Con los vecinos del frente (Venezuela y Colombia) nunca el Mar Caribe nos ha podido aislar. Una larga interacción histórica ha normado la preocupación de nuestros pueblos por sus problemas particulares, aun por encima en no pocas ocasiones de las voluntades de los gobernantes de turno. Por eso, sentimos y debatimos de manera tan intensa, los acibarados momentos que hoy inquietan a Venezuela.
Esa relación viene desde cuando el Libertador Bolívar buscó refugio donde los vecinos terrestres, y en su retorno glorioso a la lucha en Tierra Firme permaneció con sus barcos varios días en la Bahía de Ocoa, mientras las autoridades españolas locales sentían temor por su presencia frente a Baní. Siguiendo por la deslustrada participación en Caracas de Núñez de Cáceres en la conspiración de «La Cosiata», originada por las contradicciones secesionistas entre Páez y Santander, en detrimento de La Colombia que sustentaba Bolívar.
Ya formada la República de Venezuela, Páez involucrado en las luchas intestinas que se desarrollaban a partir del Gobierno de los Monagas, entabló vínculos con el tirano criollo Pedro Santana (a quien llamó “liberal”), llegando a solicitarle el préstamo de una corbeta para sus actividades insurgentes.
Juan Pablo Duarte, antípoda de Núñez de Cáceres, escoge a Venezuela como la tierra que le permite residir sin claudicar ante sus ideas anticolonialistas. Cuando la monarquía española presionó a un Gobierno venezolano para que le interrogara como conspirador durante la Guerra Restauradora, el tribunal no pudo comprobar las imputaciones.
Recibió Santo Domingo, a la familia venezolana Baralt Pérez hasta 1821, entre ellos un adolescente que luego sería el ilustre intelectual Rafael María Baralt, primer hispanoamericano en ocupar un sillón de la Real Academia Española de la Lengua. Fue el intermediario legal para que España reconociera la existencia de la República Dominicana en 1854 . Además a la hora de su muerte, donó su rica biblioteca al país, con la que se inició la exterminada Biblioteca Pública de la zona colonial. Cuando fue trasladada al local de la antigua Normal la sala principal era conocida como Baralt, los estudiantes que asistíamos a ese desaparecido templo de la cultura, ignorábamos que ahí estaban los libros donados por el honorable intelectual venezolano-dominicano.
Gregorio Luperón en 1872 mientras luchaba contra los intentos de Báez de anexar el país a los Estados Unidos, solicitó ayuda al presidente venezolano Antonio Guzmán Blanco y su homólogo colombiano Manuel Murillo, ambos se comprometieron a respaldarlo. Luperón buscó otras alternativas porque los trámites burocráticos se prolongaron. Guzmán Blanco tenía graves dificultades con una insurrección en El Apure.
Evitando la represión de la tiranía de Juan Vicente Gómez (instalada a partir de 1908), llegaron a Dominicana no pocos ciudadanos venezolanos, entre ellos destacados intelectuales como Horacio Blanco Fombona (hermano del ya famoso Rufino, quien fue representante consular dominicano) y Manuel Flores Cabrera.
Fombona fue el periodista atrevido que publicó la foto de Cayo Báez en su revista Letras, por encima de la censura impuesta por las autoridades norteamericanas de ocupación. Imagen fotográfica del campesino torturado que conmovió no solo a los dominicanos, sino a muchos países de América, acción por la que fue enviado a la cárcel y deportado, no podemos soslayar que el tirano Gómez protestó ante las autoridades exógenas por el apresamiento de su adversario, en su condición de ciudadano venezolano.
Tras su regreso al país Fombona en su revista Bahoruco se mantuvo distante del trujillato y fue ubicado entre los disientes de la tiranía, cuando hurgamos en las páginas de la revista no encontramos loas al “Jefe” como este impuso a los medios de comunicación.
Manuel Flores Cabrera, editorialista del Listín Diario, por sus vínculos con el movimiento nacionalista junto a Américo Lugo y Fabio Fiallo, también fue apresado y deportado.
