La muerte, el dolor, la pena forman parte de la condición humana y no tienen que ver con ideología ni con clases sociales.

Lo transido brota de la existencia humana, de esa orfandad que llevamos desde el primer día que venimos al mundo y que siempre está presente en cualquier instante en que sentimos algún dolor por lo que se ha perdido y no volverá.

Lo transido en sociedad produce malestar, cuando sea en lo político, económico y cultural algo anda mal o no funciona.

Sin embargo, lo transido no se reduce a lo societal y a sus problemas materiales, más bien es una condición de vida que va dejando huellas con la muerte de un ser querido o la separación definitiva de lo que se pensaba que era imposible.

Nadie escapa en este cibermundo a lo transido, de su bruma, de su herida, de su incertidumbre y perplejidad. La batalla contra la COVID implica resistencia al mismo tiempo que abatimiento y cansancio.

La COVID-19 y sus variantes delta y ómicron han profundizado la desigualdad social y virtual, la primera es una pobreza en cuanto reproducción material y espiritual y la segunda, una pobreza de información precisa  (infopobre) en el ciberespacio o falta de acceso a esta.

Una parte de la población mundial se convertirán en seres hipervacunados,  cuatro dosis por el momento, de un virus que no cesa de mutar; en cambio otros serán pandémicos, porque entran en la que categoría de los no vacunados.  Tanto en Europa como en la Unión Americana se ha manifestado esta complejidad, aunque con menos intensidad que en América Latina, en donde la expansión de la brecha de la desigualdad social y virtual, de lo pandémico y los hipervacunados es más profunda.

La incertidumbre, los rezagos en vacunados, hipervacunados y pandémicos (no vacunados), no impide que se expanda la variante del virus (ómicron), aunque el riesgo se convierte en un fuerte oleaje para los no vacunados. ¿Cuáles variantes seguirán llegando?

Lo transido, ese cansancio físico y anímico que manifiesta la población mundial ante una pandemia que no deja moverse entre el virus y sus variantes, se siente desorientada moviendo entre el deseo y la realidad, entre la educación virtual y la presencial, entre lo pandémico y pospandémico, entre la realidad y la virtualidad.

Sin embargo, el refugio de seguir viviendo en el mundo y cibermundo nos los proporciona el mundo tecnocientífico, la ómicron pone a prueba el proceso de vacunación que se ha implementado en todo el planeta.

Seguiremos refugiándonos en el conocimiento científico ante cualquier mutación del virus y de otros que puedan aparecer, no hay escapatoria. La religión, para vivir en el cielo y la ciencia, para vivir en la tierra.