El filósofo Emanuel Kant, en su texto “Historia natural y teoría general del cielo” (1946) recorrió con su agudeza intelectual, todo lo relacionado a los sistemas solares y las galaxias de su tiempo, donde explicaba cómo estas desaparecían y surgían constantemente en el universo infinito y la posibilidad de albergar vida en otros planetas. El definió la nebulosa con una capacidad intelectual e imaginación que todavía sigue siendo objeto de estudio por los astrónomos de estos tiempos cibernéticos.
En su filosofar sobre el universo, había algunas reflexiones que convergían con el universo pensado por los primeros filósofos griegos:
“No negaré pues, que la teoría de Lucrecio o de sus predecesores, Epicuro, Leucipo y Demócrito, tiene mucho parecido con la mía. Yo, Igual que aquellos filósofos, admito el estado primitivo de la naturaleza dentro de la dispersión general de la materia inicial de todos los cuerpos siderales o de los átomos, como los llaman ellos” (1946, p.30).
En “La crítica de la razón pura (2007)”, Kant situó el discurso filosófico del universo en el plano de las contradicciones (antinomias), en las que tanto es válido que el universo tiene un principio como lo contrario, que siempre ha existido. Para él, ambas argumentaciones se podían sostener, ya que partía del tiempo como infinito y anterior al universo, por lo que no había forma de decir en qué momento del tiempo empezó.
La concepción de un universo con enfoque filosófico abordado por Kant, permaneció hasta que, a finales de la segunda década del siglo XX, Hubble demostró la expansión del universo.
Ya para nadie es un susurro que el universo se expande como cuando uno sopla un globo pintado de puntitos negros. Mientras más lo inflas, más se separan los puntitos, o, mejor dicho, más se alejan de nosotros. Todo lo que somos en este universo es pasado, una mirada a cualquier estrella, a un recorrido de luz que tiene como medición 300.000 kilómetros en un segundo.
El premio nobel de física, Steven Weinberg, en su texto “Los tres primeros minutos del universo”, expresa:
“Cuando contemplamos galaxias muy distantes, las vemos como eran hace miles de millones de años, cuando sus rayos de luz iniciaron su viaje hacia nosotros (…). Ninguna señal puede viajar a mayor velocidad que la de la luz, de manera que en todo momento solo pueden afectarnos los sucesos que ocurren a una cercanía suficiente para que un rayo de luz haya tenido tiempo de llegar hasta nosotros desde el comienzo del Universo. Todo suceso que ocurriese más allá de esta distancia no podría tener ningún efecto sobre nosotros, está más allá del horizonte” (1996, p.70-71
La tradición filosófica sobre el estudio del universo por parte de los filósofos se quedó, de acuerdo con Stephen Hawking, en la filosofía de Kant. De ahí en adelante, el abordaje del “por qué” el universo se molestó en existir”, son cuestiones que dejaron de debatir los filósofos, ya que estos se han quedado rezagados en el ámbito de las ciencias y de todos los avances de la física teórica, quedando según él atrapados en el estudio del lenguaje y dejando atrás los temas cosmológicos, de tradición aristotélica y Kantiana: “En el siglo XVIII, los filósofos consideraban todo el conocimiento humano, incluida la ciencia, como su campo, y discutían cuestiones como ¿Tuvo el universo un principio?”(Historia del tiempo, 1992, p223).
Hawking, expresa que los filósofos han sido muy duros con él, ya que dicen (no dice a quiénes se refiere) que su teoría es ingenua y simplista, positivista e idealista, realista.
Este reproche de Hawking, no es del todo cierto, ya que hay filósofos que ha abordado tales temáticas, como el caso de Víctor Gómez Pin, en su libro “Tras la física” que deviene en filosofía fundamental sustentado en ese arranque de la ciencia que es la física” y además que por colocarse “tras la física, el filósofo reflexiona sobre los presupuestos que regulan la reflexión cotidiana sobre las cosas físicas o no físicas” (2019, pp. 473-474).
Voy más lejos, y soy hasta un poco atrevido, me situó en la narrativa de Edgar Allan Poe, donde este cuentista, publica en el 1849, el ensayo “Eureka o el ensayo sobre el universo. Materia espiritual”, en el que da riendas sueltas a la imaginación y explica el universo y todo lo relacionado al origen de las cosas: “En la unidad original del ser, primero está contenida la causa secundaria de todos los seres, así como el germen de su inevitable destrucción” (2006, p.61).
