Cuando el presidente venezolano Nicolás Maduro habló días antes de las elecciones, y expresó que si el chavismo era derrotado en Venezuela, podría haber un baño de sangre, se refería a lo que paso el día después del golpe de Estado consumado el 11 de abril de 2002. En ese entonces, un grupo de empresarios, que conformaba FEDECAMARA, unido a un pequeño grupo de generales anti chavistas y los dueños de medios de comunicación privados más importante del país, complotó para dar un golpe de Estado y contrarrestar al presidente Hugo Chávez.

El plan de ese grupo de golpista de la derecha y de la oligarquía venezolana, consistió en llamar el mismo día a una marcha de la oposición para confrontar otra marcha del oficialismo. Los cabecillas de la marcha opositora, de los que también eran parte Leopoldo López, María Corina Machado y Jorge Noriega, ordenaron a sus seguidores a marchar hacia el Palacio de Miraflores donde se concentraba una multitud chavista para provocar un enfrentamiento entre los dos grupos.

Cuando la Policía trató de dispersar la multitud, para evitar un choque de los dos grupos oponentes, empezaron a caer al suelo con disparos en la cabeza jóvenes opositores, como parte de un guion trágico. Los medios de comunicación, todos de la oposición, empezaron a mostrar aquellas escenas de personas que corrían llevando entre sus brazos a jóvenes ensangrentados, agonizando o fallecidos.

Alegaron lo insólito: que los disparos venían de grupos chavistas. Una total falsedad. Todo editado y manipulado. Similar a los videos de multitudes que hoy se presentan en redes.

Esa fue la antesala al golpe del día después contra Chávez. Al tomar el poder los golpistas nombraron presidente interino al empresario Pedro Carmona, también presidente de FEDECAMARA, minuto después de ser juramentado como presidente interino, con un solo decreto, el señor Carmona, aplaudido por esa oposición que se pinta de demócrata, abolió la Constitución y todo lo que representaba.

Esos líderes de la oposición venezolana, radical y gastada, seguirá conspirando con el apoyo de personajes como Javier Milei

Mandó al Ejército a las calles a reprimir a los que protestaban por el golpe, dejando en unos días cientos de muertos y heridos. Un grupo dirigido por Leopoldo López, casi destruyó la Embajada de Cuba e incendio los carros y cortaron los cables eléctricos, luego sacaron de su casa al ministro de interior Justicia, Ramón Rodríguez a golpes y persiguieron a todos los ministro del gobierno chavista. En esa epopeya también participo muy joven, Santa María Corina Machado, al frente de dichas turbas.

A los medios televisivos se les prohibió mostrar imágenes, y en esos días la programación comprendía solo dibujos animados. Ellos eran parte de esa misma oposición, que hoy desconoce a Nicolás Maduro como presidente y el resultado de las elecciones. Después que los chavistas, amparados en el pueblo y los militares leales, derrocaron el golpe, gracias a una cámara de Venevisión que cubría noticias, se pudo demostrar que los disparos fueron  realizados por francotiradores de la oposición desde una ventana de un hotel cercano contra su misma gente, para culpar a los chavistas.

Hugo Chávez Frías.

Con Chávez de vuelta al poder, las conspiraciones y la presión internacional aumentaron como una manera de desgastar al gobierno. Obligaron a Chávez dos años después, en el 2004, a someterse a un referéndum revocatorio que contemplaba la Constitución, el cual ganó.

No contentos con esto, llegaron sanciones, conspiraciones, presiones internacionales y un Congreso que se negaba a reconocer al gobierno chavista. En todas esas tramas estaba Corina Machado, Leopoldo López y Julio Borges. Cuando en el 2017 esa oposición obtuvo mayoría, se utilizaron las mismas máquinas para contar votos, ellos ganaron en 5 estados para gobernadores entre ellos el rico estado petrolero de Zulia, todavía gobernado por el opositor y ex candidato a la presidencia, Antonio Rosales, también ganaron en 50 municipios que todavía controlan, pero ahí sí aceptaron los resultados como válidos y buenos. Como también lo aceptaron cuando ganaron la consulta para una constitución socialista, derrota que Chávez reconoció. Pero jamás dejaron de etiquetar al presidente Chávez ni a Nicolás Maduro de dictadores.

En vez de utilizar la mayoría, obtenida en la cámara baja, para hacer política limpia y crear leyes, y un liderato creíble, esa oposición violenta y con sed de poder complotó para hacerle un Impeachment y destituir a Maduro como lo hicieron en Perú con Pedro Castillo. Como también fueron derrotados, ellos y Leopoldo López, desde su confortable apartamento de España, pidieron a los USA y a la ultra derecha europea más sanciones e intervención armada contra su mismo pueblo, apoyaron el robo de las reservas de oro depositadas en bancos de Inglaterra y la incautación de CITGO en los Estados Unidos, una empresa conformada por tres refinerías y más de 4 mil estaciones de gasolina en todo el país. En el 2017 vino el invento perverso de juramentar a un payaso como Juan Guaidó en una plaza pública, que fue reconocido por la corrupta y colonialista Unión Europea, por USA y por un grupo de presidentes lacayos, conformado como grupo de Lima, hoy todos fuera del poder y algunos encarcelados por corrupción, otro extraditado a USA acusado de narcotráfico, como el ex presidente hondureño Juan Orlando Hernández, porque así les pagan los estadounidenses cuando sus lacayos no les son útiles.

