Cortesía de CONNECTAS/Cristian Ascencio*
Según Evo Morales, expresidente de Bolivia y líder histórico del gobernante Movimiento al Socialismo (MAS), “la OTAN es el principal enemigo de la humanidad”, y junto con Estados Unidos son los reales causantes de la guerra en Ucrania. Lo dice mientras los tanques rusos cruzan los campos ucranianos y sus misiles destruyen edificios de apartamentos junto con sus residentes en Mariúpol o Kiev.
Durante su mandato, Morales buscó alianzas con Putin. En 2019 ambos mandatarios firmaron acuerdos para explotar litio, desarrollar la agricultura y, el más llamativo, para construir un proyecto de energía nuclear a más de 4 mil metros sobre el nivel del mar, en la ciudad de El Alto, arriba de La Paz. No solo él buscó a Putin. Otros líderes latinoamericanos hicieron visitas memorables al Kremlin, como el derechista Jair Bolsonaro (Brasil) y el izquierdista Alberto Fernández (Argentina), quienes tuvieron el poco tino de presentarse allí muy poco antes de la invasión rusa a Ucrania, por lo que sus visitas parecieron un espaldarazo al líder ruso.
Ya después de iniciada la guerra, tanto Argentina como Brasil han tenido tensiones internas para definir su postura diplomática. Tanto así que Bolsonaro desacreditó a su vicepresidente, Hamilton Mourao, luego que este condenó la invasión y en Argentina hace una semana salió a la luz en una nota de Infobae según la cual el kirchnerismo intentó una operación para que Argentina votara en la ONU una resolución favorable a Rusia.
También es conocida la cercanía con Vladimir Putin de Cristina Fernández de Kirchner. De hecho, la actual vicepresidenta respaldó en 2014, cuando aún gobernaba, la anexión de la península de Crimea, en contra de la postura oficial de Argentina, y se convirtió en uno de los pocos líderes mundiales que lo hicieron. Hoy la dirigente peronista ha evitado referirse públicamente sobre la invasión a Ucrania.
Esas figuras latinoamericanas que justifican a Putin y que sí se han referido a la guerra compran sin ningún reparo la narrativa rusa según la cual Estados Unidos y la OTAN presionaron a Moscú a tratar de llevar a Ucrania hacia su área de influencia; el Gobierno ucraniano, dominado por neonazis, viene atacando hace años a la población rusófona; y mientras el mundo se consterna por el ataque ruso, mira para otro lado cuando Estados Unidos hace algo parecido.
En muchos casos detrás de estos argumentos hay una obvia simpatía hacia una figura capaz de poner en jaque al odiado imperialismo norteamericano, sin que sus procedimientos o sus objetivos finales opaquen esa circunstancia. Estas simpatías aparecen en parte del peronismo kirchnerista de Argentina, en algunos comunistas “históricos” en Chile o en parlamentarios oficialistas en México, Bolivia y Perú.
De manera más obvia, en los líderes de países como Cuba, Nicaragua y Venezuela, dominados por regímenes autoritarios que siguen el modelo ruso y tienen una fuerte dependencia de Moscú. De hecho hace una semana, por ejemplo, Diosdado Cabello, el número 2 del régimen en Venezuela, le dio la razón al argumento ruso de que la guerra servía para “desnazificar” a Ucrania. Y como si fuera poco, sugirió hacer lo mismo en el continente para “descocainizar” a Colombia.
El antinorteamericanismo está detrás de todo. Para Vladimir Rouvinsky, académico de política y relaciones internacionales en la Universidad Icesi de Cali, Colombia, Putin se presenta como un líder que rivaliza ante el orden establecido comandado por Washington, y ha sabido ocupar bien sus medios de comunicación para transmitir esa idea, como es el caso de RT. Explica además que ha manipulado información para justificarse, “como que en Ucrania se estaba llevando a cabo un genocidio contra la población pro rusa, lo cual no es real”.
Pero también hay nostalgia ideológica. Rouvinsky, ruso de nacimiento pero residente en Colombia desde los noventa, sostiene que Putin ha sembrado la idea de que la Rusia actual es un símil de la Unión Soviética, lo que ha atraído a viejos políticos e intelectuales de izquierda. “Pero Putin es de tendencia de derecha o incluso yo diría que de extrema derecha”, asegura.
Un ejemplo de estas voces de izquierda es la del congresista del gobernante partido Perú Libre Guido Bellido, quien en una entrevista en Latina TV dijo, después de criticar a la OTAN, que, “en la situación internacional que nos encontramos, la decisión de Rusia de intervenir es la correcta”. Al lado, en Bolivia, en el gobernante partido MAS también hay voces que han justificado públicamente la invasión. Por ejemplo, el actual diputado Rolando Cuellar dijo que Putin “ha decidido salvar y proteger al pueblo ruso ante las amenazas del presidente dictador de Ucrania”.
