Al abrir el Twitter el pasado 24 de Diciembre, poco después de las 2:00 PM me encontré con el mensaje del joven diputado José Horacio Rodríguez, cito: “¡Felices fiestas! Les deseo a tod@s un tiempo de alegría, paz y descanso en esta navidad, que al final de la noche estén alrededor de las personas que han decidido llamar familia. ¡Mi abrazo!” Evoco en ese momento el mensaje de mi apreciado psiquiatra y terapeuta familiar, Dr. José Dúnker, y que aún da vueltas en mi cabeza. En la misma red social el pasado 3 de diciembre, Dr. Dúnker refirió que “Hay tres tipos irregulares de familia: familia "incompleta", de un solo progenitor; familia "agregada", con varios progenitores, y la "no-familia", de personas solas o del mismo sexo. La familia REAL se forma con un padre, una madre y los hijos.”
No tengo dudas que el Dr. Dúnker tiene una excelente formación, un vasta experiencia trabajando con familias, y una moral sustentada en la fe que practica. Quiero -con todo el respeto que merece- tomar distancia de su postura en esa clasificación, y acercarme a la postura de José Horacio. Siempre defenderé los derechos de los niños y niñas a vivir en familia y evitar a toda costa su institucionalización cuando padre, madre u otros familiares no pueden asumir esa responsabilidad.
Me pregunto si una familia puede ser calificada como “irregular” y si es posible que exista la no-familia. Pienso en compañeras de infancia, niñas que sufrían por la vergüenza de no contar con una familia… ¿“regular”? Algunas que estaban a cargo de la abuela, una tía o hermana mayor, o únicamente de su madre. De la madre soltera que se rumoraba “tenía una hija de la calle”, “le habían hecho el daño”, para referirse al abandono del padre de la criatura. Solo con sentir la diferencia, sin necesidad de que otro lo señale, ya ese hijo o hija se siente en desventaja. Además, como es señalado por esa diferencia en los espacios en que interactúa, especialmente en la escuela, es víctima fácil de la discriminación y la exclusión social.
Un país que exporta mano de obra a a través de la migración económica, donde muchas veces papá, mamá o ambos, se van del país a buscar mejor vida teniendo que dejar los hijos con una abuela o una tía; donde abundan los feminicidios que dejan a hijos e hijas en la orfandad porque luego el agresor se suicida, o termina en prisión; o sencillamente el padre abandona para no asumir un hijo no deseado luego de tener sexo sin precauciones; no puede revictimizar a esos niñas y niñas enrostrándoles que no tienen familia, o que su familia es irregular, irreal o no-familia. Ningún hijo es responsable de los padres que tiene, no los escogió, ni les pidió ser concebido.
El divorcio muchas veces es la vía más saludable de solución ante parejas con dificultades de carácter y temperamento, que no fueron detectadas o aquilatadas en el noviazgo. A veces, para los hijos e hijas es más conveniente tener los padres separados que vivir en eterno conflicto. Ambos en la pareja tienen derecho a rehacer con otra persona, un proyecto de familia.
El sistema educativo no debe asumir como familia únicamente el conjunto de papá, mamá e hijos. Nuestra realidad demuestra que muchas familias están conformadas de manera distinta: abuelas criando nietos, a veces de distintos hijos; tías a cargo de sobrinos; madres solteras, y en menor proporción, pero los hay, padres solteros. Yo voy más lejos, si tomamos la definición de familia de la RAE, que es bastante amplia y describe “conjunto de personas que comparten alguna condición, opinión o tendencia”; hoy día una familia puede ser un pequeño grupo de amigos que deciden compartir vivienda para abaratar costos y apoyarse mutuamente, al estilo de la serie de televisión Friends. Al hablar de familia, en vez de señalar a los estudiantes ese ideal de familia como único, el sistema educativo debería preguntar ¿Y cómo es tu familia? De paso aprovechar para darle valor a las personas que les cuidan, les aman y les educan. Esto contribuirá a proteger su autoestima y a desarrollar un mejor autoconcepto.
Creo en la adopción abierta, la cual debe ser realizada en el marco de la ley y de la reglamentación establecida, donde se evalúa la familia adoptante para asegurar que le ofrecerán al adoptado el amor, la seguridad y el cuidado que necesitan. Prefiero que un niño crezca con padres del mismo sexo, a que lo haga en las calles, enfrentado peligros, vicios y con el riesgo de desarrollar una carrera delictiva por la falta de una familia que le eduque, le guíe y le ame. Estas parejas deben ser evaluadas de la misma manera que se evalúa a la familia heterosexual. No es cierto que un hijo o hija criado por dos madres o dos padres es necesariamente homosexual, si fuera el caso, no habría homosexualidad porque la mayoría de los homosexuales proviene de familias heterosexuales. Tampoco es garantía que la pareja sea heterosexual, y por eso los protocolos de evaluación cuando desean adoptar.
Por otro lado, se hace impostergable que las autoridades pertinentes desarrollen un programa de familias para la acogida temporal de menores de edad que queden en desamparo producto de la violencia intrafamiliar, el feminicidio o cualquier otra situación que impida a padre, madre o pariente la tutela de los mismos.
Creo que todo ciudadano y ciudadana debería ser garante del cuidado de nuestros niños y niñas, porque son quienes en unos años estarán a cargo del país desde cualquier posición en que se encuentren. Niños emocionalmente seguros, empáticos, y educados contribuirán para que tengamos luego una mejor nación.