Guido Gómez Mazara, abogado, político y quien ha construido notoriedad en roles de expositor y conferencista, acaba de publicar el texto Transición Electoral 1966-1996, Tomo I, (Editora Búho, julio 2024, 286 páginas). Es un libro de aportes desde cualquier punto de vista que se le analice, ya que en el mismo el autor da una mirada contundente a 30 años de historia política dominicana, y donde el primer elemento que sobresale es la violencia. Amén de que en su prosa, atiende y parte, a veces, de la anécdota, que al final desemboca en el suceso fundamental que encumbra o derriba el protagonista político, y cuándo no, edifica el mito.
En un mundo donde el presente está amarrado a lo volátil, y el futuro nada más se vislumbra para anclar en lo incierto, mirar hacia el pasado, para la mayoría de nuestros políticos, es un atrasarse o un perder el tiempo en banal agobio. Sin embargo, con “Transición Electoral 1966-1996, se enriquece el presente con la lectura que Gómez Mazara hace del ayer.
Una cualidad loable de Transición electoral 1966 – 1996, es que su autor muestra, además de un conocimiento certero de los hechos políticos locales, con sus consabidos y oscuros tejemanejes, es que los contextualiza magistralmente por tener hábil manejo de los acontecimientos y sucesos internacionales.
Para analizar un determinado periodo histórico, Gómez Mazara no parte del prejuicio. Se ampara de la autoridad del dato. Del suceso echa mano (y no con actitud de manco), y por eso, del personaje más que deplorar o criticar taras, deja entrever yerros, falencias: ¿Por qué Bosch estuvo fuera por tanto tiempo mientras en el país sucedían hechos extraordinarios? ¿Por qué su actitud en las elecciones del 1978? Deja rodar las sutilezas, sin burdas descalificaciones.
El país que Gómez Mazara analiza es el que sufrió un golpe de Estado (1963), y que al salir de una guerra civil (1965), entró en una permanente guerra interna entre sus actores, y estos, tanto del litoral de la derecha, así como de la izquierda.
Si Las Mil y una noches sirvieron para algunos como decorado para pesadillas, Guido nos muestra cómo las reyertas sirvieron de telón de fondo para un PRD que devoró líderes políticos, sin reposo.
Guido presenta el retrato de una violencia. Le quita la máscara a la de los doce años y la de otros periodos la pone en salmuera Y nos muestra el cascarón feo que la traición empolla. Desentraña desencuentros por pi pá: Juan Bosch-Peña, Majluta-Jorge Blanco, Guido nos pone cara a cara con sus nefandos resultados.
El hijo de Maximiliano Gómez (El Moreno) es un devoto de la reflexión, y alumbra estos análisis. Habitué y consuetudinario charlista de paneles, analiza contextos, observa personajes, disecciona los períodos, y accionar de líderes. A la hora de publicar este texto, Gómez Mazara vive momento de época; se lo disputan los platós como analista, los admiradores, para el estrujón o el abrazo.
El libro de Guido deja una lección: en el sendero más progresista sus dirigentes embanderaron la desavenencia, la fratricida beligerancia, que a la postre cercenaron una generación y obstaculizaron a ella el avance: verbi gratia: Salvador Jorge Blanco, Jacobo Majluta, José Francisco Peña Gómez.
¿Es sano, como hizo Mazara. hacer el rol de esmirriado Herodoto de cuando en vez? Sí. La muestra es Transición electoral 1966-1996, donde se hunde en el análisis, y no como otros, en el barro.
Mazara con este texto demuestra que es político de la actualidad, que mira con inteligencia hacia el pretérito. Lo convierte esto en político de preponderancia, dentro de su partido, y más allá. Y ni decir: conservó reputación y pellejo.
Guido es el último de los mohicanos políticos (Bosch, Peña, Balaguer) que sabe pararse ante el trípode de singulares destrezas: escribir-hablar-pensar, con la altura que ameritan tales oficios. Y muy bien que se ha adentrado inevitablemente al fenómeno de la violencia política, y ha echado un vistazo a ese pedazo de pasado, con “Transición Electoral 1966-1996. Enhorabuena para momento de malas horas.