Rolando Tellería, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Mayor de San Simón, de Cochabamba, sostiene que el MAS ha ideologizado las relaciones internacionales de Bolivia con un discurso antiimperialista que ubica a Estados Unidos como el enemigo número uno. “Mientras todo el mundo y occidente fundamentalmente condenan la invasión, incluida parte de la izquierda latinoamericana, como Boric en Chile, la ambigua posición de Bolivia muestra más bien una simpatía hacia Putin. Esta proviene principalmente desde el partido de gobierno, el MAS”.
En México también hay apoyos a Putin desde el propio oficialismo, aunque parecen minoritarios. El 23 de marzo diputados, del izquierdista Partido del Trabajo (PT), de Morena (el partido del presidente Manuel Andrés López Obrador) y del Partido Revolucionario Institucional (PRI), se reunieron con el embajador ruso en México e instalaron un Grupo de Amistad con Rusia, en plena guerra. El embajador les expuso el punto de vista del Kremlin y aseguró que Ucrania usa a niños y mujeres como escudos humanos.
El diputado Alberto Anaya, líder del PT, de la coalición que llevó al gobierno a AMLO, dijo después de la visita que “agradecemos la información tan pertinente que se nos da del conflicto en Ucrania”. Este acto trajo críticas desde la misma izquierda por falta de prudencia de los organizadores.
Porque la invasión dejó también claro que hay un conflicto latente entre dos tipos de izquierda en Latam. La lógica de la Guerra Fría de que los “enemigos de Estados Unidos son nuestros amigos” está aún muy presente sobre todo en la “vieja guardia”. Pero hay una izquierda que por muy antiimperialista que sea, no está dispuesta a transar con autócratas.
Para Juan Negri, analista internacional argentino y académico de la Universidad Torcuato Di Tella, ser opositor al imperialismo norteamericano es tan importante para la vieja izquierda anclada en el siglo XX, que incluso la lleva a apoyar a alguien que se ha perpetuado en el poder desde el año 2000. “Es paradójico que partidos de izquierda terminan apoyando a un líder autoritario, muy poco comprometido con la expansión de derechos civiles, políticos y sociales, abiertamente homofóbico, y que tampoco puede ser considerado un líder de izquierda (…) Hay una mirada hacia atrás, hacia la Guerra Fría, y a Rusia le gusta plantear el conflicto en esos términos”.
Al otro lado de la cordillera, en Chile, el Partido Comunista, integrante del gobierno de Gabriel Boric, también vive diferencias internas en su análisis de la guerra. En lo público y con matices el PC condenó la invasión, aunque le atribuyó parte de la responsabilidad a la OTAN y Estados Unidos. Pero algunos de sus dirigentes históricos frecuentemente publican en redes sociales notas que resaltan la versión rusa de la historia. Así lo hace el actual convencional constituyente y exdiputado comunista Hugo Gutiérrez.
Para Gilberto Aranda, analista internacional y académico de la Universidad de Chile, “hay personas que desde posiciones conservadoras quieren hacer pasar a Putin como un ícono de izquierda, cosa que es un grave error. Putin es parte de un gobierno nacionalista, que trabaja con el capitalismo, y que no está a favor de la democracia liberal”. Respecto de la posición de la izquierda en Latinoamérica frente a Putin, Aranda explica que “no hay que sorprenderse de las opiniones de países como Cuba, Nicaragua o Venezuela, que han recibido créditos o asistencia de Rusia. Lo esperable es que haya una actitud pro Moscú”.
Según Aranda, en el continente también se puede encontrar una izquierda crítica hacia la figura de Putin, “más posmoderna, en la que los derechos humanos, el derecho internacional y estar en contra de liderazgos autoritarios es más importante”. Pero a la vez, sostiene el analista, “hay una izquierda más tradicional, más anclada al mundo de la Guerra Fría, que intenta construir un mundo multipolar, que mira la acción de Putin de una manera más comprensiva, y que pone el énfasis en las sanciones económicas y los castigos de occidente hacia Putin”.
La situación entre Rusia y Ucrania tiene enormes complejidades históricas y políticas, aunque nada justifica que el ejército ruso haya atacado de forma brutal ciudades sin pensar en las consecuencias para sus habitantes. Pero por lo visto eso no afecta la interpretación maniquea que algunos políticos de América Latina tienen del conflicto. Todos esos apoyos irrestrictos hacia un hombre como Putin, capaz de desencadenar una guerra de consecuencias imprevisibles, muestran que muchos latinoamericanos se han quedado anclados en la segunda mitad del siglo XX. No entienden que la pelea ya no es entre la Unión Soviética, representante de una concepción idealista de la política, y Estados Unidos, el adalid del capitalismo, sino entre el autoritarismo y la democracia.