El golpe de Estado a Juan Bosch suscitó la reacción de los sectores más rancios y ultra-conservadores de la clase política y la élite económica estadounidense. Guardando cierta similitud al discurso liberal, pero con matices muy distintos, la ultraderecha en los EE UU asumía (o repetía) el discurso anticomunista de la derecha dominicana, contribuyendo a través de la radio y la prensa escrita a normalizar el derrocamiento del primer gobierno perredeísta, y el que a última instancia se registraría para la historia como el primero y último gobierno de Bosch.

A través de la propaganda anticomunista y reaccionaria se buscaba dar sentido y justificación al accionar anti-democrático de la derecha dominicana e internacional. Eso lo podemos encontrar en publicaciones como Life Lines (Salvación), un boletín de la extrema derecha norteamericana que se auto-proclamaba“no denominacional, religiosa y patriótica” y se jactaba de ser “una voz patriótica de la libertad” (a patriótica voice of freedom). [1]

Dos casos de propaganda ultraderechista  

Fundada y financiada por el magnate petrolero H.L.Hunt, la publicación derechista Life Lines era parte de un entramado de propaganda anticomunista que incluía un programa de radio que llegaba a millones de personas en los EE UU. Detrás del boletín estaba la Fundación Life Lines, la cual, con sus publicaciones y programas de radio, tenía como norte la defensa del sistema capitalista. H.L. Hunt era amigo de Lyndon B. Johnson, empresario petrolero, uno de los líderes del Partido Demócrata que como presidente de su país dio la orden de invadir la República Dominicana en 1965. Hunt tenía fama de excéntrico y vulgar. Tránsfuga. Prestaba su apoyo a políticos demócratas y republicanos. Populista y demagogo. Patriotero. Cualquier parecido con Donald Trump es solo una coincidencia.

En lo que concierne al golpe de Estado de 1963, en la página 3 de la edición del 30 de octubre de 1963 de Life Lines apareció un artículo que se hacía eco de algunos hechos verídicos en torno al breve gobierno democrático presidido por Bosch mientras repetía o inventaba un sin número de falacias propagandísticas con el objetivo de ofuscar, confundir y en definitiva, refutar el discurso democrático de los sectores anti-golpistas en Santo Domingo y la denuncia de la izquierda revolucionaria norteamericana.

La estridencia discursiva característica de la reacción era un elemento clave de aquella propaganda pro-golpista. Usando las técnicas de persuasión que se asemejan a las fake news del día de hoy, Robert Morris (autor del artículo) hizo una lista de falsedades que rayaban en lo absurdo como la existencia de una milicia de izquierda pro-boschista. Morris era una suerte de Torquemada burócrata dentro de la campaña de persecución anticomunista instigada por el senador Republicano Joseph McCarthy:

“Juan Bosch fue elegido para el puesto más alto de la República Dominicana después de una campaña demagógica. Prometió todo al pueblo y, luego de ser electo presidente, hizo poco por la gente. Jugó las mismas barajas de Castro. Bosch toleró e incluso alentó el regreso del exilio de importantes agentes comunistas. Se embarcó en una campaña de nacionalización que se parecía a la de Castro. Enfrentó su milicia personal de izquierda contra el ejército, estilo Castro. Se rodeó de criptocomunistas.”

Desde los sectores de la supremacía blanca que conforman el universo ultraderechista en los EE UU se llevó a cabo una campaña de desinformación en torno a Bosch y al golpe de Estado, diseminando teorías de la conspiración judía desde el periódico Common Sense (Sentido Común) fundado por Michael Conde McGinley y publicado en el estado de New Jersey.

Juan Bosch y José Francisco Peña Gómez.

De Bosch y su gobierno, quien por ninguna razón debe ser exento de nuestra crítica, se han diseminado las falsedades más inverosímiles con el objetivo de justificar el golpe de Estado que le arrebató al pueblo dominicano sus aspiraciones democráticas y de libre albedrío. Pero la verdad histórica siempre se debe imponer ante la falsificación de la historia. Las mentiras de la derecha eran muchas. Uno de los bulos de la ultraderecha presentaba a Bosch, su gobierno y al Estado dominicano como parte de una conspiración judía y “marxista” a razón de la presencia de refugiados europeos de origen judío, así como exiliados antifranquistas que, de acuerdo a la publicación ultraderechista, ejercían dominio sobre las instituciones del país. Este tipo de propaganda supremacista apareció en el número 481 de la edición del primero de diciembre de 1963 de Common Sense, periódico anticomunista y pro-nazi.

Es imprescindible destacar que la propaganda ultraderechista en los EE UU justificando el golpe de Estado a Bosch tenía una razón de ser:

1.º Reforzaba el esquema de dominación imperialista yanqui a través de la diseminación de noticias falsas y bulos propagandísticos.

2.º Magnificaba el radio de alcance de la ideología conservadora, religiosa y nacionalista dentro y fuera de los sectores más atrasados en los EE UU. [2]

3.º Alimentaba la ignorancia acerca de la realidad social en el Caribe y América Latina, omitiendo el rol de los sectores populares y la clase obrera en la lucha por su porvenir, dándole impulso a la reacción en suelo dominicano y en los EE UU.

4.º En síntesis, la propaganda ultraderechista era una forma de dar a conocer la posición o programa político de una franja del sector ultra-conservador en torno a las relaciones exteriores del gobierno Demócrata presidido por John F. Kennedy (asesinado en noviembre de 1963) y su sucesor, Lyndon Johnson.

5.º La propaganda golpista de la derecha y la ultraderecha norteamericana se valía de las teorías de la conspiración basadas en el odio racial hacia los judíos con el objetivo de ofuscar la lucha de clases dentro y fuera de los EE UU en un contexto de movilización política de la población afro-americana que arreciaba su lucha en contra de la segregación racial. En resumen, en un contexto social marcado por la radicalización de amplios sectores de la juventud inspirada por la revolución cubana y la lucha anti-colonial en África y una izquierda revolucionaria estadounidense atenta a lo que fuera a pasar en Santo Domingo y en otros pueblos en lucha.

Finalmente, partiendo de algunas de las pistas que se han dado a conocer, habría que escudriñar más a fondo la confluencia entre la ultraderecha estadounidense y la derecha dominicana e investigar la posibilidad de que existiera algún tipo de financiamiento a los sectores anticomunistas y al mismo gobierno golpista de Donald Reid Cabral más allá del apoyo político.

Notas

1.Una aclaración necesaria: desde la perspectiva del movimiento conservador y anticomunista en los EE UU, la Unión Soviética representaba el sistema comunista o socialista cuando en realidad el régimen que gobernaba en nombre del comunismo y la clase obrera, el estalinismo, había abandonado los preceptos de la lucha revolucionaria, el internacionalismo y la construcción de un sistema de gobernanza democrática bajo gestión obrera que dieron origen a la revolución rusa de 1917.

2.Cuando decimos “atrasados” no estamos refiriendo a las poblaciones en los Estados del Sur donde el legado del sistema esclavista ha perdurado más tiempo que en el resto de los EE UU. Ese legado está presente en las relaciones de reproducción y en la hegemonía del pensamiento conservador.