Ayer le gané jugando al ajedrez a 16 personas distintas. Hoy perdí con 17 individuos… Quien ose pensar que es el "mejor" debería de dejar de jugar a esos trotes. La vida es una sorpresa diaria. Intentar andar por ahí sin caerse es complicarse, doblemente, el afán de vivir…
Siempre habrá personas superiores a nosotros en diversos atributos e inferiores también en infinitas disciplinas. Usted podría caer en "él amargue" si piensa o tan solo "insinúa" que es el… mejor. Bájese de esa nube y aprenda a delegar en quien tenga las mejores habilidades para x oficio o función.
Yo sé que la mayoría de nosotros nos creemos los mejores, que somos expertos en casi todo lo que nos embarquemos y que, por supuesto, siempre tenemos la razón en lo que decimos o hacemos. Pero debemos reconocer que la pasaríamos mejor si "soltáramos" ese ego que tantos problemas "extras" nos causa.
El mejor ejemplo del que tengo vivencia de estas afirmaciones anteriores se remonta a mis primeros años de convivir en un país que no me vio nacer, los Estados Unidos de Norteamérica. Llegué jovencito, de unos 21 abriles. Sin conocer al detalle los intríngulis del lenguaje, tuve que afinar el sentido visual de la expresión y los gestos en vano afán de "entender" lo que se me decía.
Lo mejor llegaba a la hora de buscar trabajo, cuando iba a ser entrevistado para ser aceptado o no. La tensión se agudizaba y uno, en su afán de ser empleado, intentaba "quedar bien" con el interlocutor. ¡A todas las preguntas que me hacía les decía yes! Y a seguidas, veía el rostro de satisfacción del entredicho. Yo no sé si era porque se daba cuenta de que yo no sabía ni M de lo que me estaba hablando, pero en casi todas las ocasiones me dieron el trabajo…
Bueno, debo agregar aquí, que el 98% de las veces tuve que renunciar o desaparecerme, ya que había aceptado "algo" de lo que no tenía ni la más ¡puta idea! Me imagino que eso le habrá pasado a casi todos los que, como yo, tuvimos que aprender en la marcha las causas y efectos de ser mentirosos "necesarios" para no pasar hambre en un país inhóspito y lejano al nuestro.
Uno se lanzaba al abismo y pensaba que caería sobre almohadas, pero la realidad se iba imponiendo a medida que te daban la escoba, el trapo, la mandarria, los platos sucios y no "la cómoda oficina con aire acondicionado". Uno llegaba de un país relajado y alegre, en donde las cosas tenían "sus vueltas" y "búsquedas" flexibles, y de repente te gritan al oído ¡Move on! Sacándote de tus nostalgias paradisiacas "caribanas".
Uno llega a cogerle odio hasta al idioma, ! Especialmente a ese maldito yes!, ya no se ven simpáticos "esos gringos" que andan regados de turistas por todos los rincones del planeta. Uno los ve como explotadores e indolentes, pero todo eso pasa a medida que uno va aprendiendo a decir "no". Uno va madurando y hasta haciéndose hombre, porque se da cuenta de que venimos de un mundo en donde ¡todos! creemos ser superiores…
Vamos aprendiendo a ser humildes y considerados con todos esos hombres que vimos sudar en la construcción o en el campo. Entendemos que ese plato de comida que nos servimos cómodamente en la mesa es el esfuerzo de otros que han bajado el lomo y soportado un intenso sol.
Cuando bajamos a su altura y descendemos de esa nube que habitábamos podemos visualizarnos en toda nuestra desnudez. No somos los mejores, ni siquiera somos imprescindibles. Comprendemos que aquel entrevistador tuvo compasión con nosotros y nos dio la oportunidad de crecer porque vio nuestra necesidad. Nos dio dos cosas; dignidad y vergüenza.
Hoy, más relajado de ese andar "ayesado" suelo verme en cada individuo recién llegado y reírme cada vez que dice !Yes! No se imagina lo largo del camino hasta "ese no" que tendrá que navegar. El último "yes" inconsciente, que dije, me costó muchos años dé "child support" por no entender a esa gringa alcohólica aquella noche de borrachera…
Mañana volveré a jugar al ajedrez, no sé si ganare o perderé, lo que si se es que no dejaré de divertirme y a todo el que me invite a jugar le diré. ¡Yes! Con mucho gusto. ¡Así me llevé el mismísimo diablo! ¡Salud! Mínimo Yeseiro