Realmente, este ensayo fue escrito un siglo después de la visión filosófica de Kant, con proeza logró ir más allá de la visión estática y eterna del universo, y lo aborda como infinito y diversos.
Lo que sí está claro es que Hawking parte de una visión epistemológica, que proviene del filósofo de la ciencia, estadounidense, Noewood Russell Hanson, el cual toma como base el discurso de realismo dependiente, que incluye al observador como parte de nuestra propia percepción del mundo, en la que no hay observaciones neutrales objetivas, en cuanto a que “la observación científica es una actividad cargada de teoría” (trad.1977, p.13).
Estas ideas retomadas por Hawking y Mlodinow, se evidencia cuando expresan:” No hay manera de eliminar el observador -nosotros- de nuestra percepción del mundo, creada por nuestro proceso sensorial y por la manera en que pensamos y razonamos. Nuestra percepción – y por lo tanto las observaciones sobre los cuales se basan nuestras teorías – no es directa, sino más bien esta conformada por una especie de lente, a saber, la estructura interpretativa de nuestros cerebros humanos”(2010:55).
Sin embargo, estos dos físicos teóricos se inscriben en esta filosofía del conocimiento y escamotean a Hanson, el cual deja bien precisado ya en la década de los 50, que la observación científica es una actividad cargada de teoría y que «los hechos (…) no son sino aquellas condiciones objetivas, que son inteligibles a través de la lente de esta teoría, o de esa, o de aquella». (Ibid.., 18).
Muchas de estas visiones filosóficas sobre el universo se han disipado con el tiempo, en cambio otras permanecen y son corroboradas con las imágenes que sobre el universo nos está brindando el telescopio James Webb, en estos días que corren (a partir de 12 julio 2022) y que nos presentan miles de galaxias, observadas en el infrarrojo y cómo se dan violentas explosiones en algunas de estas, así como de estrellas en proceso de extinción y otras que van naciendo.
Estas imágenes a todo color van apareciendo por las redes sociales y los distintos microespacios virtuales del ciberespacio, y se detectan sobre una franja ínfima del universo, gracias a la mirada hacia atrás que sobre este nos va dando este telescopio, el cual viaja por el cosmos a 1,5 millones de kilómetros de la Tierra.
Nuestro planeta se encuentra perdido en los confines del universo, junto a miles y miles de galaxias que se alejan unas de otras. Por el momento, no tenemos salvación, nuestra perdición en este universo solo nos dice que tenemos que practicar la solidaridad, la hermandad, no para salvarnos, ya que esto es imposible, nuestra existencia se va perdiendo en el Cosmos; más bien para comprendernos y saber que somos viajeros en una galaxia, la cual es un punto entre los miles de millones de puntos que son galaxias y que se van alejando unas de otras a gran velocidad.
En este universo, tan solo nos queda reivindicar las grandes virtudes de las religiones como el cristianismo, el judaísmo, el budismo y el islamismo, que tienen lazos comunes como son los de la misericordia, la piedad, el amor al prójimo y la solidaridad.
Así que vivimos en el tiempo degradándonos, somos viajeros de un futuro en desgaste permanente. Todo lo proyectado en la Tierra han sido puras ilusiones después de décadas de vida recorridas y todo por no mirar hacia el inmenso cielo, en donde existen astros, estrellas y otros sucesos que nos irradian cada uno con un cono de luz que hace años partieron de su interior y ahora es que los observamos, como si fuesen presentes.
Y es que, en el universo, las galaxias y otros tantos millones de objetos iluminados tan solo forman una ínfima parte de la materia visible, casi la totalidad es oscura. La materia que nos envuelve y que sabemos que está constituida de protones, neutrones, electrones y otros tantos elementos, es la misma que constituye la materia oscura, que es lo único que no brilla.
Justo en el instante de donde brotó el suceder, en donde la astrofísica indaga su límite, se encuentra lo imposible de conocer y experimentar, más no de pensar, de conjeturar, de filosofar.
Porque ese límite que encierra lo imposible de conocer es canto de poetas y filósofos, porque ellos viven envueltos en un velo de incertidumbre en torno a los primeros sucesos del universo, sin embargo, lo más terrible de todo es el pensar y preguntar si realmente: ¿somos los únicos habitantes de este vasto universo?