Por primera vez luego de tres décadas, el poder de las mafias político-militares formadas y aupadas bajo la dictadura trujillista se debilitaría luego de las elecciones libres y democráticas del día jueves de 20 de diciembre de 1962 que catapultaron a Juan Bosch a la presidencia siendo candidato del Partido Revolucionario Dominicano (PRD).
Debido a los intereses políticos y económicos en disputa, el experimento democrático tenia los días contados. Siete meses después, Bosch sería depuesto como presidente en un golpe militar auspiciado por los sectores empresariales en Santo Domingo y sus aliados en Washington.
El golpe de Estado del 25 de septiembre de 1963 representó un enorme revés para la naciente democracia dominicana. En síntesis, la asonada septembrina buscaba frenar la apertura democrática iniciada tras la caída de la sangrienta dictadura trujillista. Asimismo, los militares golpistas y los sectores de poder pretendían detener el alcance de las luchas sociales y democráticas con la finalidad de salvaguardar sus privilegios de clase.
Una perspectiva desde la izquierda norteamericana
En un editorial aparecido el lunes 7 de octubre de 1963 en la página cuatro del periódico Militante, órgano del Partido Socialista de los Trabajos (Socialist Workers Party-SWP), encontramos una perspectiva de la izquierda revolucionaria norteamericana en torno al golpe de Estado de 1963. A pesar de que el texto omite algunos detalles claves como la constitución del 1963 y su importancia en la ruptura con las prácticas autoritarias del trujillato, el editorial evita la hagiografía y dibuja algunas pistas acerca de su gobierno que nos hacen pensar en el golpe de Estado del 2009 en Honduras al expresidente Manuel Zelaya. El editorial no solo refleja la orientación política del SWP y otros sectores de la izquierda en los EE UU pero también refleja la realidad dominicana vista desde la distancia y transmitida al exterior a través del intercambio y colaboración con exiliados dominicanos y organizaciones de izquierda dominicanas. Con el título, Why Bosch was Overthrown (Porque Bosch fue derrocado), el editorial del SWP es una crítica certera y mordaz que el tiempo se ha encargado de confirmar acerca de Bosch, su gobierno y su legado político:
“El golpe militar que derrocó al presidente dominicano Juan Bosch es típico del patrón alternativo de gobierno militar y falsa democracia en América Latina.
“El gobierno de Bosch fue un régimen nacido, destinado y diseñado para ser derrocado.
“Los extremos de riqueza y pobreza en la República Dominicana y en la mayoría de los países latinoamericanos son demasiado grandes para permitir el funcionamiento de la democracia parlamentaria. Los intereses estadounidenses y las pequeñas clases dominantes nativas de esos países sólo pueden mantener su dominio económico mediante la fuerza (por ejemplo, el gobierno militar). Si se les permitiera un verdadero gobierno representativo durante un período prolongado, las masas empobrecidas de trabajadores y campesinos podrían reparar sus errores económicos o podrían intentar cambiar el sistema económico por completo. No existe una gran clase media en estos países sobre la cual los capitalistas y terratenientes puedan basar con toda seguridad una democracia política.
“De modo que un militar o un ‘hombre fuerte’ es la forma básica y ‘normal’ de gobierno. Pero cuando un dictador queda demasiado desacreditado o es derrocado, es necesario un régimen provisional. Un régimen así prometerá reformas sociales y económicas y se le permitirá operar bajo la bandera del gobierno democrático. Pero la intención es que su mandato dure sólo hasta que la efervescencia popular se haya calmado lo suficiente como para permitir la reinstalación de la dictadura.
“En los primeros meses de la revolución cubana, las clases adineradas de Cuba y el imperialismo estadounidense pensaban que Castro era de este tipo clásico. Creían que pronto se olvidaría de ese discurso sobre cambiar las cosas en beneficio de los pobres, que pronto entraría en razón o sucumbiría a la corrupción del cargo. Por otro lado, pensaban, si demostraba ser un idealista y un soñador incorregible, entonces no sería difícil derrocar a un tonto así. Pero la Revolución Cubana y su líder no siguieron el patrón familiar y la clase dominante cubana y Washington aprendieron una lección amarga y aterradora.
“Pero Bosch es el tipo de reformador que Washington aprueba. Cumplió bien su propósito. La única nota convincente de arrepentimiento que resulta deliciosa en medio de las lamentaciones de Washington como lágrimas falsas por él se refiere al momento de su derrocamiento. Menos de ocho meses en el cargo: ¡fue un poco apresurado! Desde la irrupción de la Revolución Cubana hay que tener en cuenta la opinión pública tanto en Estados Unidos como en América Latina. De lo contrario, mucha gente se enganchará al juego.”