Millones de norteamericanos siguen al candidato demócrata Donald Trump fervientemente. Y como dice mi amigo Fernando Aquino “desconcertante que tanta gente no entiende [el peligro de Trump] o peor aún no les importe”.
El caso es que a millones de norteamericanos no les importa lo que diga o haga Trump. Lo que dice y hace Trump ha creado un movimiento que más allá de divisiones electorales es un quiebre ideológico de las formas tradicionales de ver la nación norteamericana. Con Trump emerge el movimiento de los MAGA (Make America Great Again) formado por gente blanca, en su mayoría hombres, pobres, de regiones rurales o pueblos pequeños, y políticamente apáticos. Ellos comparten el temor de ser desplazados numéricamente por las grandes masas de inmigrantes y gente de color. Comparten el empobrecimiento debido a la caída de la industria manufacturera y minera. Se sienten marginalizados por creencias y prácticas erróneas y anti cristianas de ver la familia tradicional, y “aberraciones” como el aborto o la educación de género que arropan el país.
Ante estas masas desencantadas se coloca Donald Trump en el 2016 durante la campaña presidencial. Ellos ven a un hombre multimillonario, arrogante, de gran personalidad gritando hagamos América grandiosa de nuevo, con un lenguaje simplista, ruidoso, vulgar, sin tapujos y lleno de odio hacia aquellos que han destruido América. Hagamos América grandiosa de nuevo! ¡Volvamos al poder!
¿Quién o qué volverá al poder? Los blancos, las grandes mineras, los extractores de petróleo. Volver a las prácticas cristianas conservadoras. Cerrar la frontera y deportar a los inmigrantes ¡Volver a dominar el mundo! ¡Mano de hierro con los enemigos!
Las elecciones están divididas entre trumpistas y demócratas. En todas las encuestas están casi empatados y la diferencia es de uno o dos puntos. Por ejemplo, la revista The Economist revela que la candidata demócrata Kamala Harris alcanza el 49 por ciento y Donald Trump el 46 por ciento de los votos. Otras encuestas dan resultados similares, aunque el periódico The Wall Street Journal apunta que Trump tiene una delantera sobre Harris.
Si la mayoría de las encuestas están correctas, Harris podría ganar el voto popular o sea la suma total de votos a nivel nacional. Hillary Clinton ganó el voto popular en las elecciones del 2016, pero perdió el voto electoral.
Para ganar la Presidencia, sin embargo, es necesario ganar el voto electoral. Cada estado tiene una cantidad de votos electorales y para ganar las elecciones hay que acumular 300 votos. El candidato o candidata que logre alcanzar el mayor número gana la Presidencia. Muchos estados son demócratas o republicanos y otros son los llamados estados “swing” o estados que pueden cambiar de partido. En esos estados se libra una batalla feroz para ganar. En estos momentos, las encuestas nos dicen que hay un margen muy fino entre Harris y Trump. Por ejemplo, Harris está por encima de Trump con solo un 0.3 por ciento en Pennsylvania, un 0.5 por ciento en Michigan y un 0.4 por ciento en Wisconsin. Mientras Trump tiene en Georgia un 1.6 por ciento, en Nevada un 0.2 por ciento y Carolina del Norte un 1.3 por ciento. Estas estadísticas cambian constantemente.
Analistas consideran que el voto latino podría cambiar el resultado de las elecciones. Hay 36 millones de votantes latinos, de ellos el 22.2 por ciento son nuevos votantes y el 31 por ciento está entre la edades de 18 a 21 años. La Pew Research Center dice que el 57 por ciento de latinos es demócrata y el New York Times indica que el 52 por ciento de latinos votaran por Harris. La cadena televisiva Univisión dice que el 55 por ciento de las mujeres y el 50 por ciento de hombres latinos votarían por Harris.
Todo apunta a que el 5 de noviembre será un día crucial para los Estados Unidos.