El defecto que siempre traiciona a la oposición venezolana y a la derecha golpista internacional, es que son pésimos dramaturgos y guionistas, repetitivos para dirigir sus golpes, porque no en todos los escenarios pueden tener éxito. Lo tuvieron en Haití contra el presidente Jean Bertrand Aristy, y por unos años en Honduras cuando una madrugada sacaron al presidente Manuel Zelaya en piyamas de su cama para tirarlo como un saco de basura en Costa Rica, para luego desatar una masacre de personas que fue ignorada por esa opinión pública que hoy defiende a la no muy pura oposición venezolana. Les ha funcionado hasta ahora en Perú donde todavía gobierna Dina Boluarte después del golpe a Pedro Castillo, en complicidad con la Confederación Nacional de Instituciones Empresariales Privadas (CONFIEP), representada en el Congreso y el apoyo de la embajada americana, los muertos y reprimidos en Lima y el Cuzco tampoco son contados por la opinión publica colectiva, porque los muertos de la izquierda no son más que bajas colaterales.

Tuvieron un éxito pírrico en Bolivia, usando el mismo guion que ahora usan en Venezuela como un refrito, y que tiene como línea de acción crear una atmósfera de triunfo aplastante con encuestas amañadas, utilizar la maquinaria mediática internacional, medios, prensa escrita, y redes, miles de miles de cuentas falsas para vender su relato como una verdad, luego el día de las elecciones el hackeo a las máquinas como sucedió en Bolivia para detener el conteo de los votos, y luego el bombardeo con noticias falsas y el grito de fraude que abarrota de manera brutal todos los medios habidos y por haber para desconocer los resultados y llamar al caos y a protestas.

Esas protestas las magnifican con videos creados con inteligencia artificial, tan bien editados que hasta a comunicadores como José Laluz y Ricardo Nieves pueden ser confundidos y arrastrados por su ola. Ahí se activa la opinión pública internacional, los partidos de la ultra derecha y los gobiernos alineados al unísono para llamar a no reconocer el triunfo del oficialismo y atribuirle la victoria a la oposición. Luego el apoyo del Departamento de Estado, entonces, en vuelo en picada, aterriza uno de los halcones del gobierno estadounidense al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, para condenar al gobierno con pruebas inventadas como aquellas del Amtrak que presentó Colin Powell para justificar la invasión a Irak.

Esa oposición es la misma que en el golpe de Honduras, apoyó el envío del muy infame secretario de la Organización de Estado americano OEA, Luis Almagro, y a un grupo de congresistas estadounidense, encabezado por la siniestra congresista republicana Ileana Ros- Lehtinen para certificar aquel golpe. Saltando a su paso los pozos de sangre y los muertos por la represión ordenada por el golpista Roberto Micheletti, también apoyado por la embajada de USA. Esta vez en el escenario venezolano el drama se repite con los mismos actores que ordenaron el Caracazo de 1989, cuando por orden de Carlos Andrés Pérez y su partido Acción Democrática (AD), la policía reprimió las protestas contra los ajustes impuestos por el Fondo Monetario Internacional, dejando cientos de muertos, en total 396, miles de heridos y presos. Era esa misma oposición que hoy exige democracia, de AD y COPEI, la que gobernaba, la que reprimía, la que importó en 1967 desde Miami para formar los escuadrones de la muerte al terrorista confeso Luis Posadas Carriles, autor del derribo del avión del vuelo 445 de Cubana de Aviación con una bomba donde murieron 73 personas. Es la misma oposición que mataba para controlar el poder, sólo que ahora está más desesperada, y eso la vuelve más irracional, más violenta, más perversa.

Con los medios corporativos y las redes más importantes a su servicio, utilizan avanzados laboratorios de informática para bombardear sistemáticamente con su discurso de mentiras, la opinión pública, logrando imponer su relato, pero una mentira jamás se sostiene por largo tiempo, y esta vez, volverán a ser derrotados por la verdad.

Esos líderes de la oposición venezolana, radical y gastada, seguirá conspirando con el apoyo de personajes como Javier Milei, presidente argentino, Jair Bolsonaro, ex presidente de Brasil, los ex presidentes de Colombia, dueños de fosas comunes, Iván Duque y Álvaro Uribe Vélez, este último hoy enjuiciado por crímenes, también tendrán el apoyo de los ultraderechistas españoles como el ultra Santiago Abascal de VOX, del tétrico e infumable Vicente Fox, ex presidente de México, del Departamento de Estado y del colectivo de opinión, que cree lo que cuentan las redes.

Mientras tanto, el presidente electo, con el 52%, Nicolás Maduro, viajará a Rusia para firmar su integración a los BRICS, y el gobierno estadounidense tendrá que bajarle dos rayas a su discurso, porque sabe que necesita a Venezuela como sexto proveedor de petróleo para mover su economía.