"Si no existe una buena solución a un dilema, si ninguna de las actitudes sensatas y eficaces nos acerca a la solución, las personas tienden a comportarse de manera irracional, complejizando el problema y haciendo menos plausible su resolución”

. -Zygmunt Bauman-.

 

El total de las acciones de un hombre en sociedad se compone de pequeños fragmentos surgidos a raíz de la evaluación individual que, consciente o no, esa persona, a partir de su interpretación de los fenómenos del núcleo, interioriza, según su capacidad de discernir entre lo real y lo ficticio, lo superficial y lo profundo; a partir de los eventos con los que los seres humanos reflejamos, con nuestras características distintivas, las particularidades que nos diferencian de los demás. Es a eso lo que denominó a partir de rigurosos estudios el psicólogo Albert Bandura, Aprendizaje Vicario.

 

La violencia es uno de esos fenómenos adquiridos y aprendidos por observación, su origen es tan antiguo como la existencia del Homo sapiens, surge a partir del interés individual o grupal de obtener el control parcial o total de otros o de grupos. Se ejerce desde que el hombre se convirtió en lobo para sí mismo y, en otros tiempos, era la herramienta por la excelencia para dirimir y resolver conflictos. Algunos afirman que forma parte de los rasgos biológicos de adaptación a los ambientes, casi siempre hostiles para el desarrollo humano.

 

Este fenómeno se manifiesta en todos los órdenes sociales y en cada lugar donde interactúan dos o más personas. De ahí, que erradicarlo es una imposibilidad, una verdadera utopía. Lo "políticamente correcto" es la búsqueda sensata para encontrar, mediante la aplicación de los mecanismos establecidos en las normas estatales, el cumplimiento estricto de aquellos principios que plantean métodos para la convivencia pacífica y armoniosa del ente social. Verificar los componentes discordantes en las comunidades y prever los elementos que puedan ser referentes a futuro de conductas subversivas.

 

Partiendo de lo expuesto, ¿Hay posibilidad de lograr, a través de la ejecución adecuada de las exigencias legales, construir un espacio colectivo donde los conflictos se diriman a través de procesos pacíficos? Jean Jacques Rousseau, filósofo francés, abordó la idea  de que todos  acceden, por voluntad propia, a la existencia de una autoridad, normas morales y  leyes superiores a las que se someten por acción u omisión mediante un pacto  que expresa o manifiesta su cumplimiento estricto a través de la autoridad política y del orden social.

 

De ahí que, como hemos referido en innúmeras ocasiones en cuanto a su responsabilidad ineludible, es el Estado, como ente generador y fiscalizador de las pautas de convivencia social, quien tiene la sagrada obligación de posibilitar métodos específicos para prevenir en la medida de lo posible, aquellos actos que incitan al hombre a la destrucción física, psíquica y moral de su homólogo, bajo la vieja premisa de que la fuerza impone el respeto. Creando pautas de entendimiento, haciendo eficaz el monopolio de la violencia, mismo que ejerce en beneficio del conglomerado y en perjuicio de los que violen las disposiciones vertidas en el ordenamiento legal por intermediación de sus instituciones.

 

En el caso específico y puntual de un aumento desproporcionado de hechos violentos suscitados en las escuelas en las últimas semanas, con hechos alarmantes que van desde cercenamientos de extremidades hasta el deceso de un menor de edad producto de una golpiza propinada por otros preadolescentes, indica que hay que someter al sistema educativo a un riguroso estudio que determine primero, las causas más comunes del fenómeno y posteriormente, el tipo de aplicación de la fuerza que debe ejercer el Estado para lograr la reducción de una violencia juvenil en ascenso que tiene a los padres entre el susto y la incertidumbre de no saber a ciencia cierta, la suerte que corre un hijo mientras juega al estudiante.