¿Qué factores inciden en el odio a los extranjeros, a las mujeres, a los negros, a los judíos, a las personas con discapacidades? Estas son las interrogantes que el prestigioso filósofo de la ciencia británico especializado en darwinismo, Michael Ruse, aborda en su libro Por qué odiamos. Un viaje a la raíz del conflicto humano.

Ruse muestra la tensión existente entre nuestra naturaleza social y nuestra tendencia histórica a la violencia. Reflexiona sobre las bases biológicas y culturales del odio, presente de manera constante en nuestra evolución, aunque la selección natural promueva la cooperación como fundamento de nuestra sobrevivencia como especie. Esta aparente paradoja se articula en torno a la contraposición entre nuestra pertenencia a un grupo con el que nos identificamos (endogrupo) y un grupo de personas foráneas con las que nos sentimos ajenos (exogrupo).

Ruse presenta cómo el proceso evolutivo de nuestra especie, moldeado por la cultura, refuerza el carácter cooperativo del grupo en que nacemos y nos identificamos y, al mismo tiempo, termina reforzando los prejuicios de odio hacia quienes son ajenos a nuestro colectivo.

En este sentido, la posibilidad del conflicto está siempre latente, no porque seamos “simios asesinos”, o porque tengamos una naturaleza perversa, sino por un complejo proceso de variables materiales y espirituales que en un momento determinado pueden asociarse para crear una percepción de que los integrantes del exogrupo constituyen una amenaza.

Por consiguiente, el problema son las condiciones que se van conformando en nuestro desarrollo biológico e histórico y no el hecho de tener una naturaleza inmutable establecida por la biología. Como señala Ruse, citando al científico Gary Marcus: "La naturaleza proporciona un primer borrador que luego la experiencia revisa”.