De joven siempre me llamó la atención que la gente se turbara cuando yo preguntaba si para llegar a equis sitio tenía que doblar a la derecha o a la izquierda. De diez, tres se quedaban pensativos, con los ojos puestos en el cielo; cinco sacudían los brazos a modo de orientación y los otros dos respondían simple y llanamente “creo que por aquí o por allá”.
Pasados los años, volví al mismo asunto y entonces me decidí por realizar algo parecido a una encuesta sobre qué por ciento de la población sabe cuál es el significado de estas expresiones adverbiales de lugar. Me valí de un grupo de estudiantes de la Universidad Autónoma de Santo Domingo –por entonces dirigía el Teatro UASD e impartía la asignatura Historia del Arte I– y nos lanzamos al ruedo en busca de un intento de acercamiento a la verdad que finalmente nos sorprendió a todos. De 150 encuestados en disitntos barrios capitalinos, 62 no supieron distinguir dónde está la derecha; dónde, la izquierda; 48 ladearon la cabeza a ambos lados, pero sin una respuesta concreta; 23 dijeron “por ahí, por allá”, y solo 17 respondieron correctamente.
Este resultado nos llevó a preguntarnos si es posible el desarrollo humano en una nación cuyos habitantes ignoran el sentido de locuciones preposicionales como “ a la derecha/ a la izquierda”, que también tienen en su significado el valor de localización.
Hemos de suponer que esta realidad nos sitúa en una posición muy baja en cuanto a la escala de valores del conocimiento con respecto a otros pueblos del mundo, y que de alguna manera incide en nuestro comportamiento.
El hecho es todavía más complejo cuando confrontamos a esa misma población con los términos “derecha/izquierda” sin preposiciones, en calidad, digamos de sustantivos y como preferencia de partidos. De los 150 todos se quedaron en silencio. Esto despertó en nosotros una preocupación que al día de hoy no cesa. ¿Como es posible que hablemos de derecha e izquierda cuando el pueblo no entiende estos términos, que nacieron, por cierto, en la Francia de 1789, luego de que pasada la revolución el grupo conservador ocupara los asientos del lado derecho del parlamento? A poco, estos términos se extendieron a gran parte de los sistemas políticos del mundo.
Pasadas más de tres décadas, me gustaría repetir esta experiencia, no porque esperaría resultados diferentes, sino para tratar de entender cómo hemos sido capaces de vivir así, sin la debida orientación espacial, que es una habilidad natural en los seres vivos que lleva a conocer y determinar la posición del propio cuerpo en relación al espacio, lo cual, a su vez, nos permite movernos con libertad por el mundo y realizar actividades como escribir o andar por una ciudad.
Esta inquietud debería ser motivo de preocupación de las altas instancias educativas de nuestro país y de la sociedad en su conjunto porque de un entuerto así hay que deshacerse cuanto antes.
Al lector le dejo de tarea imaginar las consecuencias de este desconocimiento.