El general Santiago Rodríguez.

I

De los primeros años de la vida del general Santiago Rodríguez se conocen escasos detalles. El biógrafo Rufino Martínez ubica su nacimiento, hijo de Josefina Masagó, en la Región Noroeste o en Haití, aunque afirma desarrolló los primeros años de su vida en la ciudad de Santiago, mientras otros, como Pedro M. Archambault, lo define como una persona de “relativa instrucción y de gran honorabilidad”, y ubica su nacimiento en Santiago y que luego se trasladó a vivir a Dajabón, en tanto Emilio Rodríguez Demorizi fija el 1809 como su fecha de nacimiento, hijo de Vicente Rodríguez y Josefina Masagó.

El historiador vegano José Agustín Concepción refiere que cuando Trujillo visitó la ciudad de Sabaneta, el 12 de noviembre de 1932, ordenó cambiar una tarja colocada en la iglesia de allí la cual consignaba el nacimiento Santiago Rodríguez en Cabo Haitiano, el 25 de julio de 1810, pues un héroe de su categoría no podía aparecer como nacido en “tierras extrañas”. (¡Ahora!, No. 470, (13 de diciembre de 1972), p. 67.) Mientras otros sitúan su nacimiento en 1809 en Dajabón cuando este pueblo pertenecía a Fort Liberté.

Sus hermanos

Los hermanos del general Santiago Rodríguez fueron Jacobo Rodríguez, capitán de las Reservas, estuvo preso con motivo de los sucesos acaecidos en Sabaneta en febrero de 1863 y en noviembre lo designaron secretario del general Gaspar Polanco.

Falleció en Dajabón, el 28 de noviembre de 1906, cuando ya había alcanzado el grado de general de brigada. Su hijo, Secundino Rodríguez (Colorao), con apenas 15 años, decidió acompañarlo cuando lo condenaron a ser deportado a Ceuta, para poder informar de cuanto le ocurriera.

Su segundo hermano, Manuel Casimiro Rodríguez participó en las guerras de Independencia y Restauración y estuvo presente en el levantamiento de Sabaneta y luego en Capotillo.

Los descendientes de Santiago Rodríguez Milou

El 25 de abril de 1852 el general Santiago Rodríguez Milou se casó con Josefa Bueno (1820-1887, hija del hacendado fronterizo Feliciano Bueno y María Luisa Cruel. En el acta de matrimonio se consigna que el general Rodríguez era hijo de María Josefa Milou y se omite el nombre del padre, Vicente Rodríguez.

A partir de la localización de su acta de matrimonio en los archivos parroquiales de San José de las Matas, en la que se consigna el apellido de su madre, el genealogista Mario Jáquez revela la existencia de una contradicción respecto al apellido de su madre pues se le nombra como María Josefa Milou.

Aunque reconoce que lo ideal sería disponer de otro documento para precisar el segundo apellido de Santiago Rodríguez, Jáquez expresa que “los documentos, entre más antiguos o más cercanos a la fecha del hecho, tienen más credibilidad”. Además de que en el acta de matrimonio no se especifica que su madre era difunta razón por la cual era posible que estuviera presente en la boda de su hijo y diera cuenta de su apellido.

La contradicción respecto al apellido surge por el hecho de que el sacerdote Antonio Acelli elaboró dos actas de defunción del general Santiago Rodríguez, una que data de 1875 y otra de 1879, en una de las cuales no se menciona el nombre de sus padres. Mientras en otros documentos se registra que Josefina Bueno era hija de Carlos M. Bueno, nacido en 1797, uno de los primeros habitantes de Sabaneta, y de Adelina Simé, nacida en 1800, contrario al acta de matrimonio donde se consigna a Feliciano Bueno y María Luisa Cruel como sus progenitores.

Lo más probable es que Santiago Rodríguez y Josefina Bueno hubieran permanecido amancebados hasta 1857 cuando formalizaron su relación matrimonial en San José de las Matas.

Los descendientes de la pareja Santiago Rodríguez y Josefina fueron: Marcelino Rodríguez Bueno, quien casó con Natividad Malagón; María Mercedes Rodríguez Bueno, quien nació el 14 de julio de 1862 en San Ignacio de Sabaneta y falleció diez días después, el 24 de julio del mismo año; José Epifanio Rodríguez Bueno (1860-1917) que se casó con Ludovina Carrasco, hija natural de Mercedes Carrasco y Antonio Accelli y Mercedes Rodríguez Bueno. (M. Jáquez, “Santiago Rodríguez: Prócer de la Restauración”, Areíto (Hoy), 5 de diciembre de 2009.)

