El siguiente texto de Raúl Pérez Peña (Bacho), relata cómo fue la vida y la muerte del gran revolucionario Rafael Pérez Guillén, asesinado por la dictadura “yanqui-balaguerista”, en la cárcel de la Victoria el 8 de febrero de 1971. Publicado apenas a tres días de aquel crimen, Bacho describe la extraordinaria militancia de Pérez Guillén, el carácter moral con el cual enfrentó la violencia física y social del trujillismo y del Truinvirato, así como su destacada participación como comandante constitucionalista, enfrentando a las tropas yanquis en 1965. Pérez Guillén encarna esa generación de mujeres y hombres, salidos de los estratos más humildes del pueblo dominicano, que, a pesar de todas las adversidades de la vida, se integró a la lucha política y nunca se doblegó. Murió asesinado por ese régimen que Bacho denominó la “dictadura con respaldo patronal e imperialista” de Joaquín Balaguer. En el 53 aniversario de aquel crimen, y homenaje a su memoria, hoy publicamos el texto de Bacho, acompañado de las fotos icónicas de Guillén, realizadas en plena guerra patria de 1965 por el fotógrafo Milvio Pérez. También reproducimos la foto de su cadáver, publicada entonces por El Nacional. En estos tiempos en los que se trata de lavar la historia, santificando a Joaquín Balaguer, es necesario que las presentes generaciones conozcan la realidad de lo que fue aquel salvaje régimen político de los “12 años”.

Proyecto por la memoria histórica Raúl Pérez Peña (Bacho), auspiciado por sus hijos Juan Miguel, Amaury y Amín Pérez Vargas.

Rafael Pérez Guillén.

Víctima de un horrible y cobarde asesinato, ha muerto el insobornable combatiente revolucionario Rafael Pérez Guillén.

Contra este humilde hijo del pueblo se ensañaron durante toda una década los cuerpos represivos de distintos gobiernos del imperialismo, poniendo de manifiesto toda la vesania y el espíritu de crueldad que les caracterizan.

El padre de Guillén había perecido bajo las garras de la tiranía trujillista a finales de la década del 50. Esto parece que contribuyó en gran medida para que el sonriente negro se integrara briosamente a la lucha del pueblo desde los primeros momentos en que, con la muerte de Trujillo, se abrió una nueva etapa en la lucha por la democracia y la independencia nacional.

Todo combatiente activo de aquellos días calientes del otoño de 1961, recordará la figura agresiva de Guillén en medio de las turbas populares, que luchaban cara a cara contra lo que se llamó “restos de la tiranía”. Ante hombres de la talla de Guillén fue que se desintegró en desbandada la diabólica tropa de personeros del crimen denominada “Los paleros de balá”. También se recordará que Guillén fue de los hombres que rechazaron enérgicamente todos los intentos de soborno para servir a los propósitos de la Policía, en tiempos de Belisario Peguero, cuando dicho cuerpo organizó la banda de los “fantasmas”, con hijos del pueblo que cedieron ante el soborno y gente lumpen que ya vivía en un estado de degeneración moral y política.

Con tan elevada moral y espíritu de combate, Guillén no tardó en ganarse la confianza de los dirigentes del 14 de Junio que le fueron conociendo por trato directo. De esta manera llegó a tener funciones de alta responsabilidad en las tareas relacionadas con la distribución y venta del periódico “El 1J4”, desde los tiempos mismos en que dichas tareas estaban a cargo del inolvidable Tony Barreiro; más aún, personalmente, Guillén era de los hombres, si no el hombre, que más ejemplares de “El 1J4” vendía en cada edición. Y conste que se eximía de cobrar lo que le tocaba por la venta, pidiendo solo que se le diera lo que en el momento necesitaba, que siempre fue mucho menos de lo que le correspondía. En los tiempos más duros que el pueblo padeció bajo el gobierno de Reid Cabral, Guillén mantuvo incesante su actividad política, particularmente con la venta clandestina de “El 1J4”, que lo distribuía entre amplios y diversos sectores del pueblo. Una vez, rodeado por la Policía en las cercanías del cementerio de la parte alta, con sus grandes kilates de honradez, logró enviar al partido unos cuantos ejemplares que le quedaban acompañados del total del producto de la venta.

Durante la Guerra de Abril, la honradez y la valentía de Guillén se manifestaron. En forma correcta y rigurosa cumplió la responsabilidad que tenía de recibir y distribuir la gasolina que era llevada a la Zona Constitucionalista en los tanques de los vehículos de los cooperadores.

Desde que en este país se instaló la dictadura con respaldo patronal e imperialista en 1966, Guillén pasó a ser una de las víctimas permanentes de la persecución. Se mantuvo siempre bajo la amenaza de un alevoso ataque o del apresamiento por parte de las fuerzas represivas balagueristas, que no cesaron de hostigarlo, llevándolo varias veces a las mazmorras del régimen.

La injusta y caprichosa acusación de asesinar al excoronel Chen Contreras fue el pretexto para llevar a Guillén por última vez a la cárcel. Y allí también el ensañamiento oficial se hizo carne sobre el humilde combatiente, quien fue víctima de constantes agresiones que culminaron finalmente con su vida.

Hechos contundentes hacen añicos el invento de que Guillén pereció en una trifulca con otros reclusos. Obsérvese:

1.- Guillén estaba en una “solitaria”, a donde lo habían llevado desde hacía dos semanas, luego de que se le golpeara brutalmente, a tal grado de que ni a su propia esposa se le permitía verlo.

2.- La noche de su muerte, decenas de presos escucharon las torturas que le aplicaron sus asesinos para cebar sus ansias criminales.

3.- Un joven recluso trasladado al Palacio de Justicia, al día siguiente, sin saber de su muerte, dio la noticia de la golpeadura de que Guillén fue víctima la noche de su asesinato.

Entonces, ¿de dónde sale el invento de que Guillén murió en una pelea con otros presos? Sale de un objetivo político fríamente calculado en reuniones cumbres, en las que sin duda participaron los lebreles de ­la CIA que asesoran a los aparatos represivos del país. Ese objetivo político es el de hacer una escalada en los métodos de terror establecidos. Aparte del viejo pretexto del “intento de fuga”, ahora ha quedado instaurada “la trifulca entre presos”, bajo una constante tensión ante la posibilidad de que sean asesinados en sus propias celdas.

La burla de las “comisiones investigadoras” ha aparecido de nuevo dizque para investigar la muerte de Guillén. Es claro que los victimarios no van a recibir el calificativo de “malhechores”, porque en este país ese término tiene reservación exclusiva para la gente seria, y en particular para quienes se opongan a la dictadura yanqui-balaguerista, mientras los reales malhechores, agentes intelectuales y materiales del crimen y el atropello, se autoproclaman “guardianes de la paz y el orden público”.

Pero no hay escape posible: sobre la muerte de Guillén el pueblo unánimemente dirige su índice acusador sobre el Gobierno que, con el total patrocinio del imperialismo, ha llegado más lejos que ningún otro en los métodos de terror y del atropello.

Guillén se ha sumado a la lista de los mártires de la Revolución. Contrariamente a lo que pasa con las “altas figuras” que fallecen, contrariamente a las pretensiones de sus asesinos, el nombre de Guillén perdurará eternamente en la memoria del pueblo, porque él murió por la causa de los que sufren, por la causa de la Revolución.