El caso de Katherine Gómez, una joven peruana de 18 años que murió a manos de su expareja, ha despertado nuevamente mi inquietud sobre el tema de la violencia contra la mujer.

Katherine Gómez había decidido poner fin a su relación con Sergio Tarache Parra, por lo que se reunieron el 18 de marzo de 2023, en la calle Dos de Mayo, en el centro de Lima. La reacción de Sergio Tarache Parra fue comprar combustible y presentarse nuevamente, procediendo a rociarla de combustible y prenderle fuego. A pesar de los esfuerzos de personas que se encontraban cerca del lugar, sufrió quemaduras en un 60% de su cuerpo. Duró una semana batallando por su vida hasta que el 24 de marzo de 2023, falleció.

Es evidente que tras este relato se encuentra una historia previa de maltrato, razón por la cual, presumo, motivó el ponerle fin a la relación. Por tanto, es preciso que trate brevemente el tema en cuestión, ya que muchas mujeres desconocen que el intento o abandono aumenta el riesgo de una escalada de violencia y, en el caso extremo, el homicidio. Es vital que la víctima, primero, entienda que es víctima, segundo, que, de acuerdo con los estudiosos del tema de la violencia íntima de pareja, el mejor predictor de violencia futura es la violencia anterior. Dicho de otro modo, si una persona fue anteriormente agredida por su pareja, existe una alta probabilidad de sufrir nuevas agresiones, incluso, que se intensifique.

Redondo y Echeburúa (2010) sostienen que “el punto máximo de riesgo físico para la mujer suele ser el momento de la separación, cuando la mujer se rebela y cuando él se da cuenta de que la separación es algo inevitable. El riesgo de violencia extrema aumenta si ha habido con anterioridad violencia física y ésta ha ido creciendo en intensidad, si se han producido agresiones o amenazas con armas y objetos contundentes, si el hombre no acepta radicalmente la separación, si ejerce conductos de acoso, si consume alcohol y drogas o si muestra alteraciones psicopatológicas (celos infundados, impulsividad extrema, dependencia emocional, depresión, etc.).”

Tal como manifiestan Jacobson y Gottman (1998) “es mucho más fácil entrar en una relación abusiva que salir de ella”. En este mismo sentido, expresa Hirigoyen (2018), lo siguiente: “(…) es más fácil marcharse en los inicios de la relación; es decir, antes de que el dominio haya podido ponerse en práctica.”

En adición, Redondo y Echeburúa (2010), con relación a un análisis sobre el Estudio de la Violencia presentado por el Centro Reina Sofía, verificaron lo siguiente: “muchas de las víctimas de asesinato, al menos un tercio de ellas, se encontraban separadas recientemente o en trámites de separación (…) En concreto, la violencia más grave tiene lugar cuando la pareja está separada o en trámites de separación, cuando el agresor no acepta la separación impuesta por la víctima y cuando ha habido conductas de acoso durante las últimas semanas.”

Por otro lado, Hirigoyen (2018), manifiesta lo siguiente: “hay que tener presente el riesgo que corre una mujer al abandonar su domicilio. La mayor parte de los homicidios de mujeres cometidos por el cónyuge se producen cuando se han marchado o se están planteando hacerlo. El cónyuge que se siente abandonado puede tener una reacción paranoica, que puede conducir al asesinato.”

Sansegundo Manuel (2017), citando a Miguel Lorente, añade “el hombre agrede con el fin de prolongar su relación a costa de reducir a la mujer a un simple objeto de su posesión, mientras que la mujer lo hace cuando comprueba que no ha podido frenar las agresiones por ningún medio. Ella pretende acabar con la relación, mientras que él lo que quiere es perpetuarla. Consecuencia de lo anterior es que son numerosos los casos en los que el hombre sigue agrediendo o lo hace de un modo más violento después de producirse la separación o la denuncia. No puede aceptar que la mujer lo abandone. La mayoría de las muertes se producen en este momento.”

Ahora bien, con lo anterior no quiero que se entienda que es una sugerencia a que la mujer se mantenga en una relación violenta ya que siempre existirá el riesgo de una escalada de violencia. Como señalé al principio, el mejor predictor de violencia futura es la pasada, por lo que el ciclo se perpetúa, corriendo el riesgo de que se vaya acortando el período entre un maltrato y otro.

Por consiguiente, dado que el riesgo de violencia fatal incrementa con el abandono o amenaza de abandono, tal como hemos observado, es preciso que la mujer busque orientación de especialistas que le indicarán cómo proceder, y le ayudarán a elaborar un plan de escape. Le brindará la información precisa para tener en cuenta cómo debe someter la denuncia, teniendo presente el nivel de riesgo, así como las alternativas con las que cuenta, como quedarse en una casa de acogida. Adicionalmente, se sugiere que tenga una red de apoyo.