En la frontera

A temprana edad Santiago Rodríguez se trasladó a la región fronteriza en compañía de su padre Vicente Rodríguez quien debió dedicarse a las actividades comerciales y a la crianza libre de ganado donde existían condiciones naturales para la crianza libre de ganado como fértiles planicies, agua potable, a pesar de que una parte importante de ellas habían pasado a ser propiedad de los haitianos. Se comercializaba también tabaco (andullos), café, productos confeccionados a partir del guano como serones, sombreros, árganas, macutos, así como otros bienes que Haití importaba desde Europa.

Estas actividades productivas en la frontera domínico haitiana le permitieron al general Santiago Rodríguez acumular una cuantiosa fortuna, conocer todos los rincones y recovecos de esa región y entablar relaciones de amistad con muchísima gente, además de disponer de una gran cantidad trabajadores a su servicio.

En la frontera, el general Santiago Rodríguez estableció amistad con otro importante personaje: el general Benito Monción (Benoit), quien, aunque había nacido en La Vega en 1827, a temprana edad su madre se lo había llevado a vivir a Dajabón, donde laboró como peón en la hacienda de Rodríguez.

El general Santiago Rodríguez inició su carrera militar cuando participó en el movimiento de la Reforma que culminó con la revolución de Praslin en Haití y el derrocamiento del presidente de la isla Jean Pierre Boyer. Como reconocimiento a su labor el nuevo presidente, Charles Hérard (Riviére), lo reconoció como oficial del ejército.

Por el prestigio y nombradía que poseía en la frontera, luego de la proclamación de la Independencia en 1844 la Junta Central Gubernativa comisionó a Ramón Matías Mella y a Manuel Mena para que se entrevistara con Santiago Rodríguez, luego de lo cual lo designó como ayudante militar de la plaza de Dajabón y se estrenó en las gestas independentistas cuando enfrentó sin éxito a las poderosas tropas haitianas dirigidas por Pierrot, quien había sido derrotado en la batalla del 30 de Marzo de 1844 y de Hérard.

Por los estropicios provocados por las tropas de Pierrot en Dajabón, Santiago Rodríguez y un numeroso grupo de gente se trasladó a vivir a Sabaneta desde donde participó en las diversas batallas que libraron los patriotas dominicanos, entre 1844 y 1856, para impedir los intentos de los líderes políticos haitianos de absorber la naciente república. Participó en las batallas de Talanquera y Sabana Larga o Jácuba, Dajabón, el 3 de enero 1856 en la cual resultó herido.

En la Guerra Restauradora

Con la excusa de que las frecuentes invasiones haitianas representaban una amenaza para la existencia de la República Dominicana y además se requería superar el estancamiento económico de la república, el 18 de marzo de 1861 el general Pedro Santana proclamó la anexión de la república al reino de España, que en ese momento se encontraba en decadencia. Con la anexión los grupos dirigentes lograron concretizar el proyecto que habían concebido desde la propia fundación de la república en 1844.

La acción contó con el respaldo de los más importantes líderes militares, intelectuales y de numerosas personalidades de nombradía de Santo Domingo y de diversos pueblos del país, como se puede constatar en los manifiestos publicados en la ocasión, entre los cuales se encontraba Sabaneta y su alcalde Santiago Rodríguez, donde se pronunciaron 63 personas a favor de la anexión. De todo esto se puede inferir, que en principio, la anexión a España contó con cierto nivel de aceptación popular. (R. Lugo Lovatón, “Pronunciamientos anexionistas de 1861”, Boletín del Archivo General de la Nación, vol. XVI, No, 78, 1953, pp. 269-270.)

Sin embargo, diversos factores provocaron desazón entre los grupos sociales que respaldaron inicialmente la anexión, tales como la incapacidad de España para cumplir con los compromisos acordados. Además, aumentó los impuestos que afectó a los campesinos, a la pequeña burguesía y a la propia burguesía, sustituyó a los curas nativos por españoles y no construyó obras de infraestructura.

