(*) La naturaleza de la psique. Entre el paranoico y el cómico Vladímir Putin y Volodímir Zelensky
Colaboración especial/Fátima Portorreal y Luis Geraldino
Amanece en Santo Domingo, la virtualidad nos envuelve, en las explosiones y metrallas que derriban ciudades. Hoy se despedaza Ucrania. Amenazas de bombas nucleares, cuarteles y socorristas. Un mundo que no es ajeno, un no lugar que se rompe y te acerca a un mismo dilema, a las posturas de la culpa, a las diatribas de la evasión, tomando las viejas posiciones dualistas de los modernos (Pro/OTAN o Pro/Putin), o la fuga disociativa del psicótico. Un orden histórico que representa el poder ciego de los regímenes que ya no pueden ser, en tanto artilugio de una radicalización de los fascismos, del socialismo de los bolcheviques o del capitalismo del judío Ricardo.
Una era de la representación, en el que la intimidad se rompe y es tan cercana. Una suerte de recaída metafísica en donde se anuncia que ya estamos en el final de los tiempos: biológico, ecosistémicos, político e histórico. Un vuelco de página, un sujeto que no tiene sentido, en la condición histórica del neurótico occidental. Una figura que se aferra a un yo paranoico y pone en escena la identificación imaginaria del Otro.
Un sujeto entronizado en su blanca y pulcra mesa, listada de oro. Anunciando a todos, todas y todes la verdad de su propia alienación, hija directa de un aparato psíquico formado por esos dualismos de objeto malo y objeto bueno. Una verdad que no supera el espanto, pues ese “yo soy yo” no tiene escapatoria, una locura razonante. Aquel que no puede discriminar más allá de su propia matriz, la de un ego destinado a suprimir a su enemigo por la desconfianza que le despiertan los otros, rusos u occidentales, según convenga, a su mundo desgarrado, por la megalomanía narcisista.
A decir de Lacan, “aquel que mata, eso que no quieres reconocer, y por eso odias en la demanda de muerte, porque lo ignoras, es lo que no quieres reconocer, y por eso te odias en el objeto.
Es el que se sitúa en un lugar del psiquismo, donde no hay límites. Un lugar caracterizado por la construcción de una identidad que no pasará por el Otro. Ese otro que nos refleja y define, pero para el Paranoico ese Otro, es el que quiere gozar de mí y no quiere mí bien. Y ese Otro, lo dibuja en la figura de occidente, la OTAN, el cómico/actor Volodímir Zelensky, que él muchas veces llamó “belleza”. Un sujeto que instaura el deseo de querer ser. Un objeto malo que deseo y que en el aparato psíquico se constituye en un goce rechazado y que disfruto cuando sufre.
Es el Otro, un fundamento del principio del placer. Un rechazo primordial del displacer. Es Volodímir Zelensky, lo que no acepto, el que pacta con occidente y se conforma en un objeto delirante, subrepticiamente bien desdibujado en el marco de una dimensión económica, social e histórica.
¿Quién separa la sustancia del sujeto? en el viejo dualismo racionalista o el empirismo de Adam Ferguson. Así van construyendo los intelectuales occidentales, el saber, dos siglos con las mismas intersecciones. Pero, hoy le hablamos desde la puerta de la psiquiatría y del psicoanálisis. De ese espacio, que se hace político, por la suerte de un sujeto/colectivo.
Es el que nombramos. Una figura pública que asusta, separa y destruye. Hoy propone el exterminio masivo de la humanidad, por medio de la energía nuclear, si su deseo no se cumple, si tocan lo que demanda como suyo. Para el psicoanálisis, es un sujeto que se monta en una tríada apocalíptica: la falta de empatía del antisocial, la decisión intransigente del narcisista y el agujero profundo del paranoico.
Y bajo ese epígrafe de lo real, es un sujeto que no tiene ningún tipo de miedo con las privaciones económicas, e hijo directo del hambre que arropó a Europa, después de la segunda guerra mundial. Mientras más le suprime su economía, movimiento, su férrea disciplina psíquica, evoca sus grandes fantasmas. No hay posibilidad de tormentos, bajo tales delirios. El aparcamiento del otro, no le importa. La soledad del paranoico es clave de sus síntomas. No obstante, tiene miedo, el pensamiento paranoide es una dimensión de su psique, pues esta se estructura bajo una nosología del aparcamiento, rechazo, dolor y un sufrimiento que se enmarca en reacciones paranoides de megalomanía, desrealización. De ahí que el poder es primordial, único recurso que garantiza, frenar las fuerzas que le reflejan, lo que el otro me representa o quiere hacer de mí.
Los resultados, imposible entrar en acuerdo o racionalizar con una estructura paranoica. Las capacidades intelectivas no se pierden, pero los actos de acuerdo serán siempre infructuosos con el que visibiliza como el objeto malo. En psiquiatría se conoce bien, que su debate fundamental es siempre una manera de investimento de un goce psíquico de perseguir al padre simbólico o al cómico, por la capacidad que tienen estas dos figuras de manifestar al inconsciente, tragedia que representa, lo inasimilable para un sujeto que no puede reconocerse en el otro.