Gaza, mi corazón se desgarra en tu mano
entre sombras de siluetas marchitas,
a Palestina mañana llegaré como un hermano
y visitaré los talleres
donde se forjan con fuego
caballos enormes, colosales
de esperanza, de lucha, de libertad vibrante,
en medio de este eco de dolor inexorable.
En un mundo donde los indignos te dan la espalda,
donde Washington, con su toda su frialdad,
rechaza el canto de tus almas suspendidas en el aire,
como flores de papel en el retazo de las olas.
Desde ayer, artistas del metal–portadores de tu esencia,
sangre y sudor–moldean obras que perduran.
Gaza, en cada golpe, en cada chispa,
el rugido del pueblo, el eco de lo que somos,
y seguiremos siendo:
un grito, un clamor, un verso que se eleva en tu nombre,
como un poema lanzado al mar,
anunciando que hoy, mañana y siempre,
estaré junto a ti Palestina.