Luego en la víspera del trujillato, llegó otro grupo de exiliados venezolanos, entre ellos los jóvenes Rómulo Betancourt y Raúl Leoni. Betancourt fue atropellado en 1929 por el delincuente Petan Trujillo, quien mandó a azotarlo prevalido del poder de su hermano, quien entonces era jefe de la Policía Nacional. Desde ese momento conoció Betancourt la voracidad de la familia Trujillo y cuando asumió la presidencia de Venezuela por primera vez en 1945, se convirtió en aliado primordial de los exiliados dominicanos, contribuyendo de manera significativa en los preparativos de la fallida expedición antitrujillista de Cayo Confites.
Betancourt y sus aliados fueron desplazados del poder en Venezuela, pero la junta militar que le sucedió encabezada por el general Carlos Delgado Chalbaud, persistió en su rechazó a la tiranía criolla. Entonces, Trujillo envió al sicario venezolano Rafael Simón Urbina para resolver ese inconveniente, este matón el 13 de noviembre de 1950 dirigió el magnicidio contra Carlos Delgado Chalbaud para favorecer el ascenso de Marcos Pérez Jiménez, aliado de Trujillo. Como suele ocurrir en estos casos, Urbina fue sacrificado de inmediato para que no hablara. El aparato propagandístico del “Jefe” trató de imputar como responsable del crimen de Estado a Rómulo Betancourt, actividad a cargo de su embajador en Washington.
Pese a la tiranía de Pérez Jimenes, Caracas se convirtió en uno de los bastiones del exilio dominicano. Cada año conmemoraban la primera invasión patriótica contra Trujillo, la de Luperón que llegó el 19 de junio de 1949.
Muchos ciudadanos venezolanos se integraron de modo militante en la lucha contra la tiranía trujillista, entre ellos un destacado núcleo de renombrados intelectuales, cabe resaltar al estadista y novelista Rómulo Gallegos, el poeta y orador grandilocuente Andrés Eloy Blanco y Miguel Otero Silva, insigne periodista y literato.
Andrés Eloy Blanco célebre autor del poema «Píntame angelitos negros», presidía el Comité venezolano de solidaridad con los dominicanos, no desperdiciaba la más mínima oportunidad para denunciar los desmanes de Trujillo. Exiliado durante la tiranía de Pérez Jiménez, fue asesinado en México el 20 de mayo de 1955, en un supuesto accidente de tránsito encaminado de modo especial al asiento que ocupaba el poeta en un automóvil, escapando el conductor del carro que ocasionó la colisión. Al discurrir tres días del crimen, el señor Johnny Abbes fue designado como secretario de segunda clase en la embajada trujillista en México, es decir un nombramiento para proteger con inmunidad diplomática a este individuo y evitar fuera interrogado por el homicidio, sin dudas en ese asesinato ejerció su despreciable oficio.
En 1958 cuando se presentó el movimiento patriótico que desplazó a Marcos Pérez Jiménez, mientras Trujillo enviaba un grupo de militares para respaldar la tambaleante tiranía, muchos dominicanos participaron activamente en las acciones revolucionarias que desplazaron al régimen autoritario. Destacándose en esas actividades el aguerrido criollo Enrique Jiménez Moya, quien luego fue enviado a Cuba en un avión con armas, para ayudar al entonces líder rebelde Fidel Castro Ruz. Como era obvio, el derrocado Pérez Jiménez buscó su primer refugio en Ciudad Trujillo, donde su comparte Chapita.
En Venezuela se conformó el Movimiento de Liberación Dominicana, que promovió la repatriación armada antitrujillista de Constanza, Maimón y Estero Hondo.
No solo Rómulo Betancourt, sino el presidente interino contralmirante Wolfang Larrazábal, contribuyeron (al igual que Fidel Castro) en la organización de la gloriosa gesta del 14 de junio de 1959, que creó las condiciones para la desaparición de la tiranía local. No podemos dejar de mencionar que en esa heroica jornada ofrendaron sus vidas un grupo de miembros del Partido Comunista de Venezuela. El coordinador de este grupo originalmente lo sería el comandante Douglas Bravo, pero a última hora se decidió que se quedara en Venezuela para dirigir las guerrillas de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN).
