Los artículos publicados por Cándido Gerón en Acento.com.do, y la entrevista que el destacado intelectual y poeta concedió al director de este medio, Fausto Rosario Adames, ha despertado el interés de personas trabajaron con el presidente Joaquín Balaguer o estuvieron unidos al líder reformista por amistad o por parentesco.

El periodista y diplomático Aníbal De Castro ofrece su testimonio y confirma la cercanía del poeta Gerón con el presidente Balaguer, en una carta dirigida a la dirección de Acento.com.do.

Señor director:

A propósito de los artículos de Cándido Gerón y las dudas que despiertan en algunos sus revelaciones en cuanto a la cercanía que mantuvo con el expresidente Joaquín Balaguer, sirva el relato a continuación en abono al intelectual al que —obligado estoy a divulgar como preludio—, me unen lazos afectivos y de amistad desde hace muchos años, sin mella por la lejanía que mis responsabilidades laborales imponen.

Transcurría el año de 1993 y estaba decidida mi salida de la dirección del desaparecido vespertino Última Hora que detentaba hacía ya casi 13 años. He relatado en Diario Libre la entrevista que en la oportunidad me concedió el entonces presidente Balaguer a instancias de otro amigo muy querido, Fernando Álvarez Bogaert. Ya cuando me marchaba, el mandatario me preguntó si había pensado en la carrera diplomática y repuse que no, que mis planes eran los que le había manifestado momentos antes. Le había informado de mis aprestos para fundar la revista Rumbo en la que usted, señor director, jugó un papel trascendente en las tareas de periodismo de investigación.

El economista y político Fernando Álvarez Bogaert.

Salvo quizás a Álvarez Bogaert y a los Pellerano con quienes fundaría la publicación, no recuerdo que comunicara a nadie más la oferta del presidente Balaguer. Sin embargo, un día cualquiera recibí una llamada de Cándido Gerón. Quería que nos juntáramos. Asentí, claro está, convencido de que como tantas otras veces compartiríamos una mesa apetitosa mientras poníamos el mundo y nuestro país al revés y al derecho en un despacho sin prisa de caldos y platos salidos de fogones generosos. Al fraterno Ubi Rivas debo la amistad con Cándido, que incentivaba con jornadas culinarias en su casa de entonces en el Gazcue elegante.

Sin mayores preámbulos, Cándido me dijo que me tenía un mensaje del “Poeta”, que había quedado muy complacido con mi visita y que me ofrecía la embajada en el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Me sorprendió el mensaje, no así la sugerencia del amigo de que aceptase el cargo, haciendo hincapié en que era una distinción viniendo de alguien como el presidente Balaguer a quien nunca había profesado simpatías políticas. Tenía y tengo amigos que fueron reformistas y de los que mantuve siempre distancia de su praxis partidista. En puridad, todos me respetaron como periodista; si los necesité en algún trajín burocrático me respondieron con presteza sin exigirme nada a cambio. ¿Sabía Balaguer de mi amistad con Cándido? ¿Se lo dijo este? Curiosamente, nunca he buscado respuesta a esas interrogantes, propiedad exclusiva del amigo porque Balaguer ya no existe.

Joaquín Balaguer.

Le razoné a Cándido que ya estaba embarcado en el proyecto Rumbo y que mis condiciones financieras en modo alguno me permitían ser embajador en una ciudad como Londres donde ya había vivido, sabedor de la discreción económica con que Balaguer trataba a sus diplomáticos, pese a que él probablemente disfrutó de más amplitud de bolsillo cuando ejerció de representante nuestro en Europa y América Latina durante los años de la dictadura. Otros temas vinieron a la conversación. Después caí en cuenta que la propuesta que me llevó el mensajero amigo involucraba serias responsabilidades. Se trataba de reabrir la embajada dominicana en Londres después que fuese cerrada en reciprocidad por la clausura de la misión británica en Santo Domingo.

Pasó cierto tiempo, olvidé cuánto, desde aquella reunión con Cándido Gerón como mensajero de Balaguer cuando me llamó nuevamente. No sé qué había contado exactamente al presidente sobre mi declinación, pero por el mensaje intuí dos cosas: que en verdad era un amigo a quien preocupaban mis intereses y que tenía la confianza con Balaguer como para extraerle la promesa que me manifestó. “Me pidió el “Poeta” que te dijera que no te preocupes por el aspecto económico, que eso no será ningún problema y te reitera el ofrecimiento para que seas el próximo embajador dominicano en Londres”.  Probablemente me reí de la insistencia, no recuerdo. Probablemente sentí un recrecimiento inusitado de mi ego. Nuevamente dije no, y sin duda que a renglón seguido sobrevino otra recomposición del mundo y de la política dominicana en una conversación sin límites con Cándido Gerón. Casi al final de su último periodo, Balaguer designó embajador en el Reino Unido a José Carlos Isaías. Su paso por la secretaría de Finanzas del hijo de un importante y discreto funcionario trujillista, a quien Balaguer de seguro respetaba, estuvo salpicado de escándalos por la concesión de las licencias de operaciones de casino. El nombramiento era la manera balaguerista de “sacarlo del medio”. No siempre de tal palo, tal astilla.

Cándido Gerón.

Una vez recibido el beneplácito, Isaías viajó a Londres y tengo entendido que, a pesar de la cita protocolarmente fijada para presentar credenciales, abandonó la capital británica sin mayores miramientos, contaban que asustado por el alto costo de la vida. Un experimentado diplomático y excanciller, Pedro Padilla Tonos, reabrió la embajada y borró con su maestría y desempeño acertado el faux pas. Tuve el honor de visitarlo y compartir mesa junto a su esposa en su residencia en Holland Park Villas mientras se desempeñaba como embajador en Londres; entonces no sospechaba que años después intentaría ponerme sus zapatos diplomáticos en esa misma urbe.

Ya en este siglo y designado en el 2004 embajador en el Reino Unido por Leonel Fernández, Cándido me recordó que otro presidente dominicano se había adelantado en el intento de enrolarme en la diplomacia dominicana. Es una distinción que he llevado orgulloso en varias capitales en tres continentes ya por casi veinte años y tres presidentes, por todos respetado y a todos agradecido por confiar en mí, como lo hizo Balaguer sin que accediera a su espontáneo ofrecimiento y a quien también reconozco. Como lo hago con Cándido Gerón, ahora públicamente.

Atentamente,

Aníbal de Castro