lejos de estar aseguradas”.
Ovares-Sánchez encuentra varios retos para los futuros procesos electorales. Uno es que se garantice la independencia de los poderes judiciales. “Es un tema bastante problemático por la cooptación que hay en ciertos organismos de control por algunos presidentes”, explica. Otro reto es que se garantice una buena gobernanza, “porque ganar elecciones no es suficiente”. Dice que los futuros gobernantes deben llevar a cabo las promesas que hacen en campaña y “que haya una mayor inclusión social por parte de la ciudadanía, porque en América Latina la desigualdad económica sigue creciendo”.
Además, este ciclo electoral tendrá una característica que lo hará muy distinto a los anteriores. Se trata de la “presencia omnímoda de la Inteligencia Artificial” (IA), como la describe Antoni Vidal Carretero en el libro El último periodista. La inteligencia artificial toma el relevo. Este autor expresa su preocupación porque con estas tecnologías se podrían “manipular las campañas como nunca se previó; y superar el cometido espurio que tuvo Cambridge Analytica en 2016 en el triunfo de Donald Trump en las elecciones de Estados Unidos, y en la salida del Reino Unido de la UE tras el referéndum sobre el Brexit”.
Hay que recordar que la firma Cambridge Analytica, con sede en Londres, protagonizó una de las filtraciones de datos más grandes de la historia al extraer información privada de más de 50 millones de usuarios de Facebook. Como lo recuerda The New York Times, dicha acción “permitió a la empresa explotar la actividad privada en redes sociales de un porcentaje enorme del electorado de Estados Unidos para desarrollar técnicas que apuntalaran su trabajo en la campaña de 2016 del presidente Donald Trump”.
Para curarse en salud, el presidente de Asuntos Globales de Meta (antes Facebook), Nick Clegg, dijo en un comunicado que esta empresa ha tomado medidas para hacer frente a la irrupción de la IA en los procesos electorales. Entre otras, que los anunciantes “tendrán que informar cuándo utilizan IA u otras técnicas digitales para crear o alterar un anuncio político o social en determinados casos”. Además, en algunos países etiquetan “los medios controlados por el Estado en Facebook, Instagram y Threads para que los usuarios sepan cuando el contenido procede de una publicación que puede estar total o parcialmente bajo el control editorial de un gobierno”.
Para Ramón Sánchez, la IA ofrece la posibilidad de generar mensajes perfectos, dirigidos a diferentes audiencias. Sin embargo, como aún se trata de una herramienta reciente, lo que se ve –lo dice principalmente por el caso mexicano– son campañas de ocurrencia y de improvisación. Por su parte, el analista Andrés Ortega publicó en Política Exterior que “en estas elecciones puede irrumpir la simbiosis entre la inteligencia artificial generativa y las nuevas redes sociales, que ha hecho una nada decisiva primera aparición en los comicios argentinos”.
Los periodistas Jack Nicas y Lucía Cholakian apuntan que las elecciones en Argentina fueron “un campo de pruebas para la inteligencia artificial”, donde los dos candidatos, Javier Milei y Sergio Massa, emplearon tecnología “para adulterar imágenes y videos existentes y crear otros desde cero”. Destacan un video “ultrafalso” creado por el equipo de Massa donde Milei “explica cómo funcionaría un mercado de órganos humanos”. A pesar de que el vocero de Massa insistió en que “la publicación era en broma”, dejó ver que es posible crear imágenes erróneas y sesgadas de los políticos. “La tecnología tiene la capacidad de confundir y engañar a los votantes, crear dudas sobre lo que es real y añadir desinformación que puede propagarse por las redes sociales”, señalan en The New York Times.
Para Ramón Sánchez, las elecciones “tratan de emociones. La gente vota por emoción, aunque luego use la razón para justificar ese voto”. Y en ese terreno, la IA resulta fundamental. Para él, ganarán las contiendas quienes tengan la capacidad de entender cómo ha cambiado el mundo en términos tecnológicos y sean capaces de definir estrategias para que el candidato pueda “emocionar a todos los votantes”. Considera que la política se ha transformado porque la mayoría de los ciudadanos tienen un celular en la mano y los políticos lo saben. No obstante, muchos de ellos “se suben a esto de la moda de las redes sociales o de la inteligencia artificial y la ponen como fin y no como medio”.
El mayor problema, sin embargo, es que los países están “perdiendo la batalla contra las herramientas de inteligencia artificial que se están utilizando para desinformar”, explica Ovares-Sánchez. Considera que hay países que están llevando a cabo una serie de estrategias para enfrentar esta situación y que vale la pena estudiar con detalle. Uno de ellos es Brasil, donde el Tribunal Supremo Electoral ha establecido alianzas con las grandes empresas tecnológicas para crear un frente contra la desinformación.
Identificar las trampas hechas por medio de la IA no será fácil. La doctora en Derecho de la UNAM, Amada María Arley Orduña, explica que hasta el momento no se cuenta con una herramienta de IA que permita distinguir una voz humana real de una “clonada”. Para ella, “puede ser viable desarrollar una IA que ayude con esta labor”, pero eso por ahora sólo es teoría. “Tenemos que acudir a algo más simple: nuestro sentido de audición”, para detectar este tipo de manipulaciones.
Según escribe Arley en el artículo “Uso de Inteligencia Artificial en campañas electorales”, las autoridades electorales podrían desarrollar “una oficina para detectar y analizar” casos en los que se manipule la información mediante este tipo de tecnología, pero el grupo de trabajo “debería estar constituido por un equipo transdisciplinario de expertos en análisis de audio y video, personal que haga seguimiento a las campañas en redes sociales y abogados en materia electoral”.
Dos investigadores del Departamento para la Cooperación y Observación Electoral de la Organización de los Estados Americanos (OEA), Gerardo de Icaza y Karen Garzón, coinciden en que para que se pueda utilizar “de manera eficiente la IA”, sobre todo en contextos electorales, será necesario contar con la participación de especialistas “capaces de aprovechar al máximo esta herramienta”.
Para los expertos de la OEA es “esencial” fomentar debates a nivel regional y establecer “marcos normativos que aborden de manera efectiva cuestiones cruciales, como la responsabilidad en el desarrollo y utilización de estas plataformas”. Esto es no solo necesario, sino urgente, debido a que la primera elección ya se encuentra a las puertas y es indispensable, como señalan en un texto publicado en la revista Elecciones, “mitigar posibles riesgos y abusos”.
Al final, la ciudadanía tiene la última palabra. Ovares-Sánchez dice que a los votantes nos toca comprender e informarnos cómo funcionan las redes sociales, los trolls y la IA. Además, nos corresponde conocer más cómo son y cómo funcionan nuestros propios sesgos, porque herramientas como la IA y las redes sociales “funcionan cuando hay una información que te reafirma algo que ya crees”.
* Carlos Gutiérrez: periodista mexicano. Miembro de la Mesa Editorial de CONNECTAS. Doctor en Lenguajes y Manifestaciones Artísticas y Literarias, y Máster en Pensamiento Español e Iberoamericano por la Universidad Autónoma de Madrid. Maestro en Artes Escénicas por la Universidad Veracruzana y licenciado en Ciencias de la Comunicación por la UNAM.