Leer el tiempo. Leer la historia. Leer los abismos del sujeto desde la poesía. He ahí el empuje, la huella, la movilidad de la obra poética de Víctor Hugo. Las líneas de una poesía que se funda en el tiempo de la historia y la memoria, de los siglos; se unifican en la épica de toda una travesía donde el elemento poético de oposiciones épico-líricas, cosmopoéticas y retóricas del verso. El mismo se extiende y reconoce marcado por la secuencia temporal, por el hito de una fuente donde el poeta desentierra lo que es acto intuitivo, simbólico y mítico.
La subversión de un espacio que memoriza un cuerpo, a veces alegórico, a veces retórico, verbal, figural, que nos lleva a la lectura de la forma-historia, de la memoria y el pacto con la voz, que se expande más allá de toda cronología, de todo límite superado por la mirada poética en reversión, movimiento expresivo y polifónico. De ahí el aliento sostenido, el cosmos imaginal, lo que no se agota desde la lectura que involucra lo poético, la poesía, el ritmo y la historia.
El surgimiento de la interpretación poética moderna no esconde la tradición, la traducción de lo visible. Los estertores de una imaginación sentiente no renuncian abdican, por así decir, a la visión nouménica, espacial y esencial del tiempo. De ahí la memoria, la leyenda, el mito, en fin, La leyenda de los siglos del poeta francés Víctor Marie Hugo quien nació el en Besanzón (26-2-1802 y falleció según su archivo biográfico en París el 22-5-1885).
La discusión filológica y crítica en torno al poema largo moderno atraviesa el siglo XIX y poetas como Baudelaire, Mallarmé, Apollinaire, Poe y otros, participan de los rumores, las ideas, las propuestas, defensas y disensiones en torno al llamado poema largo. Toda una tradición de análisis nos advierte sobre la significación emotiva y la línea del poema corto; mientras que otra línea recesiva de análisis reconoce las líneas de intensidad del poema largo.
En el caso de Victor Hugo, se trata de un poema largo publicado por entregas y donde el poeta pretende fragmentar el yo-movimiento de la poesía romántica, a favor de una conversión del poema, lo poético y la poesía. La plenitud poética de La leyenda de los siglos (1859) se asume como testimonio y valor de una travesía afirmativa y posicional del lenguaje poético, a partir de la cual se enuncia un tempo fundacional épico-lírico. Pero justamente en el Prefacio a Légnde des Siécles, Victor Hugo enuncia la significación fundacional del poema:
“Las personas que quieran echar una ojeada a este libro no se harán una idea precisa si ven en él algo distinto de un principio. ¿Es, pues, este libro un fragmento? No. Existe con vida propia. Tiene, como se verá, exposición, nudo y final. Pero, al mismo tiempo, es, por así decirlo, la primera página de otro libro". (P.73, de la edición y selección, establecida y traducida al español por José Manuel Losada Goya, en, Ed. Cátedra, Madrid, 1994. Utilizaremos esta traducción española por motivos de una lectura que facilite al lector de lengua española el conocimiento de Victor Hugo y su extenso poema).
Como se podrá observar, el poeta explica su fundación y fundamento estético-poético, a partir de una idea de creación reconocida en la lengua poética francesa como intención y extensión del movimiento de la historia. La vida del poema se expresa en la concentración de un principio, un conjunto y una escritura donde encontramos filosofía, religión, mitología, historia, cosmografía, narración y, sobre todo, discurso de los orígenes y del presente poético.
Más adelante (véase loc. cit. del mismo Prefacio, a dicha edición), el poeta nos presenta la pregunta concretizada en su respuesta poética y taxativa:
“¿Un principio puede ser un todo? Sin duda alguna. Un peristilo es un edificio. El árbol, principio del bosque, es un todo. Por la raíz, pertenece a la vida aislada, y, por la savia, a la vida en común. Por sí solo, no es más que un árbol, pero anuncia el bosque".
