Las compañías farmacéuticas del lado americano tendrían que gritar el lema de la lucha libre: “¡Queremos ver sangre!” para que de esta manera, más mexicanos crucen la línea y les vendan sus litros de glóbulos rojos. En efecto, de eso hablaba la nota que inspira este texto: de los muchos dólares que se pueden ganar en el mercado sanguíneo.

Ahora bien, recuerden que nada es fácil en este valle de lágrimas. La noticia aclara que hay que pasar controles y gozar de buena salud. Cómo hacen para determinar esta situación. ¿Te obligan a responder kilométricos cuestionarios, te miran la lengua, te toman el pulso, verifican tu temperatura, te aplican test de embarazo, de Papanicolaou? Seguramente no escatiman en nada, puesto que empresas como Sangre para Transilvania SA, necesitan certidumbre (y muchos galones de plasma) antes de sacar la chequera y afilar los  colmillos.

Cómo le harán, insisto ociosamente. Si a uno, cuando tramita la visa de turista nunca falta que nos hagan la pregunta de si tenemos la intención de derrocar al gobierno de los Estados Unidos (si ignoramos lo qué significa derrocar ya vamos mal); o en su defecto, si frecuentamos a tribus urbanas y altruistas como los nazis o los talibanes…

 

 

¿Imaginan el cuestionario de los laboratorios que juegan a ser pulgas? Pulgas que, eso sí, chupan exclusivamente a individuos “saludables”: ¿Te lavas los dientes antes de ir a la cama?, ¿lo haces sin condón?, ¿qué piensas de las mañas del señor Onán?, ¿orgías o whisky en las rocas?, ¿sólo con tu pareja?, ¿gimnasia, magnesia o esgrima?, ¿melón, banana o sandía?, ¿Trump o Putin?, ¿tabaco o bubble gum?, ¿arriba, abajo?, ¿activo o no tanto?, ¿eléctrico, gasolina, diesel, híbrido?, ¿Kamasutra, el Cantar de Cantares?

 

 

La noticia no salió para recordarnos que Halloween se aproxima con rapidez y que ya es hora de sacar del closet el disfraz de vampiro; sino porque una jueza federal resolvió que no es ilegal que turistas mexicanos vendan a las farmacéuticas yankees su sangre plebeya y azteca…, que también tiñe de rojo, aclararía la juzgadora citando un bolero bastante cursi.

 

 

 

 

 

 

 

En este colorido (y colorado) negocio hay muchos millones de por medio y para que florezca, sus protagonistas requieren de eso, del líquido escarlata. Antes, en México también era permitida tal actividad. Sus principales donantes eran los borrachines de la plaza, que pasaban al laboratorio para así poder reponer su cargamento en la destilería más cercana. En aquellos tiempos no importaba que el plasma trajera un “bouquet a flor de caña o de agave macerado", hasta que llegó el sida y se puso más cuidado en las transfusiones…y en todo lo demás.

 

 

La noticia menciona el caso de una pareja que vive en Nogales, Sonora. Uno se dice feliz de poder contribuir, no con su granito de arena, sino con su gotita roja, en los avances de la ciencia, que busca arduamente remedios contra la hemofilia, por ejemplo (¿no se interesarán en suavizar la sangre espesa del prójimo?, me digo yo, que no sé nada de ciencias médicas). Por su parte, la chica precisó que así pone más atención a su forma de comer (saludable, nutritiva, nada de comida chatarra) y además por cuidarse le dan un dinerito.

 

 

Según la información, algunas empresas pagan hasta 100 dólares por la primera "donación” y para que te queden ganas de volver, en la segunda visita te dan un bono de 10. Está permitido ir dos veces por semana. Saque usted las cuentas y no piense que el rico se aprovecha de la necesidad de quien no lo es tanto. No, todos ganan, como en el juego ese de la pirinola.

 

 

Serviría de algo que confiese que yo mismo he acudido a donar sangre cuando ha sido necesario, donación desinteresada, claro está…

 

En pocas palabras, para aumentar mi angustia o aligerarla, ¿serviría que comente que viví cuatro años en el país de los Dodgers de Los Ángeles y de los New York Jets y que nunca, nunca, me enteré de esa golden oportunity de conseguir un poco de cash? No piensen que por eso prefiero al Hombre Lobo en lugar de a ese señor de Transilvania.