La sabiduría es una sola: conocer la razón, por la cual todas las cosas son dirigidas por todas.

(Heráclito, 1983.p213)

 

 

Siempre me he apasionado desde una visión filosófica por el estudio del universo. Cuando vivía en los Estados Unidos, en la década de los noventa del siglo XX, me inscribí en la corriente de la escuela del astrofísico Carl Sagan, que pertenecía a The Planetary Society, fundada por él. Llegué a escribir decenas y decenas de artículos relativos al universo y su expansión, en mi columna Temas ciberespaciales del suplemento cultural que dirigiera el escritor y crítico literario, Diógenes Céspedes, (1998-2001) en el desaparecido periódico El Siglo.

La narrativa sobre el universo me ha perseguido, ya que en mi tesis de grado de filosofía lo situé junto a lo digital como los objetos de la filosofía en el siglo XXI. Más luego, en el libro Conversaciones en el Lago. Narraciones filosóficas (2005), reflexioné sobre la importancia que tiene para el filósofo abrir una ventana al universo y el preguntarse de dónde surgió esa cosa que hizo explosión y que inició todas las cosas que existen en él, como las galaxias, los quarks, neutrinos, leptones, el bosón de Higgs, entre otras partículas que son partes fundamentales de la materia y de los planetas de nuestro Sistema Solar, de manera específica, el nuestro, que es hasta el momento el único que tiene vida.

La gran explosión de la que surgió este universo formado de millones y millones de estrellas, galaxias, agujeros negros, y otros tantos objetos, visibles o no visibles, nos introduce el tiempo y el espacio en el mismo punto de la historia del cosmos, por lo que es un absurdo hablar de un antes de esa singularidad del espacio-tiempo, ya que decir antes, es nombrar el tiempo y este tiene nombre dentro de la gran explosión o Big Bang.

Para la mayoría de los científicos, el universo tiene su origen hace alrededor de 13.800 millones de años, desde entonces, este no ha deja de expandirse, siendo la expansión uno de los grandes descubrimientos cosmológicos del siglo XX, ya que tiene narrativa cronológica y no ha existido por siempre. En el 1929 el astrofísico Hubble, descubrió de acuerdo con Hawking (2022) “que casi todas las galaxias se estaban alejando, y cuanto más alejadas estaban las unas de las otras, más rápidamente se alejaban”

Hubble realizó este estudio científico con minuciosidad, haciendo un análisis de la luz de las galaxias al observarlas a través del telescopio del Monte Wilson. Esto cambió la visión que se tenía sobre el cosmos, porque “Si las galaxias se están separando, deben haber estado más juntas en el pasado” (Hawking, p.77).

Es bueno precisar que muchas de las preguntas que sobre el universo se hacen los científicos de estos tiempos, fueron en parte las preguntas que se hicieron los primeros filósofos de la antigua Grecia. Muchas de esas preguntas de hoy, al igual que miles de años, no tienen respuesta, por lo que el filósofo siempre ha cabalgado con una incertidumbre, a diferencia de la religión que tiene todo resuelto de antemano. De ahí, que, en La llama doble. Amor y erotismo, el filósofo y poeta Octavio Paz, diga “El bálsamo que cicatriza la herida del tiempo se llama religión; el saber que nos lleva a convivir a con nuestra herida se llama filosofía” (1994, p.143).

Somos viajeros solitarios, apenas una ínfima parte de la Vía Láctea que se pierde en la inmensidad del universo. Viajamos errantes a la vez que equilibrados por el sol y la luna.  Habitantes de un planeta Tierra aliquebrado por la propia condición humana transida y entrópica, que se mueve entre el orden y el caos, entre sumas y restas.

Somos sujetos que navegamos perdidos por el cosmos, sin rumbo, sin horizonte, excepto los proyectos de vida que nos formamos en nuestro planeta y que no se pueden pensar que son ilimitados.