Asimismo, incrementó de forma desproporcionada la burocracia estatal que pasó a devengar elevados salarios que debían ser solventados por los propios dominicanos, aumento del arancel a las exportaciones dominicanas, la discriminación racial contra quienes apoyaron la anexión por su condición de criollos, negros y mulatos, entre otros factores. (R. Cassá, Historia social y económica de la República Dominicana, t. II, Santo Domingo, 1980, pp. 80-85.) La única promesa que cumplió España fue la de no restablecer la esclavitud a la que tanto temían los dominicanos.

La lucha contra el gobierno de la anexión lo inició el 2 de mayo de 1861 el coronel José Contreras en Moca y la continuaron, en julio de este mismo año, Francisco del Rosario Sánchez, a quien apresaron en una emboscada en El Cercado y luego fusilaron luego de haber penetrado por la frontera domínico haitiana en compañía del general José María Cabral que hábilmente logró escapar. En febrero de 1863 hubo levantamientos revolucionarios en Neiba el 9 de febrero, Guayubín el 21, Sabaneta el 22 y Santiago de los Caballeros el 24 en la noche.

La insurrección de febrero de 1863

Al general Santiago Rodríguez le corresponde el mérito de haber organizado y financiado las insurrecciones de Sabaneta y Guayubín. Para esto hizo contacto con los principales caudillos de la Región Noroeste, reclutó una gran cantidad de hombres, adquirió armas (machetes, sables, fusiles, municiones, vituallas, etc.) y fue quien trazó la estrategia militar a seguir para enfrentar el poderoso ejército hispano, junto con Lucas de Peña, Benito Monción, José Cabrera y otros líderes militares.

“Pronunciamiento de San Ignacio de Sabaneta, celebrado el día 25 de marzo de 1861

En el pueblo de San Ignacio de Sabaneta, frontera del Norte, a los veinte y cinco días del mes de marzo, del año de gracia mil ochocientos sesenta y uno. Nosotros los abajo firmados, autoridades civiles y militares, padres de familia y ciudadanos en pleno goce de los derechos políticos.

Teniendo conocimiento de que todos los pueblos que componen la República, se han pronunciado en favor de la nación española, por la cual abrigamos grandes simpatías, y convencidos de que solo bajo la protección de un gobierno sólido como aquel, podemos gozar de verdadera paz, de seguridad y de reposo: declaramos con toda la espontaneidad de hombres libres, que nos adherimos al pronunciamiento de los demás pueblos, y desde este momento confiamos nuestros más caros intereses a la paternal cuanto generosa Reina doña Isabel II (Q. D. G.).

En fe de lo cual firmamos la presente acta de adhesión que queremos se remita la original a quien fuere de derecho para que surta los efectos que sinceramente deseamos. Viva S. M. Católica. Viva el pueblo dominicano. Viva el general libertador. El general de división y comandante en armas de la común de Sabaneta Antonio Batista, Pedro Thomas, Ignacio Reyes, Santiago Rodríguez, Nicolás Gerónimo, Pablo Aquino, Nicomedes Tavares, José Lucas Escoto.

También firmaron: Alejandro Bueno, Eusebio Cabrera, M. J. Núñez, Manuel E. Reyes, Alejo Esteban, Juan Guzmán, Luis de Places, Manuel Rodríguez, Martín Escoto, Matías Carrasco, José Gómez, Justo Díaz, José Martes, José F. Mejía, Marcos Cerda, T. Mateo A., Tomás Sentelén, Miguel Carrasco, Ramón Ramos, Tomás María, Gregorio Guzmán, Juan R. Guzmán, P. Abro, José Pérez, J. R. Gaé, Agustín de Jesús, Ángel de Peña, P. de Larrosa, Isidoro Calor, Florentino Peralta, Hermenegildo Corniel, Lorenzo Holguín, Vicente Lugo, Magencio Rodríguez.

Asimismo, Timoteo Bejarán, Matías Rodríguez, Bernabé Rodríguez, José Polanco, José Felipe Mara, Eugenio Reynoso, Mateo García, José Monsanto, Miguel de Veras, Pedro Veras, Pedro Carrasco, Domingo Peralta, Bernardino Ureña, Alejandro Espinal, Gerónimo Sirí, Juan de Dios Díaz, Martín Díaz, Ramón Valerio, Pedro Fernando, Juan Guzmán y Marcos Torres”.