Estamos ante una especie de epidemia de antivalores y vulgaridades. Para empezar, es importante saber que todos contribuimos de una u otra forma con ella, pero casi nadie reconoce su responsabilidad. Esas tendencias pueden afectar el progreso de la civilización, ya que nos desarrollamos cuando apelamos a lo mejor de nosotros y no a la inversa.
Una famosa leyenda de los indios Cherokee, cuenta que un joven hablaba con su sabio abuelo y éste le decía que en nuestro interior habitaban dos lobos que están continuamente en guerra, uno representaba el mal y el otro, el bien. Al preguntarle el joven que cuál ganaría, el anciano le responde: el que tú alimentes. No existe ser humano que no tenga esos dos lobos luchando en su interior, no saberlo es una debilidad. Si el negativo se impone, afecta: tu salud física, paz mental, seres queridos, trabajo y a toda la sociedad.
Normalmente sabemos qué nos conviene: comida saludable, hacer ejercicios, desarrollar nuestra inteligencia, buenas relaciones humanas, fomentar la justicia, cuidar el medio ambiente, etc., pero a veces consideramos más cómodo hacer lo opuesto. Nos puede resultar tentador: comer excesivamente, no ejercitarnos, abusar de substancias buscando placer, aprovecharnos de los demás, robar con discreción, el sexo sin control, etc. Parecería más atractivo ceder a esas tentaciones, que: ejercitarse, trabajar o estudiar, pero, aunque estas segundas opciones suponen esfuerzo, son capaces de desarrollar lo mejor de ti (al lobo bueno). Ser racionales es lo que nos califica como sapiens, pero pensar supone algo de esfuerzo (cansa y consume calorías). Es más cómodo no pensar, pero no más conveniente.
Si no te gustan las reglas de la civilización y deseas retroceder a una vida más libre, debes analizar si te adaptarías a vivir sin luz eléctrica, internet, Instagram, smartphones, etc. La gente más primitiva o de culturas rudimentarias actúa más parecido a los animales que los de civilizaciones más avanzadas. En realidad, los que desean comportarse como bestias no soportarían que todos hiciéramos lo mismo, porque para mantener nuestro desarrollo actual se requiere personas con principios, viviendo de forma responsable, si todos renunciáramos a nuestros valores, asumiríamos una vida parásita y nuestra sociedad colapsaría. Los valores humanos son los pilares de la civilización.
Algunos que no quieren trabajar y solamente están dispuestos a pasarla bien, aspiran a emigrar a países donde las personas tienen altos estándares de vida, pero no analizan que realmente no es esa la vida que les gusta, sólo quisieran más dinero, pero se sienten a gusto en el tipo de vida en que ya están. Consecuencia: cuando logran emigrar, se decepcionan al saber que el dinero hay que ganárselo y podrían optar por la delincuencia como consecuencia de su frustración.
La riqueza de nuestro vocabulario se relaciona directamente con el desarrollo de nuestra inteligencia y el lenguaje vulgar no es propio de quienes han hecho avanzar la humanidad. Las expresiones vulgares e incorrectas suelen usarse en los sectores retrógrados de la población.
La sociedad usualmente vive una doble moral, donde se prefiere lo que aparentes, no lo que seas. En un ambiente de vulgaridad o deterioro social muchos sienten que pueden expresarse con mayor comodidad. Todos podemos llegar a degenerarnos, pero algunos se esfuerzan porque eso no suceda. Normalmente cada cuál escoge la calidad de vida que tendrá, soliendo ser la de sus hijos también.
Las comunidades primitivas suelen identificarse con música ejecutada exclusivamente mediante tambores (por las conexiones primigenias con el ritmo del corazón materno durante la vida intrauterina), bailes que imitan movimientos de animales salvajes y letras que aluden a necesidades básicas (comida, sexo). En cambio, las culturas más desarrolladas tienden a mostrar una inteligencia más evolucionada y notamos que su música incluye instrumentos de viento y de cuerdas, letras de canciones y danzas que evocan experiencias trascendentes o espirituales. Esto no es casual, refleja el necesario orden social que acompaña a esas civilizaciones avanzadas, lo que les permite organizar grandes orquestas al igual que grandes ciudades.
Somos evidentemente un cuerpo, pero somos muchos más que unas cuantas libras de carne. Somos animales de reproducción sexual con un intenso erotismo, pero también somos más que eso. Somos capaces de matar cuando se nos molesta, pero cada vez somos menos violentos (Pinker, Steven (2011) “Los ángeles que llevamos dentro”). Hemos podido descubrir en nosotros una esencia que trasciende nuestra condición carnal relacionándonos a realidades existenciales que superan al plano material, algunos cultivan estas facultades y lamentablemente otros no.
Ciertamente una vulgaridad en un momento dado puede ser motivo de risa o lograr una sonrisa de complicidad, pero cuando representa nuestro estado habitual de vida evidenciamos un proceso de degradación que nos pasará factura en todos los niveles de nuestra existencia, sin importar que hayamos producido suficiente dinero o no.
Desperdiciar tu vida podría parecerte divertido, pero manifestar lo mejor de ti siempre te permitirá alcanzar la existencia más plena posible en el medio o circunstancia que el cosmos te ofrezca.