Todos conocemos que como consecuencia de la valiente ayuda de los diferentes sectores políticos venezolanos, Trujillo ordenó un atentado contra el presidente Rómulo Betancourt, con un carro bomba el 24 de junio de 1960, donde Betancourt se escapó de la muerte. El Gobierno venezolano promovió la Asamblea General de Cancilleres iniciada el 16 de agosto de 1960, los países de América rompieron relaciones con el tirano Trujillo. Esta histórica actividad contó con la brillante intervención de Ignacio Luis Arcaya, canciller de Venezuela.
Claudio Caamaño Grullón, en su importante libro sobre la Guerra de Abril, explica que en su condición de oficial de la policía conoció en el Palacio Nacional a Rómulo Betancourt, cuando vino al país con motivo de la juramentación del profesor Juan Bosch como presidente en 1963. Claudio comentaba que Betancourt le expresó su disgusto porque Bosch se había negado a ejecutar cambios radicales en los mandos de las Fuerzas Armadas, como el realizó tras el derrocamiento de Pérez Jiménez. En realidad la posición de Bosch era muy delicada, en Venezuela apareció un bando militar progresista a cargo de Wolfang Larrazábal, aquí el mando trujillista hasta ese momento estaba compacto en las instituciones armadas.
Tras estallar la Guerra de Abril de 1965, a cargo del ya organizado polo progresista de las Fuerzas Armadas bajo la dirección Rafael Fernández Domínguez y Francisco Caamaño, que se aprestaba a derrotar a las fuerzas retardatarias, al modificarse la correlación de fuerzas con la intervención extranjera, fue formado un seudo Gobierno de “reconstrucción nacional”, para oponerlo al Gobierno Constitucionalista. La ONU envió una comisión de investigación a cargo de un ilustre venezolano José Antonio Mayobre, quien al analizar la realidad descartó el apoyo popular del Gobierno de “reconstrucción” e imputó con toda razón a su cabecilla que no era general de carrera, sino a la carrera.
Una larga historia de confraternidad entre ambos pueblos.
Hugo Chávez a semejanza de Carlos Delgado Chalbaud y Wolfang Larrazábal, fueron representantes de las fuerzas progresistas en las fuerzas armadas venezolanas. Chávez tras su primer intento de asumir el poder, residió en Santo Domingo en condición de exiliado.
Con todo el respeto que como dominicano nos merece la memoria de Betancourt, en Venezuela era evidente que el reino de la demagogia impuesto por Adecos y Copey que fracasó de manera estrepitosa. Un país rico en reservas petroleras, aunque nacionalizadas a partir de 1976 seguían manipuladas por poderosos emporios foráneos en contubernio con los políticos demagogos y corruptos, que escondían muy bien sus tropelías, solo se pudo ver la punta del iceberg en el caso del escándalo del vapor “Sierra Nevada”.
La situación de la masa empobrecida era sumamente dolorosa, que llevó al emblemático grupo musical los Guaraguaos a popularizar la canción «Casas de cartón», en alusión a los millares de ciudadanos que malvivían en los cerros de Caracas. Chávez enfrentó de modo enérgico estas barbaridades económicas, privilegiando a los de abajo, inclusive muchos edificios enormes que se levantaban con recursos dudosos fueron ocupados bajo su dirección por los habitantes de esos cerros. Además de tomar por los cuernos el asunto petrolero, que en nada beneficiaba a los venezolanos, y que en el fondo es el verdadero objetivo de todo este maremágnum que se ha montado para desestabilizar ese país.
Lamentablemente la muerte a destiempo de Chávez ha constituido una grave dificultad. Un hombre no decide una revolución, pero en determinadas circunstancias puede contribuir a acelerar o retardar un proceso político. Si Juan Pablo Duarte no regresaba en 1844 y enfrentaba a los afrancesados que querían entregar Samaná a perpetuidad a Francia, hoy esa importante bahía no pertenecería a los dominicanos. También se ha destacado que la prisión de Luis Augusto Blanqui, fue uno de los principales factores emocionales del fracaso de la Comuna de París en 1871.
