Es preocupante que los espacios de protección de los niños, niñas y adolescentes se conviertan en zonas de peligro, y peor aún, que nos estemos acostumbrando a que sea así. Una adolescente ha sido violada y amenazada de manera reiterada por Fernando Alt. Peña Eusebio, profesor de idiomas, y por Alejandro Roberto Bello Matos, profesor de matemáticas en la escuela básica del batey La Siria. Esto es un signo de alarma.
Además, que haya sido violada y abusada por estos mismos hombres, autoridades en la iglesia Fe Apostólica de la misma comunidad, convierte ese espacio en un lugar utilizado para cometer estos crímenes, lo que nos pone en un estado de alerta total. Estos hombres son una autoridad en su comunidad y cuentan con su bendición. Incluso, en la misma comunidad, uno de ellos es propietario de un gimnasio.
Estos hombres, maestros y religiosos, fueron adiestrados para considerar que tenían el poder y el derecho de violar a una mujer, en este caso una niña. Es urgente e impostergable erradicar el machismo, esa construcción de género que enseña a los hombres que las mujeres son un objeto, una aceitera para lavar su sable, sin apiadarse de una chiquilla de 13 años.
La violencia sexual tiene efectos devastadores en la salud. No olvidemos que el cuerpo lleva la cuenta, más cuando el trauma ocurre a temprana edad. Esta niña podría manifestar comportamientos violentos como una forma de lidiar con la ira generada por la impotencia de ser agredida por quienes tienen la responsabilidad de protegerla.
Es inaplazable educar en igualdad. No es casualidad que sean precisamente las iglesias y las escuelas las instituciones que más se resisten a implementar una educación en equidad de género. ¿O acaso no es evidente?
La educación basada en la igualdad de género es esencial no solo por razones de justicia social, sino también para erradicar la violencia contra las niñas y mujeres adultas. Es necesario que desde temprana edad se enseñe el respeto mutuo, la igualdad de derechos, y los derechos sexuales y reproductivos. Promover la igualdad de género desde la infancia contribuye a una mejor salud, tanto para hombres como para mujeres.
Género, esa palabra que tanto temen los grupos conservadores, es el cimiento para vivir en democracia y amor al prójimo. Solo así podremos construir una sociedad más justa y segura para todos y todas.
República Dominicana cambia si demandamos los cambios. El acceso a los derechos no se regala, se exigen, se arrebatan.