Ha partido hacia el infinito un ilustre ciudadano dominicano, cuya vida de modo esencial fue destinada a servir de todo corazón a la sociedad que le vio nacer. Virgilio Bello Rosa, procedente de la combativa provincia de San Francisco de Macorís, no solo fue un jurista de fuste, demostrado en los tribunales y un historiador notable, sino un combatiente por la libertad e independencia en momentos muy difíciles.

Fue de la juventud que se lanzó a las calles sin temor a sus status de estudiantes universitarios en la antigua universidad de élites, desafiando los groseros atropellos de los remanentes del Trujillato.

Luego como miembro del grupo estudiantil Fragua participó en las actividades de protestas contra las autoridades universitarias retardatarias, que impusieron el CUEG (elitista) con el apoyo del clan golpista de Gobierno, denominado el Triunvirato (1963-1965).

Tras la gloriosa Revolución de Abril de 1965, fue de los principales dirigentes estudiantiles del Movimiento Renovador de la UASD, que democratizó esa institución, abriéndole las puertas a todos los hijos del pueblo que desearan ingresar a los estudios superiores.

Al conformarse el Consejo Universitario del Movimiento Renovador presidido por Andrés María Aybar Nicolás en septiembre de ese año, Virgilio junto a Amín Abel fueron los dos delegados del combativo grupo estudiantil Fragua al Consejo Universitario.  Franklin Almeida fue delegado por el FURR y Romeo Llinas por el Bruc. Nos consta los vínculos entre Virgilio y Amin Abel.

Tras graduarse de abogado en 1966, formó parte del equipo de jurista que se integró a tiempo completo en la defensa honorífica de los numerosos presos políticos del Gobierno de los doce años, corolario delTrujillato.

Una aguerrida jornada de combate jurídico contra la ilegalidad institucionalizada la de esos años. Abnegados abogados exponían sus vidas al defender con ahínco en los tribunales a dirigentes opositores y gentes sencillas del pueblo imputados injustamente de delitos comunes, cuando era evidente que se les encerraba por sus ideas. Siempre cabe mencionar además de Virgilio, a Héctor Cabral Ortega, Antonio Lockward Artiles, Peña Ramos y Camino Rivera entre otros.

En no pocas ocasiones el suscrito fue testigo de las valientes intervenciones realizada en estrado por este equipo de abogados, en momentos de gran tensión por las constantes amenazas en las salas de audiencias por parte de esbirros del servicio secreto de la policía balaguerista.

Virgilio fue profesor de grado y postgrado de la Escuela de Historia de la U.A.S.D. y decano de la Facultad de Humanidades. En diversas ocasiones sirvió de mediador entre los que nos desempeñábamos como delegados estudiantiles en el Consejo Universitario y el rector de ese momento.

En atención a su participación con espíritu crítico en todas las facetas de su vida, Virgilio como funcionario gubernamental no vaciló en ningún momento cuando consideró era pertinente abandonar el muy importante cargo que desempeñaba antes que aceptar posiciones que estimó inconvenientes, en aras de mantenerse en un alto cargo ejecutivo. Asumió así una actitud poco frecuente en la historia de la burocracia dominicana. Quienes lo conocíamos de cerca, esa cualidad no nos extrañó. Gloria eterna a Virgilio Bello Rosa.