El 2024 es un año electoral al menos para unos 75 países a nivel mundial y entre ellos estamos nosotros la República Dominicana. El 18 de febrero se llevarán a cabo las elecciones municipales y en mayo las congresuales y presidencial. 

El extenso período de casi veinte años en el poder del PLD (16 años ininterrumpidos) no me había permitido ver una realidad que, reconozco, la había pasado de soslayo y es el giro que ha dado el clientelismo político para asegurar el voto. 

Con el triunfo del PRM en el 2020 es que comienzo a mirar de forma más detenida el fenómeno basado en las quejas de las bases de ese partido que entendían habían trabajado para llevar el partido al partido, sin embargo, los habían dejado fuera del gobierno sin darle algún puesto. 

Así las cosas, observo que la realidad en torno al voto electoral ha cambiado, quienes permitían que se les pagara por emitirlo (eso que la gente llama 500 pesos y un pica pollo) ya no votan por eso, ahora el voto es por un empleo. 

Los partidos políticos le han hecho entender a la gente que la mejor manera de trascender económicamente es afiliándose y trabajando por el triunfo. 

Eso de alguna manera ha afectado el discurso educativo porque antes se nos decía que la mejor manera de salir adelante era por la vía de los estudios, pero hemos llegado a un punto en que ya los estudios te sirven de poco si no estás en un partido político y logras cierto reconocimiento. 

Con facilidad un bachiller bien conectado puede ganar mejor salario que un profesional con doctorado cosa que se justifica con pasmosa altisonancia. Usted no tiene derecho a trabajar en el Estado si no pertenece a un partido, es la triste realidad que estamos viviendo.

Evidentemente este no es un fenómeno iniciado por el PRM, aunque sí el partido de donde se desprenden que es el PRD tiene responsabilidad en este modelo y ni hablar del PLD quien lo patentizó en ese largo período frente al gobierno. 

La verdad que esa práctica política corrupta y clientelar lo que hace es profundizar la desigualdad económica y de oportunidades en el país al exponer a muchas personas a serias dificultades para encontrar trabajo y progresar en su preparación académica y profesional. Esto no es una novedad, pero su extensión y perversión actualmente alcanzan niveles alarmantes. Es una realidad flagrante, violenta y desmedida.