En la actualidad venezolana al morir el magnífico mandatario Hugo Chávez, fue reemplazado por un gran dirigente Nicolás Maduro, este también ha enfrentado a esos poderosos adversarios, que en definitiva quieren retomar los grandes beneficios que obtenían del rico suelo de ese país. Ese es el quid del asunto.
Debemos manifestar con sinceridad que Maduro y sus compañeros no han ubicado con toda la objetividad posible las terribles intenciones de los poderosos intereses que están detrás de esa ofensiva teórica y práctica, que pretende colocarlos como un régimen feroz. Juzgue usted la “tiranía”, que hasta permitió se creara un Gobierno disidente en la propia Venezuela, ni pensarlo que Trujillo, Somoza o Balaguer permitirían algo semejante. ¿Dónde está la Rotunda de Maduro? Se trata de una campaña mediática bien orquestada y pagada para presentarnos al gobernante venezolano como un monstruo.
Se debe admitir que Maduro y su equipo se han dejado arrastrar al terreno que el enemigo quiere. De manera primordial con el boicot internacional y la inhabilitación o sabotaje de las fuentes petroleras a cargo de PDVSA, que deben ser el elemento básico para romper el cerco económico que ha conllevado una crisis carencial en Venezuela y la desesperación de sectores importantes de la clase media, que necesariamente no son enemigos del régimen. Muchos han optado por explorar otras sociedades para reencontrarse con su ritmo normal de vida. En Dominicana residen millares de venezolanos muy laboriosos en su mayoría, que más que exiliados políticos, lo son en el orden de status económico.
Aspectos reales que el régimen debe ponderar sin prejuicios, obviamente están compelidos a vencer el obstáculo de sórdidos proyectos destinados a desestabilizar la economía venezolana. El Gobierno no debe conformarse con denunciarlos, sino buscar alternativas reales para enfrentar con habilidad este dilema y rehabilitar con energía la economía partiendo de su mayor arsenal, el petróleo .
Asumiendo medidas de prepotencia y aislamiento, antes que contribuir a resolver la crisis económico-social eso tiende a profundizarla, como lo es suspender las comunicaciones de transportes con los países vecinos, que solo va en detrimento de los venezolanos que ya se han adaptado a viajar a su patria y regresar a esos pueblos vecinos que han adoptado como residencias temporales o permanentes.
En esos acalorados round caracterizados por dimes y diretes, aprovechan cualquier manifestación radical de Maduro para distorsionarla ante la opinión pública venezolana e internacional. Lo criticable es que Maduro y su equipo se presten a hacerles el juego. Esos sectores son los que promueven marimbas o desmanes. Su lógica es provocar disturbios para desestabilizar, sus objetivos de destrucción han sido áreas de servicios a la población sencilla como escuelas, hospitales y áreas de recreación, mientras los emporios del gran capital no han sido tocados.
De modo indudable existe un grave antagonismo pre y poselectoral, donde la muy desacreditada derecha corrupta no ha sido capaz de disponer de un candidato con un historial de ejercicio político coherente. Del mismo modo que prefabricaron a Capriles, López y Guaido, han colocado con una gran propaganda un monigote manejado por una ventrílocua (partidaria de la intervención militar extranjera en Venezuela) que sin ningún escrúpulo, en público ordena al bufón lo que tiene que decir, porque este no puede hilvanar un comentario de motu proprio.
Si en el pasado políticos muy competentes como Betancourt, Leoni, Caldera, Herrera Campins, Carlos Andrés Pérez y Lusinchi fueron instrumentos de los que han ordeñado y substraído las riquezas de Venezuela, que pasaría con este infeliz si lo instalan en el Palacio de Miraflores. ¡No a la fríamente calculada provocadora confrontación. Todos debemos opinar y seguir de cerca esta crisis, pero la solución debe ser venezolana, solo venezolana!