Luego de fundamentar lo que sería La leyenda de los siglos, el poeta presentifica el movimiento desde una obra circular y cíclica, en cuyos ejes encontramos la pujanza de la naturaleza entendida como mito-símbolo de los principios de creación:
“Mostrar a la humanidad en una especie de obra cíclica; pintarla sucesiva y simultáneamente bajo todos sus aspectos…los cuales se resumen en un único e inmenso movimiento de ascensión hacia la luz; hacer aparecer, a una especie de espejo sombrío y claro -un espejo que la interrupción natural de los trabajos terrestres romperá probablemente antes de que alcance las dimensiones soñadas por el autor-era gran figura, una y múltiple, lúgubre y radiante, fatal y sagrada: el Hombre".(Ibíd.loc.cit.)
Luego de fijar desde la unidad poético-filosófica el tono, la intensidad y el pronunciamiento del contenido épico y antropológico de su poética, el poeta sintetiza su fundamental conclusión en torno a la génesis del poema:
“He ahí el pensamiento. La ambición, si se prefiere, de donde ha salido La leyenda de los siglos. (pp.73-74, ed.cit.)
Pero Víctor Hugo no es solo un poeta, un cantor épico-lírico de hazañas poéticas. El poeta es también teórico del poema que quiere mostrar como estructura y lenguaje. Así, las explicaciones que propone al lector son claves importantes para entender el poema en una perspectiva inmanente-trascendente:
Así pues, con todo sostén de visión: "Los poemas que componen estos dos volúmenes no son, pues, sino las huellas sucesivas del perfil humano, clasificadas por etapas, desde Eva, madre de los hombres, hasta la Revolución, madre de los pueblos; huellas tomadas tan pronto de la barbarie como de la civilización, casi siempre en el momento más natural de su historia; huellas modeladas sobre la máscara de los siglos”. (Op.cit.).
"Cuando otros volúmenes se hayan unido a éstos de manera que hagan la obra un poco menos incompleta, esta serie de huellas, vagamente dispuestas con arreglo a cierto orden cronológico, podrá formar una especie de galería del medallón humano. Para el poeta, como para el historiador, para el arqueólogo como para el filósofo, cada siglo es un cambio de fisonomía de la humanidad. En estos dos volúmenes que, repetimos, serán continuados y completados, se verá el reflejo de algunos de esos cambios de fisonomía. Encontrará el lector algo del pasado, algo del presente y una especie de vago espejismo del futuro. Por lo demás, estos poemas, diversos en cuanto al asunto, pero inspirados por el mismo pensamiento, no tiene entre sí más lazo que un hilo, ese hilo que se atenúa algunas veces hasta el punto de hacerse invisible, pero que nunca se rompe, el gran hilo misterioso del laberinto humano, el Progreso". (Op.cit.)
El predicamento como interpretación se hace más explícito en la propia doxa del poeta “Como en un mosaico, cada piedra tiene su color y forma propios; el conjunto constituye una figura. La figura de este libro, como se ha dicho más arriba, es el hombre". (ibíd.p.74)
Asistimos a un tramado textual y simbólico desde el cual se enuncia y particulariza la obra: el poema como centro, resplandor y movimiento, pero a la vez, como huella de la historia-memoria; leyenda donde la letra poética misma impulsa la tradición como antorcha y dinamismo de la imaginación poética.
El autor del estudio introductorio José Manuel Losada Goya avanza una doxa crítica sobre el texto en cuestión: “El poema que el autor tiene en su mente, aquí no está sino entreabierto… El aspecto legendario prevalece en estos dos volúmenes y colorea los poemas. Estos poemas se entregan unos a otros la antorcha de la tradición humana. Quasi cursores. La antorcha, cuya llama es lo verdadero, da la unidad a este libro. Todos estos poemas, al menos los que resumen el pasado, son realidad histórica condensada o realidad histórica adivinada”. (ibíd,p.75)
Ser humano y creación invitan a la lectura abierta, pero también, a esa lectura que invita a la comprensión de los aspectos "concienciales" y diferenciales de la cultura, tomándose en cuenta que, entorno, lenguaje y memoria activan el espacio mítico y poético de la representación:
“Como se verá, el autor, al relatar el género humano, no lo aísla de su entorno terrestre. En ocasiones, golpeando el alma humana para que dé su verdadero sonido, mezcla al hombre con esos seres diferentes que llamamos bestias, cosas. Naturaleza muerta, y que desempeñan no se sabe bien qué funciones fatales en el equilibrio vertiginoso de la creación… Así es este libro. El autor lo ofrece al público sin esconder nada de su profunda insuficiencia. Es una tentativa hacia el ideal. Nada más. Quizás esta última palabra requiera ser explicada”. (Ed. Cit. Op. Cit.). Más adelante, según creemos, cuando hayan sido publicadas otras partes de este libro, se distinguirá la ligazón que, en la concepción del autor, une La leyenda de los siglos con otros dos poemas, ya casi terminados, y que son, uno el desenlace y otro la coronación: El final de Satanás y Dios".
