La violencia hacia la mujer es un problema social que tiende a tener una lectura parcial y muchas veces desconectada de raíces culturales que le dan soporte y la refuerzan. Son muchos los factores y los escenarios desde donde se construye y se legitima culturalmente.

El aula, que debe ser un espacio de ruptura con los cimientos de la violencia de género y con las desigualdades existentes, no cumple ese rol, por el contrario refuerza la desigualdad y la violencia.

Diferentes estudios realizados en centros educativos en los últimos 15 años visibilizan la presencia de violencia de género desde los distintos espacios de interacción en los centros así como en las familias del estudiantado y del personal docente. (PLAN RD 2010) (Vargas 2019 sp) (Vargas 2020 sp) (UNFPA 2020)

Aulas y recreos son espacios permanentes de acoso y agresión sexual por estudiantes de sexo masculino hacia estudiantes de sexo femenino. Las estudiantes tienden a no enfrentar el acoso por miedo a ser agredidas por sus compañeros de clases

La realidad que vive el estudiantado de círculos de violencia al interior de las familias es invisible para el personal docente, directivo y orientadores/as de los centros.

ausencia de un abordaje de las relaciones de género en las escuelas debido a la poca importancia que se le ha dado a la problemática ha generado un clima interno sostenido en la desigualdad de género y la violencia aparentemente oculto e invisible. Igualmente, el reforzamiento de los círculos de desigualdad e inequidad en la población estudiantil.

La población masculina sigue arraigada en los símbolos de la masculinidad desde el machismo con énfasis en la agresividad-fuerza y una mirada a la mujer desde la debilidad-fragilidad. Este elemento es el que alimenta la violencia de género y el sistema educativo no está aportando a su ruptura desde la promoción del cambio en esos roles.

La presencia de una permanente represión, violencia psicológica y verbal del personal directivo, orientadores/as, policía escolar y docentes hacia el cuerpo de los/as adolescentes es violencia de género en su máxima expresión y fortalece los círculos de acoso sexual y manejo del símbolo mujer-objeto presente en nuestra sociedad que victimiza a la mujer y la convierte en vulnerable a la violencia sexual, psicológica y física.

La realidad que vive el estudiantado de círculos de violencia al interior de las familias es invisible para el personal docente, directivo y orientadores/as de los centros. Adolescentes que son víctimas de violencia de género y estudiantes de ambos sexos que son víctimas de violencia al interior de sus familias no encuentran en los centros educativos protección por el contrario lo ocultan porque consideran que develarlo puede agravar su situación.

La ausencia de relaciones de confianza entre estudiantes-docentes, estudiantes-orientadores/as es una barrera para el acompañamiento y orientación hacia las adolescentes víctimas, en situación de vulnerabilidad y riesgo de violencia.

Una escuela rígida, con relaciones autoritarias entre docentes-estudiantes no es una escuela democrática, abierta, crítica y basada en la construcción de conocimientos, sino una escuela tradicional, autoritaria que viola los derechos del estudiantado y se mantiene apegada a viejas estructuras de relaciones y de interacción con su contexto social.

La desaparición de la política de género del sistema educativo y la negación del abordaje de las relaciones y violencia de género lejos de favorecer a la equidad refuerza las prácticas autoritarias y negadoras de derechos existentes en las aulas y centros educativo.

El incremento de los feminicidios, violaciones sexuales de niñas y adolescentes y de todas las manifestaciones de violencia de género en nuestra cotidianidad debiera ser una alerta para cambiar las lógicas reproductoras del patriarcado que abrigan al sistema educativo.

Publicado originalmente en el periódico HOY