Casi todas las personas, siempre que no estén en movimiento, perciben lo que acontece a ambos lados de la cabeza, aunque solo logren identificar con claridad en un ángulo central de visión periférica que oscila entre 120 y 150 grados.
Sin embargo, las personas a medida que aumentan su velocidad sufren una contracción de la visión periférica, tal como se puede ver en el gráfico adjunto.
Si la velocidad de circulación es muy alta, la visión de los conductores se verá notablemente reducida, sufriendo lo que se llama “efecto túnel”, toda vez que el campo visual se verá reducido hasta el punto de que la sensación que se siente es similar a la de circular por un túnel.
Según algunos especialistas, a partir de 150 km/h aparece lo que se denomina “cataclismo perceptivo”, que no es más que la pérdida casi total de la visión periférica y la imposibilidad de evaluar correctamente circunstancias de peligro. Está demostrado que velocidades altas implican una disminución del ángulo del campo de visión, y un impedimento para ver cualquier situación que provenga del entorno exterior de la carretera, alterando la capacidad del individuo para procesar la información relevante del entorno.
Lo mencionado anteriormente es uno de los motivos, aunque hay muchos más, por lo que las señales en vías de alta velocidad deben ser de mayor tamaño que en las vías de velocidad más reducida.