Hay derrotas para las que uno no está preparado. Y en el caso del año 2024, en lo que concierne a Leonel Fernández, esa sería una de ellas. Doce años fuera del poder para este político, que llegó prohijado por Juan Bosch y Joaquín Balaguer cuyas manos arrugadas levantaron unas tiernas y lozanas, es impensable; y 16 años, que representarían una eternidad, es lo que querrá evitar a toda costa.

Que Leonel se viese compelido a entregarle el poder en el 2012 a Danilo Medina ya fue un dolor que no hay bálsamo que le alivie.  Ahí empezó el descalabro de quien ha tenido que conformarse con ser presidente, “pero de Funglode”.

El juguete (la presidencia) prestado a Danilo vio cómo éste lo prolongaba de cuatro a ocho años. No es ocioso preguntarse si para el otrora profesor universitario es una pesadilla tener que cada mañana verse frente al espejo y saber que a la salida nadie le dirá: “buenos días, presidente”, sino simplemente: qué tal, señor Fernández.

A la mecánica del poder y estar arriba cualquiera se acostumbra: boato, alfombra roja, cañonazos los 27 de Febrero, endiosamiento permanente.

Durante la época dorada del leonelismo, cuando éste rugía y había que resguardarse para no ser devorado, era muy criticado por lo debajo,  ya que los adláteres del cacique de Villa Juana le llevaban la silla presidencial donde quiera que éste se desplazaba.

Si Rafael Leónidas Trujillo cargaba con sus chapitas (versión criolla de las medallas, y las charreteras) y el bicorne, ¿por qué no podría Fernández cargar con su majestuosa silla a todas partes? Así como no hay león sin melena, tampoco hay presidentes sin silla con escudo dorado. Era la lógica chapucera usada por el que tumba el polvo y lame.

¿A qué mecánica se acostumbra un presidente? En República Dominicana es como un Dios, y con el poder divino rivaliza. La banda presidencial otorga poderes que el mismo Superman suspira al contemplarlos.

El poder no siempre brinda edulcorantes. Antonio Guzmán siendo presidente terminó con un tiro la cabeza, Trujillo en un baúl, apestando, Jorge Blanco, preso y humillado, el peruano presidente Alan García, ya usted sabe que hizo al sentirse ya con pie en la chirola. No obstante esto no atemoriza a Fernández, y está dispuesto a echar más canas en el poder, a seguirse sacrificando por el puñado de pobres que crece a diario.

Leonel lo está haciendo todo para ganar: aliarse con el sindicalista del concho y el tigueraje, Juan Hubieres, visitar lugares de tragedias a pesar de que siendo presidente no se conmovió cuando alrededor de 15 dominicanos naufragaron en el canal de La Mona (no emitió condolencias a familiares y se marchó a uno de sus largos periplos europeos). Sin embargo, ahora se aparece en San Cristóbal, con todo desparpajo y comitiva de yipetas.

Tiene derecho el ex profesor a aspirar a ser eterno candidato, a comprar partido, y como el mejor sastre, el que a los nobles tela corta, hacer que este le quede a la medida. Que debería estar por ahí dando clases y asesorando, como creemos muchos, no es una obligación, amén de que sabemos que no son estos sus hondos deseos.

Cuando los políticos y expresidentes insisten en beber de las fuentes del ego y se obstinan en no retirarse, los pueblos tienen que darles de las aguas de realidad para ahogarles en sus vanidades, y  con la fuerza de los votos y hasta el desprecio, obligarles a retirarse.

Se recuerda que Napoleón, que dirigió los más grandes ejércitos, terminó sus días en la isla de Santa Elena (1821), y en el ambiente más solitario, después de haber sido objeto de las más hondas aclamaciones. El presidente Fernández, que una vez dijo que en este país no había políticos para conceptualizar con él, ahora tiene que someterse a la humillación de que tiene por encima de él (el santiaguero) a uno que no solo no conceptualiza, sino que no está adiestrado para las más mínimas teorizaciones económicas o sociales.

El lado femenino del peledeísta produce muchas lágrimas y para las derrotas no está acostumbrado. Recuérdese amable lector, los llantos y las lágrimas de connotados dirigentes cuando tuvieron que entregar el poder en el año 2000 a Hipólito Mejía. Fueron apoteósicos aquellos pocos viriles jipíos.

¿Y si Leonel pierde? El sabrá cómo reaccionar. La historia, y las hemerotecas de la época dorada del periodismo, dan constancia de aquellos lamentos y morados jipíos de los perdedores del 2000, por lo que Fernández el abc en lloradera ya conoce.