Sofía, una adolescente de 12 años acaba de recibir su primera menstruación y lo vive desde la incertidumbre. Siente que algo negativo está pasando con su cuerpo.
La madre le recuerda que es normal la visita del periodo cada mes. “Eso sí, se debe hacer como si no lo hicieras”. Que no se note que menstruas, que no se note que eres mujer.
Como una cantaleta, la mamá repite, “Cuídate, con la regla ya puedes salir embarazada”. La joven no sabe cómo evitar un embarazo; de eso no le ha hablado.
Nacer en un cuerpo de mujer sigue siendo un estigma, una fuente de preocupación. Referirse al cuerpo de mujer es tabú, es decir, inmoral e inaceptable. La menstruación es el mejor ejemplo de que ser mujer es innombrable. Recurrimos a eufemismo para referirnos a un proceso fisiológico; una irrefutable evidencia de salud en el cuerpo de las mujeres.
Prefieren referirse a ella como regla, periodo, luna, Andrés, cachú, me cantó el gallo, entre otros; a llamarla por su nombre, menstruación. Al reseñarla lo hacemos desde descalificativos, y como algo externo. No como un proceso natural.
Cerca de la quinta década la menstruación se despedirá, ya para entonces Sofía habrá sido adiestrada para añorar la innombrable.
Lo que no se nombra no existe. La intención al no mencionar y ocultar la menstruación es borrar que las mujeres viven, y en general, en la etapa reproductiva, menstrúan. El estigma de la menstruación es una forma de misoginia que responde a la dominación del sistema patriarcal. La menstruación se vende como algo sucio, impuro, vergonzoso, amenazante. Un signo de debilidad de las mujeres, menstruar es estar enferma.
Lo apropiado sería posicionar la menstruación como un signo vital más del cuerpo, en este caso del cuerpo de las mujeres, así como lo es el pulso, la respiración, la temperatura.
Cuando hablamos con metáforas y expresiones crípticas, perpetuamos el tabú en torno a la menstruación e implicamos que es un tema que nos avergüenza.
El fenómeno “menstruación” es un misterio indescifrable, un enigma. Para el historiador Robert S. McElvaine (2000) la "envidia reproductiva” habría llevado a los hombres a estigmatizar la menstruación y dominar socialmente a las mujeres como compensación psicológica por lo que ellos no pueden hacer biológicamente.
Con la menarquia a esta adolescente le ha llegado la tiranía del cuerpo. Un cuerpo como vergüenza, como amenaza. Su vida está y estará atravesada por los mitos y creencias en torno a la visita mensual. Cerca de la quinta década la menstruación se despedirá, ya para entonces Sofía habrá sido adiestrada para añorar la innombrable. La estrategia es enseñar a las mujeres a vivir inconformes con su cuerpo.
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