Lo explícito de dicho fragmento se reconoce mediante una razón convertida en axiología teologal y finalista:
“Por lo demás, el autor, para completar lo que ha dicho más arriba, no tiene inconveniente alguno en dejar entrever, desde ahora, que ha bosquejado en la soledad una especie de poema de cierta extensión donde se refleja el problema único, el Ser, bajo su triple aspecto: la Humanidad, el Mal, el Infinito-lo progresivo, lo relativo, lo absoluto-, en lo que se podría llamar tres cantos: La leyenda de los siglos, El final de Satanás, Dios". (ibíd. pp.76-77)
El problema planteado por el poema y el poeta, trasciende la vida y el sujeto, habida cuenta de que el ser y el infinito son constantes en circularidad y verticalidad:
"Ahora bien, la intención de este libro es buena. El expansivo desarrollo del género humano a través de los siglos, el hombre subiendo desde las tinieblas hasta el ideal, la transfiguración paradisíaca del infierno terrestre, la eclosión lenta y suprema de la libertad, derecho para esta vida, responsabilidad para la otra; una especie de himno religioso de mil estrofas, en cuyas entrañas palpita una fe profunda y en cuya cima se alza una honda plegaria; el drama de la creación iluminado por el rostro del creador, he aquí lo que será, una vez terminado, este poema en su conjunto; si Dios, dueño de las existencias humanas, lo consiente”.(ibíd.pp.77-78)
Terminado el poema en 1859, en Hauteville-House, el poeta registra en el foco de comienzo del poema la visión y el origen de donde ha surgido este libro:
“Tuve un sueño: se me apareció el muro de los siglos.
era carne viva mezclada con granito sin tallar,
una inmovilidad hecha con las inquietudes,
un edificio con ruido de toda la muchedumbre,
agujeros negros estrellados de ojos feroces,
evoluciones de grupos monstruosos,
vastos bajorrelieves, frescos colosales;
el muro a veces se abría y dejaba entrever salas,
antros donde se sentaban poderosos, vencedores
embrutecidos por el crimen, borrachos por el incienso;
Allí había estancias de oro, de jaspe y de porfirio;
Y este muro se estremecía como un árbol con el céfiro;
Todos los siglos estaban ahí….
(ibíd p.79)
En este sentido se debe señalar que
la travesía épica enuncia también el cimiento, el arqueado mítico instituido en las cardinales significativas del poema y la poesía; donde cada verso se sostiene en base a la suma de ritmemas, tal y como se expresa en el siguiente fragmento:
“Los cimientos parecían vagamente animados;
Todo ascendía en la sombra; diríase un ejército
petrificado con el jefe que lo conduce
Justo cuando osaba trepar por la noche misma;
Este bloque flotaba como nube que rueda;
Era una muralla y una masa ingente;
El mármol empuñaba el cetro y la espada,
El polvo gemía y la arcilla sangraba,
Las piedras que caían tenían forma humana”.
(Loc. cit. p.79)
El resorte metafórico, rítmico y alegórico transforma lo real y el mundo en una posibilidad de creación donde el poema sorprende por su sistema de imágenes verbales y simbólicas. Conjunción de ideas y principios que piden una visión justificada en el viaje que se abre a la modernidad poética occidental.