1

Si pudiéramos mirar esta isla desde debajo del agua, las olas no nos alcanzarían ni su centro nos definiría. Fuéramos: permanencia y encrucijada de los orígenes. Un mirar cósmico, desde la tierra, sacude la raíz de dónde venimos, envuelto en inquietud. El mar Caribe a un lado, del otro, el Atlántico. Las del océano Atlántico alteran el cuerpo; alguien se mira desde agua flotando; las del mar Caribe mi imaginación insular, como comienzan y terminan, cómo se mira y se sienten sus aguas. En las líneas que divide como se nombran, nubladas permanentemente, ni comienza ni termina como me pienso en el centro de la isla, diluida en agua, par e impar.

2

Pensar tanto desde el corazón de playas lejanas que se torna en abismo y ya desde abismo hacerlo en caos; que por soñarla tanto dormiría antes de tiempo los sentidos y como se derramaría la sangre en caso de resbalar desde los ojos; que, repitiendo su nombre, oh Isla, la realidad de traspasar la puerta yo desaparecería. Pensar que ahora tengo detenido un reloj de arena en una hora que controla la mano derecha y volver a pensar lo mismo en círculo.

3

Yo, hablaba y hablaba a los ríos, a los árboles de esta amada media isla, del hambre insaciable; de la desnudez incomunicada, que las muertes por las propias manos son una rareza de un temporal, de la lluvia; de unos adolescentes, camino; incomunicados con el hambre y la desnudez, de muertes ocasionadas por las propias manos e imposibles de pensar lloviendo; que la arena que resguardan sus playas ocultan el olvido en vano, en noches de luna llena.

4

Los cuerpos ahogados de los suicidas, antes de lanzarse del puente, vuelven de vez en cuando al momento de saltar a mirar el agua, el fondo que se ve es el de cualquier noche del tiempo en que se dura de la agonía en levantarse, que es lo que esta isla entiende como esperanza, aunque el sol esté afuera.

5

Solo la mención de la palabra dolor nos sobrecoge y volamos hacia el dolor último o al que aún permanece y no se ha ido del todo. La memoria del dolor nunca se va. Se transforma, se oculta ante una vaga sonrisa, que más que un gesto de alegría, es una mueca; de ahí que hay sonrisa que se asemeje más a una mueca, que a lo que supuestamente sentimos y significa que transitamos en ese instante de alegría. Solo el dolor verdadero ondea la condición humana, de que solo a partir del dolor nos hacemos más comprensivos, aunque sea una comprensión para la muerte, tanto de la víctima como del victimario, del que la ocasiona sin razón alguna y aun con ella.